Por Luis Herrera Montero

En diversidad de textos se señala que la democracia es el gobierno del pueblo, entonces no le pertenece a ningún individuo, sino a una colectividad dispuesta a decidir y a ejercer el poder. Lo que sucede hoy en Ecuador debe analizarse si es verdaderamente democrático. La votación lograda por Daniel Noboa no es otorgada por ningún interés que beneficie el bien común ni es gestada por el colectivo pueblo, sino que representa uno de los más extremos privilegios individualistas. Entonces quienes apoyaron y han apoyado a oligarquías son gente movida por intereses individualistas. Ese es un problema que debemos abordar profundamente. Grandes electorados no son necesariamente democráticos, porque la educación capitalista les ha impuesto mágicamente el individualismo puro, que no significa pueblo y peor bien común. En cambio, la votaciones logradas por los colectivos de Revolución Ciudadana y Pachakutik van más allá de la figura individual de sus candidaturas, porque cuentan con proyectos de país y se perfilan hacia la corresponsabilidad ciudadana para sacar a Ecuador de la pobreza,  de la destrucción del bien común o público y de la violencia narcoterrorista. Los oligarcas solo tienen el lucro privado como proyecto de gobierno y Estado, pero muchos ecuatorianos y ecuatorianas no se percatan de esa manipulación, porque las oligarquías son hábiles para posicionar mentiras como verdades. Ese es el gran desafío para abril del 2025. ¿Somos pueblo o individuos manipulados?

El contexto mundial no nos es favorable, democráticamente, por nuestra aguda dependencia al imperialismo neoliberal estadounidense. La política internacional de Estados Unidos hace unas dos décadas que viene en franca degeneración por su marca neoliberal y fascista. Trump hoy está demostrando su afán imperial desde el fortalecimiento de prácticas políticas totalitarias. Está empeñado en enfatizar medidas que agraven las posibilidades de reconstrucción que puedan hacer los gobiernos progresistas en América Latina, por su diferenciación con el modelo neoliberal y sus graves consecuencias para nuestros pueblos, dentro de los cuales están también las poblaciones migrantes. Afortunadamente,  las fuerzas sociales en Colombia, México, Brasil y Uruguay aparecen como ejes de lucha,  que sostienen el bien público, la salud, la buena educación y el fomento económico. Mientras que el neoliberalismo imperialista provoca incrementar el desempleo y la pobreza extrema, la destrucción de la salud y educación públicas, la narcoviolencia y los asesinatos a diestra y siniestra: lo malo de las estrategias neoliberales y fascistas es que consiguen niveles de popularidad que no podemos ignorar.

Nuestro país está sumergido en una dolorosa realidad. Desde el retorno al neoliberalismo todos los indicadores de bienestar se encuentran seriamente afectados por el desmantelamiento de lo público y de las economías familiares. Los resultados electorales últimos dejan en claro que la unidad del pueblo debió consumarse antes y se ganaba ya en primera vuelta. Nos toca afrontar una segunda y nuevamente dicha unidad resurge como condición a no ignorar. Para motivar la unidad asoma como necesario retomar los contenidos de un artículo que yo escribiera sobre realismo y utopía, donde se explica que la reforma y la revolución no pueden entenderse en forma disociada. En el texto se realiza una comparación de los aportes de nuestro Bolívar Echeverría en diálogo con otras corrientes filosóficas. El ejemplo más crítico de disociación entre reforma y revolución sucedió trágicamente unos años antes de la Segunda Guerra Mundial; la social democracia alemana y el partido comunista, de la misma nación, fueron incapaces de llegar a entendimientos, desmerecieron la necesidad de una negociación electoral que evitara el triunfo del nazismo, pues sus votaciones unidas lo superaban. Lamentablemente, no sucedió y las consecuencias fueron fatales. En esa época la social democracia contaba con mayor votación que el partido comunista. El escenario actual de Ecuador asoma en similares condiciones,  sin duda alguna, aunque sean dos contextos sociohistóricos diferentes.

