Por Pablo Carrillo Hernández

UNO

─ ¡Aquí está tu ser humano ¡─ Dijo. Y lanzó en medio de La Academia un pollo desplumado. Platón palideció. Horas antes había proferido que la definición de ser humano era: “un bípedo implume”. En esta anécdota de Diógenes el cínico hay una cosa que me gustaría puntualizar: el cinismo es el arma más grande en contra de todo poder establecido. El humor, la ironía y el sarcasmo son cuchillos que llegan hondo, tanto, que poco o nada puede hacer la víctima.

En nuestros tiempos, plagados de censuras políticas que igualan la superficialidad de la pornografía, es importante reírse. Lo políticamente correcto, al igual que la pornografía, son capitalistas, hegemónicas y carecen de gusto, aunque no de funcionalidad: más aún cuando se utiliza discursos contra capitalistas para consolidar una posición política que le hace el juego al poder establecido. Mi intención no es invalidar ningún tipo de militancia política, cada quién decide que tragedia vivir, a más de la que ya nos envuelve y nos escupe con impunidad. Hablo de todo esto, porque me invitaron a ver una obra del grupo Furia y Teatro. Nombre ostentoso, si no dan la talla del zapato. Pero no es el caso. La obra en cuestión se llama ¡Mamma Mia Ke 15 K! Trata de dos comentaristas deportivos que locutan y comentan la icónica carrera 15 K de Quito.

 Un argumento simple, que se complejiza tanto por la trama de la situación como por la profundidad de los personajes. No contaré la trama para que todas aquellas personas que lean esto asistan al teatro a disfrutar de la obra. No obstante, acotaré que los personajes son trabajados con maestría. En este trabajo actoral y de dirección aparece una suerte de broma cínica y ácida que lapida el discurso sobre la identidad, la fantasía religiosa de la cultura quiteña y lo políticamente correcto. ¡En hora buena!    

DOS

Cuando el cinismo y la anarquía se conjugan, existe una posibilidad exquisita como respuesta: el hedonismo. Exploraré levemente a los personajes, pero no desde su psicología, sino desde su experiencia filosófica en ese mundo que habitan. El cual, no es diferente al nuestro. Los dos personajes sufren de la virtud del hedonismo, aunque cada uno de ellos a su modo.   En Martínez el hedonismo aparece desde el desconcierto de la existencia que lo lleva hacia la duda y a la inocencia, en ese sentido, su búsqueda de placer surca las ramificaciones de la calma y una necesidad de jugar, de hacer que la vida cobre un sentido que tal vez nunca llegue a tener. Los placeres superficiales complementan una conciencia de su gentileza en un mundo caótico y desquiciado empobrecido por la función de la política desnutrida de humanidad. Martínez se permite transitar a otros personajes que exacerban y disminuyen algo de esta raíz hedonista de su espíritu. Esto podría ser considerado un trabajo actoral limitado, pero no es el caso, en cuanto se comprende que esta proyección del espíritu de Martínez se permite explorar límites, emociones y corporalidades de esta arquitectura espiritual. En ese sentido, para inmiscuirse en los abismos, pliegues y cumbres de este espíritu en perpetua creación, aparece Chullañolo, El boxeador que corre. Este personaje nos permite adentrarnos en la derrota. Lo que parece decirnos esta parte de la obra, es que la derrota es consustancial a la vida. Estamos perdidos, perdiendo, cayendo, reptando, la vida humana es un fracaso magistral en la sideresis del universo. Pero hay algo que resignifica ese fracaso, por un lado, la vida con la posibilidad humana de sentir el dolor y hacer de este un punto creador y de trasformación de nosotros mismos, y, la belleza de disfrutar de todo este proceso. No me refiero al placer judeo-cristiano del dolor. Me refiero a la conciencia con la que se lleva este proceso de pérdida. En la ideología política y populista del cristianismo no hay conciencia alguna sobre el placer y la trasformación, solo devoción y restricción. Después aparece en escena El gato triste y azul, que entrega un pasaje místico a la obra y con ella, nos adentra en una sutileza con suerte de prólogo del final.

Por otro lado, está Gómez, constituido cardinalmente desde el hedonismo, pero en una modalidad diferente a la de Martínez y sus mutaciones de personaje. Gómez es un radialista caótico y su caos proviene de una especie de desesperación por la existencia. En este personaje asistimos a la furia de la vida. Al dolor constitutivo que debe ser exorcizado. Algunos seres humanos lo pueden hacer por medio de la oración, la ciudadanía honesta y la moral inquebrantable, pero Gómez, decide exorcizar ese dolor primigenio y consustancial a la existencia, por medio de la risa desenfadada y los excesos. Gómez parecería estar en una cruzada perpetua en contra de la humanidad, pero, siente, tiene un mundo espiritual rico y complejo que no le permite aniquilar a todos con una bomba atómica, o con la implantación de un narcoestado, hijo predilecto del neoliberalismo, como modo de destrucción de un pueblo entero. Por ese motivo, toma una decisión digna y se destruye a sí mismo. La consecuencia de esta destrucción es un personaje nihilista y oscuro: El Couch. Un tipo viejo, hastiado de su vida, en busca de algo de dinero y placer mundano que lo excite, aunque tal vez no demasiado. Esto se puede percibir por medio de la dialéctica de juego que tiene El Couch con Chullañolo, El boxeador que corre. Para El Couch, el sufrimiento y la frustración que experimenta Chullañolo, El boxeador que corre en su fracaso atlético y en la paliza que la vida le da, es un periódico caduco. Seguramente ha vivido demasiado, con esto me refiero, a que ha fracasado incontables veces, y la consecuencia de aquello es la imperturbabilidad de los sentidos con leves brochasos de nihilismo.

Cuando Nietzsche habla de la muerte de Dios, seguramente no contempló la posibilidad de que el nihilismo imperante en la sociedad, podría engendrar una deidad nueva que no fuese el capitalismo, pero en esta obra sí se contempla esta posibilidad, y una nueva mutación de Gómez y de El Couch aparece: Che Dios Mono Cromxtico. Un simpático chimpancé que funge como la deidad máxima de la obra; magnánimo en la crueldad, me recuerda al Dios del que mi abuela me hablaba cuando era niño, pero este Dios-Mono, tiene una facultad interesantísima, habla español argentinizado. Bueno, supongo que no hay sutileza alguna en esta característica, por lo menos no inocente.

Estos personajes delirantes, tristes, crueles, trágicos y un poquito adictos a sustancias que me hicieron recordar mi juventud más salvaje se proyectan sin ninguna vergüenza hacia un trama caótica, descarnada, mágica y tierna, atravesada por el humor de todo tipo, incluso el más réprobo.

TRES

 La metodología para adentrarse a lo extraño, no difiere a la que se utiliza para ponerse una buena borrachera, una entrada al cine, un helado en una tarde de domingo: pagar y disfrutar.

Por RK