¿Qué opinan del arresto de la Capitana Carola Rackete?, pregunté a unos amigos el viernes 28 de junio. Ellos no sabían de qué hablaba. Después de una breve explicación, sus comentarios fueron “los medios no informan esas cosas, ellos protegen el modelo en todo lado”. 

Estas opiniones sintetizan lo que sucedió en una semana en la cual la prensa reportó nada, poco o mal lo que sucedió en Honduras, un país al cual el Comandante del Comando Sur de Estados Unidos y 300 marines de elite llegaron para proteger a Juan Hernández, un presidente que había sacado a las calles al ejército después de que la policía se unió a las protestas que médicos, maestros y estudiantes estaban efectuando desde abril. 

Para proteger la ilusión de un “giro hacia la derecha” en América Latina, la prensa ecuatoriana tampoco informó detalles sobre el escándalo destapado por The Intercept Brasil, un grupo de periodistas de investigación que revelaron mensajes que demostraban que el juez Sergio Moro actuó en colusión con otros altos funcionarios de la justicia brasilera para acusar, encarcelar y mantener a Lula da Silva fuera de las elecciones presidenciales del 2018. 

En la semana pasada, la prensa hizo tantos silencios que recordarlos requeriría un artículo por cada oprobioso ocultamiento. Por ello, mejor centrémonos en la historia de la Capitana del Sea Watch, Carola Rackete, una valiente mujer alemana que rescató a 53 migrantes africanos el 12 de junio, mientras se encontraban a la deriva en balsas rudimentarias en el Mar Mediterráneo. Empecemos con algunos detalles de contexto.

Desde la caída del precio de las materias primas energéticas y minerales ocurrida en 2014, la migración de africanos hacia Europa incrementó notoriamente. El fracaso de los Estados africanos expulsa a miles de personas que huyen de las “guerras por recursos” fomentadas por Estados Unidos, Arabia Saudita, Francia, Italia y otras reminiscencias de imperios. 

Para contener el avance de los migrantes, los países de la Unión Europea ha implementado “centros de detención” en Europa y África. Con la nueva fase de la guerra civil en Libia, sin embargo, aquella estrategia de contención colapsó pues la “tercerización” de la seguridad europea no puede funcionar sin un cacique local (léase presidente) que pueda operar como intermediario entre los europeos y los empresarios criollos (léase mercenarios) cuyo negocio consiste en cobrar por la captura de migrantes antes de que lleguen a Libia, España o Italia. 

Ante el fracaso de las políticas comunitarias, las derechas europeas han perdido el miedo a aparecer como “políticamente incorrectas” ante las audiencias nacionales e internacionales. Ellas decidieron quitarse la máscara. Ahora, el racismo, la xenofobia, la misoginia y la intolerancia conforman una “ideología de limpieza” desvergonzadamente proclamada como necesaria (¡incluso por el Dalai Lama!) para que “Europa siga siendo blanca”.

En Italia, el Ministro del Interior, Matteo Salvini, propuso en 2018 el “Decreto Sicurezza”, una norma que les permite a las autoridades impedir que un barco con africanos rescatados en alta mar transite por aguas italianas o atraque en los puertos de ese país. Aunque esta ley contradice el derecho del mar multilateral, la infracción de la política de “puertos cerrados” implica sanciones económicas y prisión para el navío y sus tripulantes. 

A pesar de esta disposición, las organizaciones Sea Watch, Proactiva Open Arms y Mediterranea han continuado rescatando a los náufragos. Dado que estos migrantes no pueden ser devueltos a “puertos inseguros” en África, la Capitana Rackete ingresó en mar italiano con la intención de desembarcar en Lampedusa, una isla donde paradójicamente se encuentra “La Puerta a Europa”, un monumento en memoria de quienes murieron en el Mediterráneo. 

Mientras esperaba una respuesta de las autoridades italianas, Sea Watch estableció contactos con autoridades europeas y comunitarias para resolver la emergencia por la cual atravesaban los ocupantes del navío. Aunque algunos municipios alemanes habían aceptado la posibilidad de recibir a los náufragos, no se concretó nada, posiblemente ante el temor de sentar precedentes “nefastos” para la política migratoria de la Unión Europea. 

Desde el miércoles 26 al viernes 28 de junio, Salvini, ofendido por la osadía de una tripulación defensora de los derechos humanos, activó una campaña de desprestigio contra Sea Watch y la Capitana Rackete, quien fue calificada como pirata y criminal. Una vez condenada por el supremo líder de la extrema derecha italiana, las redes sociales estallaron en comentarios fascistas que evidenciaban los rasgos de lo que se está construyendo en Europa. 

“Hijita de papá”, “malcriada”, “izquierdista” o “vendida” fueron calificativos usados por quienes parecían reclamarle a Carola por haber traicionado a “los suyos”. Con toda la expresividad que permite el italiano, los mensajes connotaban mucha rabia hacia una mujer blanca que tiene tres títulos universitarios, que había osado ejercer una profesión masculina, que proviene de un hogar sin privaciones y que es ciudadana de un país sin crisis endémica. Pero los mensajes no solo trasmitían odio por traición a “la clase”. 

Horas después de atracar en Lampedusa, mientras las autoridades abordaban el Sea Watch para interrogar a los migrantes y arrestar a Carola Rackete, los mensajes destilaban “odio de género” y “odio por desacato a los roles tradicionales de género”. 

“A ti que te gustan las pingas negras, ahora si tendrás bastantes en la cárcel” es una de aquellas expresiones de la “porca miseria” que fomenta el capitalismo en quienes temen a cualquier cambio por mínimo que fuese. No hay otra forma de decirlo.

Pero, en vez de recontar lo que decían los y las fascistas, vale mejor concluir con un recuerdo positivo emanado de la celebración italiana del día del orgullo LGTBI en el sábado 29 de junio.

A pesar del cerco de las agencias internacionales de prensa, dos imágenes quedaron inscritas en la memoria colectiva que alimenta la esperanza y rebeldía. 

Mientras en una hermosa pintura el perfil de Carola aparecía retratado ondeando un cabello multicolor que flotaba como las olas del mar y sostenía al Sea Watch; en otro letrero se leía: “Oh Capitana, Mi Capitana, Orgullo de la Humanidad”. 

¡Y así es!… Ella adquirirá mayor dimensión histórica cuanto más los fascistas persistan en castigarla.

Mis respetos y solidaridad para ti, Capitana Carola Rackete.

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Ilustración de @paolaformica

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