La ciudadanía en general está agotada de sus condiciones de pobreza y desatención, además de sufrir diariamente la extorción y el sicariato por la arremetida del narco terror, como nunca antes había sucedido. Demonizar al gobierno progresista de todo esto no tiene respaldo en datos ni en investigaciones serias. El problema es que un gran porcentaje del electorado se tragó tal demonización como verdad y sin voluntades para descubrir que las clases pudientes del país los han manipulado. De este modo, han preferido instalarse en una mentalidad subordinada a quienes están por terminar con el porvenir del pueblo ecuatoriano. Afortunadamente, muchos nos encontramos en la otra vereda, intentando provocar que mucha gente cruce la calle y deje su condición de marionetas. En apenas dos meses resulta muy difícil que los márgenes electorales de las derechas sean reducidos en forma notoria, pero algo contundente debemos imaginar y concretar. Lo que si debemos garantizar es la unidad de las izquierdas y progresismos, para concretar un triunfo que es de urgencia nacional.

Hacer la revolución es un propósito que requiere de largos plazos, pero sin perder de vista que en los plazos inmediatos casi siempre asoman contextos difíciles para los pueblos. Tampoco procedería perder el horizonte y quedarnos solo en la actualización del desarrollismo; es decir, no podemos desencontrar a la revolución con la reforma, como tampoco a la utopía con el realismo. ¿Si el debate se queda en qué sector tiene la razón? Nos fregamos, porque puede llevarnos a una grave fragmentación. No cabe desconocer, por consiguiente, a la nueva CONAIE, que ha proyectado su capacidad movilizadora a los niveles más altos de participación en la historia del movimiento indígena. Nos recordó que la lucha dignifica, aunque las movilizaciones no lograron proyectarse más allá de lo coyuntural y los gobiernos oligárquicos han terminado imponiendo lo contrario a lo propuesto por dichas heroicas movilizaciones. También sería un error desconocer al progresismo, que ha logrado dos relecciones en una sola vuelta, pero ha perdido dos segundas y está pendiente una evaluación a profundidad sobre las estrategias que eviten una tercera derrota. Por lo dicho, sin excepción alguna, requerimos desaprender y reaprender en términos filosóficos y políticos para poder consolidar un proceso viable de negociación, que lleve la pueblo a derrotar democráticamente a la oligárquica familia Noboa.

Con urgencia debemos ganar en abril de 2025. No solo en términos del poder ejecutivo, sino también en la Asamblea Nacional. Se trata entonces de superar los graves desviaciones instituidas en el 2017. La gobernanza, para reconstruir el país y bajar los niveles de crecimiento electoral de la derecha, debe concentrarse en procesos unitarios, en la reorganización del poder ejecutivo y en asegurar una mayoría sostenible en el poder legislativo. Seguramente de un lado se dirá que sin recursos de una minería ambientalmente sustentable no es viable la recuperación del Estado y de la sociedad. De otro lado,  se argumentará que lo ambientalmente sostenible no existe en ningún proceso de minería extractivista transnacional. Este tema es medular en una negociación. Ningún sector puede imponerse, pues se provocaría la división y el triunfo de Noboa sería inevitable en los poderes ejecutivo y legislativo; con ello, perderíamos la oportunidad de recuperar el bien público, se vendrían los peores proyectos extractivistas y el narco terror seguiría matando a diestra y siniestra, manteniendo al país entre los más violentos del mundo. Entonces, requerimos desaprender y reaprender para una negociación que asoma compleja y que requiere plazos muy cortos; por tanto,  se trata de que en RC y en la CONAIE acuerden primero sobre la situación de emergencia con el más alto sentido de corresponsabilidad colectiva, dentro de sus espacios internos y también fuera de ellos.  

