Por Juan Fernando Terán
Sí, la guerra comenzó… Dejémonos de eufemismos. Eso ya se siente a pesar de que nos encontramos a miles de kilómetros del Donbass. Se siente en las pesadas conversaciones con amigos y parientes. Allí, a similitud de lo que sucede con otros temas políticos, los dialogantes devienen intelectuales “posmodernos” que pregonan que “nadie tiene la verdad”.
Cualquier argumentación se torna objeto de debates interminables. La razón o los hechos no cuentan. Lo que importa es repetir los clichés que les proporcionan a las personas seguridad emocional y paz intelectual. La estrategia del “ciudadano promedio” es repetir frases huecas para no analizar nada y someterse a aquello que la mayoría cree. Así, evadiendo, la gente preserva afectos y defiende intereses.
Todos somos terraplanistas en algún ámbito. Y eso suele ser inocuo excepto cuando la política deviene en el escenario para nuestras irracionalidades. Si alguien quiere “encajar” en el grupo, hágalo… pero hágalo sin justificarse. Simplemente, tome una posición y punto.
Por eso, la guerra ya comenzó. En el mundo de las narrativas, Estados Unidos y sus aliados son los defensores de la paz y la democracia, el presidente ruso es el malo y la víctima es Ucrania. Esa es “la verdad” que los posmodernos dicen que “no existe” pero que anhelan repetir para quedar bien con “la gente de bien”.
Esa es “la verdad” que la gente quiere imponer cuando dice “Putin está bombardeando a Kiev desde la mañana”… y lo afirman sin querer escuchar que los ucranianos bombardean a los habitantes del Donbass desde hace ocho años. Cualquier contra argumentación, repito, es inútil.
Siendo así, mejor tomo posición, renuncio a cualquier estupidez posmoderna y afirmo mi respaldo a los separatistas de Donetsk y Lugansk… y sin hipocresías digo que espero que Vladimir Putin sepa lo que hace para que el pueblo ruso salga bien librado del lío en el cual está metido.
No soy afecto a auto engañarme. Tener convicciones políticas no me ha conducido a la ceguera. No entiendo lo que el presidente ruso hace. La evidencia histórica no me permite entenderlo. Si todavía quiere seguir leyendo, le comentaré algunas de las razones para mi incomprensión. Veamos.
1-. La victoria a largo plazo no es aquello que le espera a una fuerza militar que ocupa el territorio de otros… peor cuando esos “otros” se creen y se sienten una nación. Estados Unidos y Rusia deberían recordarlo… pues ambos ingresaron a Afganistán para salir sin cumplir los supuestos objetivos de sus misiones civilizatorias. Entrar a Ucrania para quedarse ahí… No me suena a un buen negocio.
2-. La mayoría de pérdidas materiales y humanas la pagarán los participantes directos del conflicto. Así como sucedió durante la primera y segunda guerra mundiales, Estados Unidos sentirá los golpes desde lejos… Al menos en un principio, no le llegaran los olores a pólvora.
¿Acaso los europeos ya se olvidaron que ellos ponen los muertos y el teatro? ¿Acaso olvidaron que las dos grandes guerras solo facilitaron el ascenso de Estados Unidos a potencia global?
Yo alcanzo a imaginar algunas razones por las cuales Alemania o Francia podrían estar interesadas en facilitarles a los Estados Unidos un escenario para sus juegos geopolíticos y geoeconómicos…. Pero no puedo imaginarme que Rusia no haya percibido la jugada de fondo de Washington y se haya dejado conducir justamente hacia el escenario que Estados Unidos anhelaba con ansias.
3-. “Que otros peleen mis guerras” es la lección que Estados Unidos aprendió hace tiempo. Por eso, Washington financió la escaramuza bélica en Bahía de Cochinos, las acciones de “la Contra” en Nicaragua o las operaciones de otros mercenarios glorificados como “luchadores de la libertad”.
Aplicando semejante lección, Estados Unidos podrá obtener innumerables ventajas a corto plazo. Por ejemplo, el precio del petróleo tenderá a aumentar y revivirá a la industria del fracking estadounidense. Las ventas de armas para los aliados crecerán y consolidarán a Ucrania como un país sometido a una cuantiosa deuda externa… Su sumisión será mayor cuanto más grande sea la destrucción de su economía.
Alemania y los países de la Unión Europea no podrán mantener relaciones económicas fluidas con Rusia ni con China. Después de la guerra en Ucrania, la “Ruta de la Seda” tendrá que buscar otros caminos porque será sospechosa e inviable a cada paso. Este distanciamiento les obligará a los europeos a afianzar lazos con Estados Unidos, Israel y Arabia Saudita.
4-. Geopolíticamente hablando, el asunto no se limita al fortalecimiento de la OTAN. El teatro de la guerra podrá ser europeo pero el conflicto es global. El acercamiento entre China y Rusia le servirá a Estados Unidos para construir las narrativas de “amenaza existencial” que le facilitarán lograr lo que quiere en el Asia-Pacífico. Cualquier escaramuza bélica por ese rincón, solo beneficiará al dólar estadounidense en la medida en que entorpezca el ascenso económico de la China.
Por otra parte, aunque ya no haya comunistas para quemar en la hoguera, Washington pregonará la presencia de un nuevo “Eje del Mal” en el cual incluirá a todos aquellos que desafíen sus pretensiones imperiales. Estados Unidos necesita crear permanentemente enemigos existenciales para asegurarse la provisión de petróleo a la vuelta de la esquina en Venezuela o para liquidar las resistencias simbólicas a sus abusos emanadas desde Cuba.
Europa y América Latina se encaminan a ser consolidados como patios traseros… sin necesidad de plantar dictaduras ni asesinar izquierdistas. La consolidación de la hegemonía estadounidense ocurre cada vez que alguien prefiere creer la historia de “el bueno, el malo y el feo” contada por Washington.
Esto ya está sucediendo. Y por eso, no comprendo a Putin. ¿Serán todos los costos materiales, políticos y diplomáticos superados por los beneficios? ¿Habrá valido dejarse arrastrar hacia una guerra anhelada por Estados Unidos? Yo no avizoro esos beneficios.
Afortunadamente, sin embargo, no importa lo que yo pueda avizorar o no. Por eso, espero que Putin sepa lo que hace porque lo que él haga nos abrirá o cerrará puertas para la consolidación de un mundo multipolar que limite la actitud depredadora de Estados Unidos. Ese mundo multipolar es aquello que necesitamos los países productores primarios para crear economías sostenibles y democracias sustantivas.
Sea como fuere, por el momento, siguiendo el ejemplo de los terraplanistas posmodernos, me contentaré con imaginarme que el precio del petróleo aumentará mucho, mucho, mucho… tanto como para olvidarme que ese aumento no me servirá para absolutamente nada porque…
Con o sin guerra en Ucrania, las políticas tributarias de Guillermo Lasso nos hacen pagar a los trabajadores ecuatorianos el costo del festín de nuestras elites.