Por Pedro Pierre
Estamos en un tiempo “bisagra”: Estamos al final del capitalismo que nos da más sino que nos lleva a enfrentamientos y guerras cada vez más mortales. Pero nos falta mucho todavía que poner en marcha un socialismo que lo sustituya… Esto nos exige ser mejores personas y ciudadanos. La dimensión comunitaria es absolutamente indispensable en este proceso.
APRENDAMOS A SER HUMANOS
Cuando nacemos somos un ser inconcluso, pero con enormes capacidades en espera de desarrollarse. Nuestra existencia consistirá en desarrollar armoniosamente estas capacidades. Vivimos en un ambiente desfavorable que limite y destruye nuestras capacidades de vivir y convivir armoniosamente por el caos que caracteriza nuestro mundo, la violencia que sufre nuestro país, la agresividad que se manifiesta entre nosotros, la desesperanza por una organización social que nos explota, nos confunde y nos deshumaniza.
Esta situación nos exige preguntarnos sobre el sentido de nuestra existencia y los valores de nuestra identidad de ser humano. A lo largo de nuestra vida, aprendemos muchas cosas, menos ser humano en su totalidad. En la escuela aprendemos a leer, escribir, conocer la historia, la geografía, la física, las matemáticas, la literatura, etc. Pero bien poco aprendemos a pensar, reflexionar y discernir. En la universidad aprendemos una o varias profesiones, nos capacitamos para ser buenos profesionales, nos especializamos en lo digital, etc. Pero no aprendemos a convivir los unos con los otros y con la naturaleza. Con las religiones aprendemos a obedecer a Dios sin darnos cuenta que, muchas veces, son nuestros propios deseos y voluntades que le prestamos a Dios.
El desafío actual es rescatarnos y cultivar lo que no hemos desarrollado: aprender a ser humano como debe ser. Esta tarea se podría resumir en desarrollar tres dimensiones que hemos marginado: pensar, convivir y autocrearnos. ¿Nos va a salvar la ‘inteligencia artificial?… Por supuesto que no. La mayor capacidad del ser humano es su conciencia: nos damos cuenta que existimos, pensamos, nos equivocamos, nos destruimos… La inteligencia artificial no tiene conciencia de lo que escribe. Es sólo una memoria organizadora de elementos sobre un tema particular a partir de un esquema predeterminado… Igualmente los robots.
En América Latina tenemos en la persona del brasileño Paulo Freire uno de los mejores pedagogos del planeta. La educación escolar nos enseña principalmente a ser unos buenos capitalistas, es decir, seres humanos troncados y distorsionados: individualista, competitivo es decir aplastador de los demás, cada vez más rico a costa de la destrucción de la naturaleza, materialista es decir falto de dimensión espiritual. Paulo Freire nos enseñar primero a pensar: pensar leyendo, pensar escribiendo, pensar calculando, pensar aprendiendo todo lo que se nos quiere enseñar en las aulas, es decir, aprender a saber quiénes somos, por qué existimos, a qué servimos, cuándo se es verdaderamente feliz…
El paso siguiente para ser más humano es aprender a convivir con otros y con todos. Cuando llegamos a la universidad, hay que seguir pensando, pero darnos cuenta que uno no está sólo, no vive solo, no aprende sólo, no crece sólo. Por lo mismo, tenemos que aprender a convivir, porque ‘ser humano’ es juntos ser y hacernos felices. Nadie está feliz sólo. Sentirse bien, no es felicidad, sólo es placer, lo que no está mal, pero no es más que la sombra de la felicidad. Existimos porque otros nos dieron la vida, la gestaron, la cuidaron, la cultivaron, nos la entregaron para que la llevemos a su plenitud. Ser humano es una tarea permanente, una dinámico inconcluso que se logra con los demás. El infierno no es más que la soledad absoluta. La felicidad es el regalo de las distintas formas de comunidad: comunidad familiar, comunidad de vecinos y de amigos, comunidad de profesionales, comunidad deportiva, cultural, étnica, nacional, espiritual…
¿Y lo de autocrearnos como ser humano? La palabra ‘humano’ viene de ‘humus’ que significa ‘tierra’, tierra fértil. La tierra, o sea, la naturaleza y el cosmos, es la cuna de la vida y del amor. Olvidémonos de un Dios fuera del mundo y fuera de nosotros. Dios está y es el mundo, la tierra, la naturaleza y el cosmos porque es la vida y el amor en nosotros y todo lo que nos rodea. El cosmos, la naturaleza, la tierra y el ser humano somos una misma realidad, una misma unidad de vida, de amor y de Dios. Eso es la tercera dimensión humana después del pensamiento y del convivir: Eso es la espiritualidad. Tenemos también que olvidarnos de decir ‘tengo vida’ y ‘tengo amor’; se trata de darnos cuenta que es la vida y el amor que nos abrazan y nos hacen vivir y amar: Somos una encarnación de la vida y del amor. Lo mismo con Dios: somos una parcela de Dios, una encarnación de Dios. Tal vez lo hayamos pensado en algún momento… pero el sistema social en que vivimos nos aleja de estas realidades: nos aleja de nuestra verdadera identidad, nos confunde sobre nuestro destino, nos engaña sobre la verdadera felicidad… Nos impide ser humanos, es decir, dignos por pensar críticamente, fraternos por convivir armoniosamente y creadores juntos de nuestra común felicidad sin límite, que incluya lo espiritual.