Nuestra Constitución de 2008 tiene muy bien articuladas la utopía, el realismo, la reforma y la revolución. Es un marco jurídico político realizado colectivamente, con base en trayectos y procesos de lucha de relevancia histórica para nuestros pueblos. Se logró marcar la cancha para una institucionalidad estatal verdaderamente democrática. En cuanto al horizonte, tenemos al buen vivir, la interculturalidad y la plurinacionalidad, pero también se cuenta con la normativa reguladora para las acciones y la operatividad. Sin embargo, todo lo que hagamos debe estar sujeto a modificaciones porque la realidad nunca para de cambiar; por tanto, procede implementar reformas sin alterar el sentido revolucionario de la carta magna. Es decir, no está justificada una nueva Asamblea Constituyente, sino solamente ejecutar acciones para mejorarla. Una nueva Constitución, bajo las actuales correlaciones de las fuerzas políticas, podría devenir más bien en todo lo contrario a contar con un mejor marco constitucional. El riesgo sería pasar de una normativa de evidentes contenidos revolucionarios a una de corte desarrollista capitalista o, incluso, con distorsiones neoliberales, pues las derechas hoy tienen mucho más poder que en el año 2007. La actual carta magna cuenta con principios y normas que atacan al neoliberalismo, se debe sostener dicho espíritu y prevenir riesgos que a poco lamentaríamos. Las derechas siempre han querido marcos constitucionales alineados a sus intereses y podrían conseguirlo con las actuales correlaciones de fuerza; los dos últimos comicios les dieron victorias presidenciales con un 52% de apoyo y en el actual Noboa pasa a segunda vuelta con un importante 44. 16%.

Ahora, en la unidad los actores de la izquierda garantizan que las organizaciones sociales y sus intelectualidades orgánicas estén contempladas. Por el lado del progresismo, también se cuenta con intelectuales y organizaciones de izquierda, pero con la participación, a su vez, de empresarios dispuestos a aportar con un gobierno antineoliberal. Varios sectores hemos propuesto la conformación de un gran Frente Antineoliberal. Debemos comprender que muchos votantes dentro del 43.98% logrado por RC, en esta primera vuelta, no necesariamente responden a una identidad de izquierda. Hay empresarios con sentido de patria y nación que no se alinean con el neoliberalismo, porque tampoco son oligopolios y saben que los intereses del imperio estadounidense tienen una larga historia de perjuicio para el desarrollo y progreso de la industria nacional. No olvidemos que hay electores que no apoyaron a ADN y que podrían estar inclinándose por la unidad entre RC y Pachakutik.

He escrito sin detallar nombres, porque los pueblos no se comprenden por sus nombres individuales, sino por decisiones colectivas para empoderase de la democracia y hacer del gobierno una exigencia que nunca abandone el proyecto de transformar la realidad hacia horizontes de justicia social, solidaridad y libertad corresponsable. Solo así otorgaremos sostenibilidad al bien común. La revolución nos ayuda a que el horizonte siempre nos proyecte al devenir, pues las utopías también siempre deben reconstruirse. Ahora, no es suficiente solo contemplar el horizonte, mientras lo visualizamos, nos urge ir concretando reformas que permitan superar procesualmente al capitalismo y su orden de privilegios oligárquicos. Termino diciendo que mientras más colectivas sean las transformaciones,  democracias participativas se pondrán en práctica: necesitamos una nueva pedagogía de la política, que atraviese todo nuestro sistema educativo, con el propósito de superar la manipulación neoliberal de estos ocho años.

En conclusión, la democracia es un indispensable diálogo entre movimientos sociales y progresismos: al neoliberalismo lo derrotamos con un cambio civilizatorio, pero esta nueva civilización pasa por una recuperación del sentido soberano de la nación, sin perder de vista el horizonte de plurinacionalidad como unidad de lo diverso, pero sin dejar de priorizar la urgente necesidad de reestructurar un Estado en destrucción. El pueblo unido jamás será vencido.

Por RK