1. Introducción

Cuando el obrero Nicolás Maduro fue reelecto Presidente de Venezuela el 20 de mayo pasado, la derecha internacional desató todos sus demonios. Sancionó a decenas de altos funcionarios de un Estado soberano; dictó medidas de guerra económica contra sus  principales empresas energéticas, confiscó ilegalmente 800 toneladas de oro en el Banco Central del Reino Unido; intentó el 4 de agosto pasado el mismísimo magnicidio del obrero electo, y últimamente se ha robado más de 30 mil millones de dólares en bienes y empresas venezolanas en EEUU, y ha llegado al colmo de amenazar con una guerra de agresión, y con destrucción total de todo país que se le parezca en pretensiones de libertad.     

Por cierto, en un contexto tan agresivo, vivido por muchos países en nuestra región, ha sido difícil lograr que el principio electivo otorgue legitimidad al jefe de Estado y/o de Gobierno, mientras en otros sistemas políticos, con reyes o reinas, donde por la doctrina del Derecho Divino, la legitimidad es ideológica y heredada, por nacimiento en una “familia real”; o, en otros sistemas por la violencia, donde han logrado el poder por invasiones externas. Pero, en Nuestra América, al no habernos todavía liberado completamente del colonialismo europeo, y tener aún importantes enclaves coloniales y Estados republicanos muy débiles, cuyas economías se volvieron dependientes de la economía de los EEUU y Europa., estamos sujetos a un acoso neocolonial, a la mayor exacción de una plusvalía absoluta del trabajo, y a la amenaza de la fuerza y la violencia que pretenden destruir la legalidad y la legitimidad basada en la voluntad popular. De esta forma, los EEUU., y Canadá, compactados con algunos países de la vieja Europa, históricamente se separaron del destino común que podrían haber tenido con las repúblicas latinoamericanas y caribeñas. Además, desde el último tercio del siglo XIX, convertido EEUU en imperialista, soportamos sus atropellos contra nuestras vidas nacionales, al actuar según su injerencista doctrina Monroe, abiertamente colonialista. El actual ataque que los antiguos países colonialistas de Europa, con los EEUU le hacen a Venezuela, a Nicaragua, Cuba y Bolivia, se debe a que ellos plantean, como aspiración de la mayoría de pueblos en la región nuestra Segunda Independencia, con respecto a los intereses económicos europeos y estadounidenses, ávidos de nuestras riquezas. Por ello, al aparecer gobiernos que afecten sus intereses, el imperialismo promueve crímenes de agresión, dictaduras, golpes de Estados, e incluso amenazan con invadir nuestros países para derrocar gobiernos soberanos, e imponer regímenes títeres.  

  1. Las elecciones de mayo de 2008 se realizaron con legalidad y transparencia

Cuando en el contexto del crimen de agresión internacional perpetrado contra Venezuela por muchos años, en 2017 se propiciaron los diálogos entre el Gobierno venezolano y la llamada “Mesa de la Unidad Democrática” (MUD) en República Dominicana, para convenir una convivencia democrática en el país, las partes habían acordado formalmente adelantar las elecciones, a pedido de la oposición.  Listo el acuerdo para su firma, con la certificación del Presidente de R. Dominicana, del expresidente Zapatero de España y otros observadores, el Sr. Julio Borges, delegado de la oposición recibió una fatídica llamada desde Bogotá, ordenándole no firmar. Tal fue la contrariedad del Presidente de R. Dominicana que afirmó ya no poder, a futuro, auspiciar más Diálogos de Acuerdos en su país. Indudablemente, la MUD se había burlado nuevamente de la buena fe de muchos. Sus planes no eran de elecciones, si no otros. En esas circunstancias, la Asamblea Nacional Constituyente de Venezuela, resolvió que el Consejo Electoral convoque a elecciones presidenciales, y así éstas fueron convocadas para el 20 de mayo de 2018.

