Por Pedro Pierre
La situación del país se vuelve cada vez más catastrófico e inaguantable para la mayoría de los ecuatorianos: ¿Adónde vamos a parar si no detenemos el sistema neoliberal que nos está matando? “Reencendemos la llama” que espera bajo las cenizas de las ruinas que se acumulan y se seguirán acumulando si no nos decidimos.
¿A DÓNDE VAMOS A PARAR?
Acontecimientos desfavorables se acumulan viniendo de todas partes y sus causales apuntan principalmente al gobierno. El costo de los productos aumenta sin parar. La delincuencia sigue sembrando sus muertes por todo el territorio nacional: dos veces más que el año pasado en los 4 primeros meses del año. Los problemas en las cárceles del país no cesan. Las preocupaciones de los pequeños productores y pequeños artesanos crecen de manera abrumadora. La clase media paga más y más impuestos. El ministerio de Relaciones Exteriores no da abasto a la demanda de pasaportes para salir del país. Nunca se había visto tan pocas obras del parte del gobierno nacional. Los salarios de ciertos empleados del Estado, como en la salud por ejemplo, son impagos desde 6 meses. El desempleo llega a más del 70% de los ecuatorianos en edad de trabajar: 3 familias sobre 4 no tienen ninguna seguridad para la comida diaria. Los escándalos de cobro de matrículas para volver a clases presenciales son generales. Las medicinas en los hospitales están ausentes. La gasolina aumenta regularmente. La corrupción avanza campante a todos los niveles de la sociedad y los paraísos fiscales se llenan de dinero ecuatoriano, sin ninguna vergüenza ni fiscalización. La conducción de la Asamblea Legislativa es de la más caótica, para dar gusto al gobierno e impedir que se desbanque a su presidenta, sostenida contra vientos y mareas por el gran apoyo de Pachakutik, el partido de los Indígenas que se perdió, junto a la CONAIE, en el laberinto neoliberal. Julián Assange, asilado con la nacionalidad ecuatoriana en nuestra embajada de Londres, que fue entregado por el gobierno morenista, en medio de la estupefacción mundial, al gobierno de Inglaterra, está listo para su entrega a Estados Unidos. Por tercera vez se niega la acogida de una boleta de captura internacional emitida en contra del ex presidente Rafael Correa, ahora en Bélgica cuyo gobierno aduce que se trata de una persecución política por una justicia corrupta. Hemos llegado a un tope en el descalabro nacional nunca antes alcanzado.
Cosechamos lo que estamos sembrando desde 6 años al aceptar la traición de Lenin Moreno y confirmarla luego en las urnas en una consulta mañosa que nos buscaba otra cosa que desbaratar la organización estatal a favor de los grandes de siempre. Hace un año elegimos a un presidente neoliberal cuya meta era profundizar el camino emprendido por su predecesor, o sea, la venta del país al mejor postor y lo hace terriblemente bien. Un puño de ecuatorianos se enriquece a costa del empobrecimiento creciente de la inmensa mayoría. Un sinnúmero de ecuatorianos acoge impasible el odio, el engaño y las mentiras que siembran a diario los medios de comunicación comerciales al servicio del neoliberalismo. Estos ecuatorianos siguen creyendo, 6 años después, que todavía en todo “la culpa es de Correa”, cuando la realidad es que los 10 años de la revolución ciudadana son reconocidos como los mejores para el Ecuador por numerosos de países alrededor de todo el mundo. Estamos equivocadamente “todos contra uno”, mientras seguimos ciegos con una verdad que salta a los ojos porque “no se puede tapar el sol con un dedo”: el neoliberalismo nos está acabando.
¡Felizmente Jorge Glas ha salido de la cárcel después una persecución implacable de 6 años, secuestrado por una justicia venal que nunca pudo demostrar las acusaciones que se le hacía! ¡Demasiada desgracia que se trató de ahogar mediante los vivas de las y los que los ovacionaban en su recorrido entre la cárcel de Latacunga y su hogar en Guayaquil!
Hace exactamente 30 años en el Documento episcopal latinoamericano, los obispos de nuestro continente reunidos en Santo Domingo, República Dominicana, insistían en el compromiso político de los cristianos: “Esta preocupación de coherencia entre la fe y la vida ha estado siempre presente en las comunidades cristianas. El apóstol Santiago (2,4-16,26) escribía: «La fe, si no tiene obras, está realmente muerta» … La falta de coherencia entre la fe que se profesa y la vida cotidiana es una de las varias causas que generan pobreza… Los cristianos no han sabido encontrar en la fe la fuerza necesaria para penetrar los criterios de la organización de la convivencia social, económica y política de nuestros pueblos.”
¿Qué más habremos que sufrir para despertar, darnos cuenta del engaño, enfrentar el sistema que ha logrado al máximo hacernos ciegos, sordos y mudos? Porque, al no organizamos para cambiar las cosas, lo vamos a sufrir mucho más todavía. Si seguimos cómplices del neoliberalismo, los que nos gobiernan mediante la complicidad de muchos, estarán muy satisfechos de seguirnos engañando, oprimiendo y matándonos con hambre y con balas, fortaleciendo nuestra inconciencia, nuestro individualismo, nuestra pasividad y el “sálvese quien pueda”. Mientras no reconozcamos nuestro valor y nuestra capacidad de sustituir este sistema neoliberal, mientras no nos damos cuenta que nuestros mejores sueños son los sueños de Dios, mientras no decidimos vivir de pie y con dignidad, seguiremos siendo mediocres, cobardes y faltos de fe en un Dios que nos ha creado para una vida feliz mediante la fraternidad. Y nos hundiremos en el infierno de la desesperanza y de la muerte que estamos construyendo nosotros mismos…
REENCENDER LA LLAMA
El gran mensaje de la recién Semana santa es que ‘hasta de la muerte puede salir vida’, a imagen de las brasas bajo la ceniza. Por lograr reencender la llama hay que separar la ceniza, poner unos palitos y soplar sobre las brasas. Siempre pueden renacer la esperanza y la dignidad.
