Por Gonzalo J. Paredes
El mundo ideal, todos lo anhelan, pero pocos comprenden lo que significa. Muchos de los que soñaron con esa jerarquía del “estado de las cosas” fueron elegidos por la historia, aunque algunos fenecieron. La política, el arte de lo posible, no necesariamente es ese mundo ideal, sino la supervivencia de las ideas, de los principios, de lo imprescindible. Las acciones humanas están sujetas aideas y principios. Sin embargo, estos pueden estar subordinados a lo imprescindible, momentáneamente.
Al final de la primera vuelta por la presidencia de la República, ese sueño ideal fue la alianza de la toda la izquierda, una fuerza arrolladora contra el neoliberalismo: el progresismo en la costa, la socialdemocracia en la capital y la izquierda con base en movimientos sociales,predominantemente étnicos, en el resto del país. Un guiño de ojo surgió desde Rafael Correa con la Revolución Ciudadana como primera fuerza política.
No obstante, el alcance de ese mundo ideal se ve achicado por los obtusos. No puede existir pactos o alianzas con quien desconoce tu espacio en el escenario político del país y te reitera que no eres lo que dices ser, con quien te quiere echar abajo. Eso ocurre en Pachakutik, dirigentes (no todos) piensan que la mejor estrategia política de sostenibilidad en el electorado a través del tiempo es desaparecer al correísmo. El líder de esta obstinación es Salvador Quishpe y con esto le negó a su movimiento la posibilidad de asumir la presidencia de la Asamblea Nacional. Tal fue su intransigencia que solo se percató de esta un día antes de la inauguración de la sesión plenaria. Tóxico conductor político. Guadalupe Llori declaró en Pichincha Universal la existencia de “estirones de orejas”.
El viernes 14, estallaron las redes sociales con negativas acerca del acuerdo de UNES con el Partido Social Cristiano (PSC). La base y militancia de la Revolución Ciudadana no fue la excepción y catalogó como desafortunado y decepcionante el pacto. Memoria frágil (o inexperiencia política) no comprender que jamás se hacen alianzas con quien te quiere destruir. Además, está fresco el escenario donde la Revolución Ciudadana fue ignorada y desplazada de la toma de decisiones de la anterior Asamblea Nacional. Acaso, ¿una organización debe perder su capital político por un ideal negado por las otras partes que conforman la suma de las voluntades (PK e Izquierda Democrática)?
Salvador Quishpe señaló una y otra vez que el movimiento Revolución Ciudadana no es progresista, no es de izquierda, repudió la votación alcanzada por esta en las últimas elecciones y a sus 49 asambleístas, desconoció la inocencia de Jorge Glas (evidente entramado judicial), la lucha contra el “Lawfare” y la persecución del gobierno de Moreno y de María Paula Romo. Si alguien quiere explicar por qué en Ecuador la izquierda no se ha unificado en un solo frente contra el neoliberalismo puede empezar por las obsesiones de Quishpe.