  1. Las elecciones de 2018 garantizaron la participación democrática de la oposición y fueron realizadas con total transparencia
  1. Sobre el cuerpo electoral   y la participación efectiva de la oposición

Con un electorado de 20.526.978 de ciudadanos habilitados para la votación presidencial y de 18.919.364 para escoger a los 251 diputados de los Consejos Legislativos de 23 estados, menos Caracas, se previó también el voto indígena, usado solo en los Estados de Monagas, Sucre, Anzoátegui y Zulia, y se organizaron 14. 638 centros electorales en todo el país, anunciando el cronograma de dichas elecciones con 11 semanas de anticipación, y cumpliendo fielmente con los aspectos técnicos del sistema electoral. Igualmente, se preparó comicios para los 108 mil venezolanos inscritos en el exterior, tal como lo harían en Australia, China, España, Francia, Hungría, Suiza, Noruega, Reino Unido, Honduras, Perú, Chile, Ecuador y Uruguay, en las 120 ciudades de esos países con migrantes venezolanos.

Hubo inicialmente 5 candidatos a la Presidencia de Venezuela: Henri Falcón, Javier Bertucci, un pastor evangélico, Reinaldo Quijada, un disidente del Partido Socialista Unido de Venezuela, Luis Alejandro Ratti, quién ya estaba en la papeleta electoral cuando renunció a su candidatura, y Nicolás Maduro. Falcón era el candidato más fuerte de la oposición, pues lo respaldaban 4 partidos, entre ellos, la democristiana COPEI. Todos ellos, aceptaron las reglas vigentes del juego electoral y participaron vigilantes a las auditorias que ofrece el sistema electoral venezolano.

  1. Elecciones con auditorias y observadores, no carentes de infantiles acusaciones de fraude

Efectivamente, se hicieron las 17 auditorías al proceso electoral convocado, pues en Venezuela, el sistema electoral es sometido a ellas, antes, durante y después de cada elección para verificar su transparencia con la participación de los partidos políticos, observadores internacionales y técnicos, que atrae la atención de muchos observadores extranjeros. Por cierto, las garantías que da el CNE son mayores a las que tuvo Hugo Chávez en 1998 y todos los candidatos de izquierda durante la Cuarta República. Ningún candidato dudó en firmar el sistema de garantías electorales, supeditadas por el Consejo de Expertos Electorales de Latinoamérica (CEELA). Hubo más de 150 observadores de todos los continentes, incluido quién esto escribe.

Sin embargo, no faltaron las acusaciones. La primera provino de una circunstancia episódica e imprevista. Y se dio cuando el candidato Luis Alejandro Ratti declinó su candidatura a favor de Falcón, estando ya impresas millones de papeletas electorales. Se gritó “¡fraude!” porque no se podía imputar esos votos a Henri Falcón, automáticamente, sino unir voluntades en la campaña, como lo terminaron haciendo. La segunda apareció una vez proclamada la elección presidencial del obrero Maduro. Se habló de un “fraude electrónico”, cantado por la MUD, en una grosera calumnia contra su país. Estuve ahí el día de las elecciones y pude constatar cómo funcionaba. El voto electrónico es directo sobre un teclado donde se escoge a los candidatos, con una traza de papel verificados por el votante. Desde 2012, las maquinas incorporaron un dispositivo de autentificación del elector, con un lector de huellas digitales. Todo esto bajo vigilancia de los partidos y observadores internacionales. Otras de las seguridades es el uso de claves seguras, generadas a partir de una clave compartida, compuesta por varias claves aportadas por los partidos políticos y el CNE. Esa clave, para reconstruirse, requiere del aporte de las claves usadas en su generación. La Ley electoral permite la apertura del 54% de las cajas de resguardo de los comprobantes de votación. Esto se ha hecho y siempre se encontró que funcionó bien. El sistema garantiza: un elector, un voto; que ese voto sea secreto; el respeto al votante; la rápida trasmisión pues terminada la jornada electoral se conecta al sistema de totalización centralizado que recibe las trasmisiones de todas las máquinas y genera un boletín del resultado; y, permite realizar todas las auditorías, incluso por los propios votantes. Con el uso de este sistema electrónico del voto, no solo ha ganado la alianza del gobierno bolivariano. En dos ocasiones el PSUV ha perdido las elecciones y han reconocido el triunfo de la oposición. Con tanta razón, el ex presidente Jimmy Carter, de EEUU, llamó al sistema electoral venezolano como “el mejor sistema electoral de todos los mundos”. En esta campaña electoral los cinco candidatos reconocieron como confiable al sistema electoral venezolano.