Cuando miramos la situación de nuestro país, en particular la de los sectores más desfavorecidos, vemos mucha muerte y mucha ceniza. Las muertes violentas proliferan por todas partes porque hay un sistema de gobierno que despoja a los pobres y a la clase media, no se preocupa de crear empleo, reduce los gastos sociales como nunca, coopta todas las funciones del Estado, nos deja indefensos frente a los atropellos de toda clase… y todo eso para aumentar las riquezas de una minoría de privilegiados. La presidenta de la Asamblea se dedica a favorecer la aprobación de leyes que legitiman este robo descarado, la explotación de los trabajadores, el aumento de los impuestos, la fuga de capitales… Eso era de prever cuando elegimos a un banquero como presidente, tal como lo dejaba entender durante la campaña. Los sectores populares están abandonados a su mala suerte y mucha gente, como en tiempo del feriado bancario, busca salir del país para encontrar mejor suerte en algún país extranjero. Hay mucha ceniza que quitar de los hombros de muchos ecuatorianos para reencender unas llamas de esperanza en un país donde se reparta un poco más equitativamente los bienes y las riquezas que producimos.
… Porque las brasas están allí, esperando. La pobreza como miseria es el peor de los males porque destruye lenta y seguramente a las personas, su dignidad y su autoestima. Por la pobreza no comen sanamente, no se curan adecuadamente, se reduce a las personas a la inutilidad, al subdesarrollo físico, intelectual, cultural… Se condena un país a autodestruirse, se facilita la corrupción descarada, el robo legalizado en las instituciones, la violencia física, la dominación de unos pocos sobre muchos… Nunca el precio del petróleo ha sido tan alto. Nunca, nos dicen, la recaudación fiscal ha sido tan importante. Nunca como ahora los migrantes han mandado tanto dinero al Ecuador. Nunca hemos estado en condiciones peores.
Mientras tanto hay grandes riquezas humanas y posibilidades sociales escondidas en la mente y el corazón de las personas. Todos tenemos pequeños y grandes talentos que se pierden si se no quita la posibilidad de desarrollarlos y ponerlos al servicio de los demás. Por eso que el papa Francisco afirma que este sistema neoliberal es “criminal y terrorista”. La mayoría de los ecuatorianos sobreviven porque conservan valores familiares que les permiten ayudarse, acompañarse, protegerse mutuamente. La mayoría de los ecuatorianos conservan este sentido hereditario de comunidad, es decir, de tender la mano a aquel que la está pasando mal, compartiendo lo poco que tiene, dando aliento y consejos, animando a seguir enfrentando las dificultades. Las brasas de la esperanza siguen vivas y sólo esperan transformarse en llamas.
Felizmente por muchas partes vemos la conformación de pequeños grupos, asociaciones, comités, organizaciones, comunidades… que inventan nuevas maneras de vivir y convivir, mejorando su manera de comer, de proteger su salud, de cuidar el medio ambiente, de entender la catástrofe que se nos impone, de formarse y organizarse para defender sus derechos, promover el bien común, organizarse para protegerse de tanta maldad que nos rodea. El papa Francisco impulsa a los católicos a renovar las parroquias y las diócesis para que desaparezca la comodidad excesiva, la reducción de la fe a un espiritualismo individualista, el autoritarismo de muchos sacerdotes y obispos… Invita el papa a abrir nuevos caminos regresando al mensaje y testimonio de Jesús de Nazaret en favor de los pobres y del Reino que vino a inaugurar, un reino de Dios en la tierra hecho de relaciones fraternas, justas, equitativas, inclusivas… Eso es la leña que permite a las brasas transformarse en llamas y aportar el fuego que necesitan nuestros corazones y nuestras mentes para hacer retroceder la miseria, la indiferencia, la insolidaridad, el egoísmo, el derroche…
Necesitamos las llamas de un fuego interior que renueva nuestro espíritu y nuestra mente para curarnos de las tentaciones del individualismo y el consumismo. Un fuego interior que madure las virtudes dormidas en cada una y cada uno de nosotros. Que lo mejor salga a flote y sepamos reconocernos como hermanos que necesitamos unos de otros para salir adelante y vivir mejor. Necesitamos ese fuego interior que se transforme en organizaciones que velen por el bienestar de todos y exijan transformaciones estructurales y sustitución del actual sistema neoliberal. Un fuego interior que habite y despierte a nuevos líderes capaces de ser autoridades al servicio del bien común y de una patria donde quepan todas y todos.
Esa es la braza escondida en muchas y muchos de nosotros. Aprendamos a reconocer estas brazas dormidas en nuestras mentes y corazones, para que despiertan en llamas de esperanza que destruyen la maldad, la nuestra, la ajena, la estructural y calienten los ojos y el corazón de varones y mujeres que construyan un futuro digno de la vida y el país que nos merecemos. Una vida feliz es siempre posible si nos unimos, despertamos y encendemos las llamas de un futuro mejor, porque eso es nuestro destino, más allá de las cenizas de la maldad y de la muerte.