Por Fernando Casado
Como veedor internacional el pasado domingo 21 de abril tuve el honor de ser testigo del desarrollo de la consulta popular para elegir los proyectos elaborados por las comunidades de Venezuela. La importancia de la consulta radica en que los proyectos que resulten elegidos deberán ser financiados por el gobierno central de forma obligatoria. Fui parte del grupo de veedores que visitaron distintos colegios electorales de las zonas de Santa Rosalía y El Valle en Caracas, pero en todo el país fueron habilitados 4.500 centros electorales comunales para elegir un número equivalente de proyectos, que fueron seleccionados entre un total de 47 mil a lo largo y ancho del territorio venezolano.
Más allá de los fríos números, fue una experiencia inolvidable ver el entusiasmo con el que muchas mujeres y algunos hombres, líderes locales, explicaban con elocuencia a un anonadado grupo de extranjeros como era su vida en la comunidad, la dureza de los últimos años de lucha contra las sanciones de Occidente, las necesidades que de forma colectiva habían decidido solucionar y la certeza de ser parte de un proceso histórico de transformación social.
Todos los proyectos planteados buscaban mejorar la vida cotidiana de los pobladores de las comunidades, desde mejoras en el servicio de agua y electricidad, pasando por la construcción de viviendas dignas o la recuperación de espacios públicos. Una vez escrutados los resultados el gobierno estará obligado a bajar los recursos para el financiamiento de los proyectos, pero solo eso, de su ejecución y la contraloría del destino del dinero también se encargará la comunidad. Más democracia y empoderamiento de la gente para la solución de problemas prácticos, curiosa fórmula cuando las democracias representativas están en decadencia.
Pero esos proyectos que fueron votados en Venezuela en la consulta popular del domingo, no se dieron por generación espontánea, son el resultado de un proceso de consolidación de la participación comunitaria a través de los años, son los frutos que va dando el proceso de crecimiento de la Revolución Bolivariana.
Comuna o nada, solía decir el presidente Chávez, las organizaciones embrionarias fueron los comités de aguas, los de tierras urbanas, que dieron en su momento solución por fin a problemas enquistados desde el nacimiento mismo de las comunidades. Conforme se iba solucionando un problema, el listón se colocaba más arriba, hasta que las comunidades empezaron a constituirse en comunas y el estado comunal empezó a verse de forma cada vez más nítida en el horizonte. Hoy en día las comunas están a cargo de una variada cantidad de ambiciosos proyectos, como los agroproductivos que persiguen alcanzar el objetivo de la soberanía alimentaria en Venezuela, un país todavía altamente dependiente de la renta petrolera.
La celebración de la consulta del 21 de abril cristaliza con éxito el modelo comunal en Venezuela y el cambio de varios paradigmas considerados en las democracias Occidentales parte del sentido común.
El primero de los paradigmas que ha caído tiene relación con el sistema de gobierno y el consenso existente en torno a que la democracia representativa liberal en el contexto de la complejidad y envergadura de los Estados actuales, es el mejor de los sistemas posibles, o dicho de otra manera, el menos malo. La democracia comunal demuestra que es posible la participación en la toma de decisiones que afectan de forma directa la vida y dignidad de los habitantes de un determinado territorio. La democracia representativa, aquella en la que el pueblo toma solo la decisión de elegir a quien va a tomar las decisiones, inició su andadura a finales del siglo XVIII y ha marcado con sus oleadas y retrocesos la historia contemporánea de Occidente. Hoy podríamos decir que vive sus horas más bajas, la crisis de la hegemonía occidental frente a la emergencia principalmente de China, pareciera ir de la mano de la crisis de la democracia representativa que de forma paulatina da paso a formas de gobierno cada vez más autocráticas. La desconexión entre la institucionalidad del Estado y la ciudadanía es cada vez mayor, las necesidades insatisfechas se profundizan y en consecuencia la desafección por la democracia. Frente a esta caída en espiral hacia el desastre, una alternativa real y virtuosa es la democracia comunal.
El segundo de los paradigmas que se derrumba es de carácter cultural. Nuestras sociedades democráticas se han caracterizado por el conformismo de los ciudadanos, que encuentran en los logros materialistas individuales el éxito y la realización. La praxis que se desarrolla en la comuna cambia las lógicas imperantes, torna el individualismo en colectivismo y el conformismo en compromiso. Los espacios de discusión en la comuna se tornan en nuevas ágoras donde se decide el futuro de los pobladores.
Finalmente, el tercero de los paradigmas en desmoronarse tiene que ver con la más íntima estructuración de nuestras sociedades, el patriarcado se torna en un matriarcado renovado. La vida comunitaria es mayoritariamente liderada por mujeres, entre un 70 y 80% de quienes ejercen la democracia comunal son mujeres, quienes identifican los problemas y ofrecen las soluciones.
Federico Engels en su celebre obra “El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado” nos presenta la hipótesis de que las primeras sociedades humanas eran matriarcales, gracias al poder mágico de las mujeres de dar a luz perpetuando la especie se encargaban de la organización de la comunidad, no existía la propiedad privada y los bienes obtenidos por el grupo eran asignados según las necesidades de cada miembro, se practicaba la poligamia y la crianza de los niños era colectiva. Al parecer éramos felices. Los problemas comenzaron cuando en algún momento surgió la propiedad privada, un hombre mezquino quiso asegurarse de entregarle sus posesiones a un heredero y para ello tuvo una mujer, a la que obligó a tener relaciones sexuales únicamente con él, para tener la certeza que el vástago fuera realmente suyo. De esta forma, junto a la propiedad privada surgió el patriarcado, la monogamia, las diferencias sociales y todas las miserias sociales que sufrimos hasta el día de hoy. El nuevo matriarcado comunal es la vuelta a un pensamiento colectivo, que tiene en cuenta las necesidades de la comunidad y prioriza su atención, se van atenuando los errores que trajo consigo el patriarcado.
Sin duda estamos ante un fenómeno social con rasgos civilizatorios, pero no es completamente nuevo, el estado comunal venezolano se nutre de experiencias anteriores, como por ejemplo los presupuestos participativos que se originaron a finales del siglo pasado en Porto Alegre. Sin embargo, la envergadura con la que se ha difundido y consolidado la participación en toda Venezuela, han convertido a los consejos comunales y las comunas en un laboratorio social inédito. Su importancia muy probable que la supervivencia de la especie humana en el futuro dependa de iniciativas solidarias y sostenibles como la democracia comunal que está desarrollándose en Venezuela.