  1. El Boicot electoral y la diversidad de ataques y agresiones

Hay países donde se prohíbe toda acción destinada a boicotear los procesos electorales, o, en su defecto, se proscribe hacer campaña por el voto nulo. Aún en otros países, el voto es obligatorio. En última instancia, todas estas normas se inspiran en el paradójico dictamen rousseauniano de que “hace falta obligar a los seres humanos a ser libres”, y, por lo tanto, se considera a esas acciones como agresiones contra el principio electivo. A diferencia de esos países, en Venezuela esto no es así y las leyes son permisivas de todas esas acciones:  el voto no es obligatorio; se puede hacer campaña por la abstención y quién ha vivido por años en ese país puede decirles que los cientos de periódicos de oposición que existen en todo el territorio, despotrican e insultan a mansalva al gobierno, sin que nada suceda, ni se cierren sus ediciones.

Para las elecciones de mayo de 2018, una parte de la opositora MUD, —aquella compuesta por partidos participantes en el terrorismo callejero de 2017 que dejó más de 100 asesinados (incluso algunos quemados vivos), más de mil heridos y pérdidas materiales por más de 30 mil millones de dólares–, resolvió abstenerse de participar en las elecciones legalmente convocadas y amenazó con boicotearlas. Henri Falcón, que era de la MUD se distanció de esa organización y ante el terrorismo denunciado por él mismo, resolvió ser candidato, apoyado por tres organizaciones: Avanzada Progresista, el Movimiento por el Socialismo, y un sector de la Democracia Cristiana (COPEI). En verdad, la MUD no participó en esas elecciones por su desprestigio, pues todo el pueblo venezolano vio a sus dirigentes con los terroristas en las calles, a quienes felicitaban, saludaban y abrazaban de marzo a junio de 2017 y que por lo tanto fueron parte del crimen de agresión que le costó tanto a Venezuela. Esta abstención fue la herramienta opositora para descalificar al gobierno de Nicolás Maduro, pero como lo afirmaba un diario de centro derecha, El Universal, solo ocultaba “sus debilidades y falta de generosidad entre ellos” (del 17 de mayo de 2018). Pero, toda la derecha continental y europea se entrometió atacando a esos comicios. Indujeron el alza de la inflación, hubo conspiración contra el sistema de transporte y saboteos a los servicios eléctricos, de agua y telecomunicaciones. Las agresiones mediáticas, financieras, comerciales, y las “sanciones” de los EEUU y de la UE y de toda la derecha del mundo fueron diarias contra Venezuela. Todo ello para crear zozobra y malestar en el electorado.  A pesar de todo ello, triunfó el candidato obrero.

  1. Conclusiones

1.El objetivo de la MUD, de boicot y de lanzar una millonaria campaña de abstención, financiada por sus padrinos extranjeros, para deslegitimar los comicios, no tuvo éxito. Por las razones ya indicadas (el sufragio completamente libre y no obligatorio; la legalidad total de hacer campaña por no ir a votar, etc.) las abstenciones medidas en esas elecciones no invalidaron sus resultados, pues éstas han oscilado tradicionalmente entre el 25 y el 30 por ciento en las elecciones presidenciales. Incluso la abstención se elevó al 30.46% cuando Rafael Caldera fue electo Presidente en 1993; y, ésta se elevó aún más, al 43,69%, cuando ganó Hugo Chávez en 1998. Tanto fue éste el foco de la agresión y de injerencia extranjera para tratar de reducir la participación electoral, que gobiernos subordinados a Washington como el canadiense, agresivamente “prohibió” la instalación de centros electorales en ese país, –vulnerando los derechos humanos de los 6.018 venezolanos ahí residentes— habilitados para sufragar. Por cierto, mermó también la participación la inducida migración económica al agravarse las medidas de guerra económica, el bloqueo financiero y comercial al país. Con todo ello, la participación estuvo dentro de parámetros previsibles y hubo una concurrencia variable en los centros electorales: unos con muchísima participación y otros con una mermada concurrencia.  