Nunca es tarde para comenzar y llegar a ser más humanos: comenzar a pensar, comenzar a convivir y comenzar a vivir con Dios adentro de nosotros, de los demás, de la naturaleza y del cosmos. Vale la pena intentarlo antes de que sea tarde. Es tal vez lo que más nos más hace falta: simplemente ser humanos en su totalidad.
LA BRÚJULA ES LA COMUNIDAD
Cuando miramos la diferencia de criterios entre los países del norte y los del sur encontramos una característica muy particular: Europa y Estados Unidos insisten en la primacía del individuo y América Latina y África sobre la primacía de la comunidad. Los países del norte se dejaron guiar por el lema individualista de la revolución francesa de “libertad, igualdad y fraternidad” y “los derechos del hombre y del ciudadano”, mientras los países del sur conservaron su herencia ancestral preferencialmente comunitaria. Por este motivo el sistema capitalista prosperó en el Norte gracias a la libertad individual sin límite de los empresarios a costa de la explotación ilimitada de los trabajadores. Esto es lo que nos trajo la colonización europea con el saqueo indiscriminado de los recursos naturales y los millones de muertes en las minas de oro y de plata de América Latina, sin contar las decenas de millones de esclavos traídos a la fuerza desde África.
Hoy esta situación influye en nuestra manera personal de actuar y elegir. Somos llamados a vivir comunitariamente porque todo el cosmos somos una sola unidas, pero nos volvemos individualistas, indiferentes y pasivos porque asumimos, muchas veces sin darnos cuenta, los criterios de la educación, de la religión y de los medios de comunicación que nos vinieron del Norte. Paulatinamente olvidamos nuestra herencia ancestral que insiste sobre el valor primordial de la comunidad. Muchas veces cuando tomamos una decisión importante, pasa lo que reza el dicho: “No hay que pensarlo 2 veces” y nos equivocamos. Nos limitamos a nuestro propio juicio y seguimos adelante sin consultar a nadie, sin conversar con las personas cercanas, sin mirar el camino de la historia que nos habita. Poco a poco desaparecen las experiencias comunitarias… y peor ahora con el teléfono celular que está en todas las manos…
Sin darnos cuenta nos dejamos manipular por la moda del momento, el interés del día: Perdemos el sentido de la vida. Hasta perdemos nuestra capacidad de decidir porque pensamos, decimos y hacemos lo que piensa, dice y hace el montón. Perdemos nuestra identidad de ser humano y dejamos de valorar los múltiples talentos que tenemos. Estos talentos marginados dejan de ser un enriquecimiento para los demás, porque nos dejamos llevar por el pensamiento único. Nos vaciamos de nuestras riquezas interiores y de nuestras sabidurías. Sólo un volver a la dimensión comunitaria nos permitirá reconocer nuestros valores personales, nuestra identidad profunda, nuestra capacidad de decidir mejor gracias a los criterios de los demás.
Tenemos que diferenciar el grupo de la comunidad. A lo largo de nuestra vida conformamos muchos grupos que son momentáneos. La comunidad es un grupo estable que nos permite construir muestra manera de vivir, de pensar, de creer, de tomar decisiones importantes. Cada una y cada uno de nosotros somos únicos, llamados a desvelar y hacer visibles y eficaces las diversidades que nos habitan: Somos un gran arcoíris de colores que se funden las unas en las otras, pero donde cada una conserva su brillo. Somos una inmensa sinfonía de la que cada uno somos un instrumento indispensable.
Las religiones insisten en el valor insuperable de la comunidad, porque juntos descubrimos la belleza de la vida, el valor de cada uno, la grandeza de la verdad. Si nos quedamos solos, nos limitamos a nuestra pequeñez individual: La comunidad nos demultiplica sin que perdamos nuestra originalidad. En un mundo cada vez más complejo, caótico, violento y descarrilado, la comunidad nos ayuda a interpretar los acontecimientos, descubrir lo duradero entre lo pasajero, trabajar por la paz en medio de tantas guerras y tantos atropellos, reconocer donde está la verdad. La comunidad es el criterio de la verdad. Nuestra subjetividad individual, a lo largo, nos esconde el camino correcto: La comunidad nos va a ayudar a reconocer el camino correcto, la decisión precisa, la acción certera.
Tal vez lo más bonito de la comunidad sea la celebración. De vez en cuando decidimos mirar atrás y recodar el camino recorrido, no para decir que lo de ayer era lo mejor, sino para decir, proclamar, cantar, bailar lo que nos pareció bonito, amable, esperanzador de lo vivido. Celebramos el presente rico del pasado de todos y preñado de mucho futuro. Celebramos lo mejor de nosotros, en particular de los que no son nadie pero que aportan muchos. Reconocemos allí que crece el Misterio de la Vida, que se nos acerca la Fuente del Amor, nos inunde la Fuerza de la Espiritualidad. Allí están nuestros sellos de garantía como persona humana. Estamos plenamente seguros que, a pesar de los desastres, las desgracias, los fracasos y las destrucciones, este Misterio, esta Fuente y esta Fuerza siguen avanzando y creciendo en nosotros, pero mucho más si vivimos en comunidad.
¡Felices nosotros si no dejamos nunca la comunidad porque es nuestra salvación, nuestra felicidad y nuestro destino definitivo! Seremos uno en todos y todos en uno… Eso es el desafío a comenzar a vivir cada día y cada momento.