2. En las elecciones de mayo de 2018, con una participación del 46.01% del padrón electoral, los tres candidatos contrarios al gobierno (Falcón, Bertucci y Quejada) obtuvieron el 32% de las preferencias emitidas. El obrero Nicolás Maduro ganó con el 68% de los votos, legitimándose plenamente su elección popular. No obstante, inconforme de haber perdido en los comicios, pues su candidatura no encontró suficiente eco en el pueblo, Henri Falcón cantó “fraude” acusando al gobierno de un decisivo ventajismo.  Es verdad que el gobierno contaba con ventajas, pero éstas eran coyunturales y no creadas por el orden electoral: el descrédito de la MUD (por los actos de constante terrorismo perpetrados por esa organización durante varios años en el pasado reciente) a la cual Falcón perteneció; la inexistencia de líderes civiles serios que le acompañaran en su campaña, dada la división de su misma organización; la subordinación de la MUD a los gobiernos extranjero de EEUU., Colombia, y del derechista Aznar de España; y, la incapacidad de la oposición para ponerse de acuerdo en un candidato único, obraron para que no encontrara  ni tuviera suficiente apoyo. Falcón, además proponía un programa neoliberal poco atractivo para la concientizada población electoral venezolana.

3. La victoria de Nicolás Maduro se debió a que fue candidateado por partidos y frentes políticos muy fuertes. Recuérdese que solo el PSUV tiene cerca de 6 millones de afiliados, y eso marca una gran diferencia. Además, acrecentó su apoyo con otros  9 partidos. Pero el candidato fuerte de la oposición –Falcón– tuvo también ventajas a través de la campaña mediática internacional a su favor y la que se hacía agresivamente contra el aspirante presidencial del Frente Amplio del Pueblo, según Oscar Martínez (El Universal, 19 de mayo de 2018:1-2). Por indemostrable esa acusación, pronto se desvaneció, y los perdedores, expresamente o por su silencio, reconocieron el triunfo de Nicolás Maduro. Uno incluso lo visitó en Palacio.

4.El mandatario electo se juramentó para su nuevo periodo presidencial el 10 de enero de este año, de manera democrática, legal y legítimamente y como resultado de un proceso electoral bien garantizado, con severas auditorias, apoyadas y vigiladas por los partidos opositores y presencia de técnicos y observadores extranjeros y nacionales. La grotesca autoproclamada presencia de otro “presidente de Venezuela” –del Sr. Juan Guaidó, que ni siquiera participó en el proceso electoral, pero sí en los actos terroristas de 2017 en Caracas— resulta entonces un cohecho parlamentario que solo puede hacer parte de un golpe de Estado o de un golpe de cuartel, totalmente ilegítimo, y, por cierto, ya fallido.    

5.Para desventura de Nuestra América Meridional, los gobiernos de Canadá, EEUU y algunos de la Unión Europea que desconocen la paz como valor supremo de las relaciones mundiales, e irrespetan la soberanía de los Estados, menospreciando las normas jurídicas nacionales e internacionales, han puesto en peligro, con su doctrina del “Todo Vale”, la estabilidad de nuestro continente latinoamericano y caribeño. No tengo duda alguna que si la intervención de esas potencias imperialistas y de sus gobiernos lacayos de la región, se da en Venezuela, lo cual no es improbable dados el irracionalismo y la ignorancia con que dirigen sus políticas externas, la guerra llegará por primera vez al misma territorio y poblaciones de los EEUU, Canadá y los países europeos involucrados en este nuevo crimen de agresión internacional. Y no habrá muro que la contenga.

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