Por Danilo Altamirano

El proceso de transformación del orden político, institucional y social requiere romper la estructura de denominación económica y política de la hegemonía mundial, por la adopción de nuevas formas de relaciones o conexiones equitativas, justas, soberanas con sentido de integración regional o latinoamericano que involucre a grupos integrados y no integrados.

¿En qué medida los procesos de integración transnacional y de desintegración nacional afectan la estructura y las funciones de las naciones? La heterogeneidad estructural de américa latina caracterizada por economías primario-exportadoras y comportamientos políticos divergentes entre regímenes neoliberales y progresistas mantiene un patrón y correlación de fuerzas con orientaciones valorativas a grupos económicos y/o grupos políticos que crean estructuras de dominación y sometiendo al pueblo a sus decisiones.

En efecto, las estructuras del poder y su hegemonía generan modelos de ordenación de variables económicas y sociales, centrados principalmente en aspectos geopolíticos, económico, políticos y culturales en la estructura global del sistema capitalista con predominio del mercado externo sobre el interno. Ante aquello, surge la urgencia y necesidad de producir o renovar las estrategias, políticas y agendas que redefinan el sentido y el alcance multidimensional del quehacer político centrado en el bien común.

El Estado no debe ser funcional al mercado, y tampoco ser manejado por los centros hegemónicos de las economías centrales y sus sistemas industriales internacionales, porque reduce la capacidad del Estado y del mercado para ejercer el control de la economía nacional. De acuerdo con esta visión, la transformación social estructural o cambio social debe combatir la pobreza, desigualdades, desempleo y la discriminación social, económica y cultural, y no solo centrarse en un solo indicador como el PIB. Esto requiere de una estructura productiva heterogeneidad con productividad interrelacionada, altos mecanismos administrativos, y vinculaciones externas con visión de desarrollo de las naciones. 

Cabe indicar, que a nivel de Latinoamérica algunas naciones han considerado como estrategia de desarrollo el modelo de industrialización por sustitución de importaciones y la expansión de sus actividades de exportación, ya que dinamiza el sector manufacturero, las actividades productoras, la cadena de distribución y comercialización, así como la infraestructura y los servicios. 

No obstante, el sistema capitalista mundial centrado en convertirse en un nuevo sistema industrial internacional provoca desequilibrio y asimetrías en los procesos de integración por cuanto las empresas multinacionales oligopólicas altamente integradas tanto horizontal como vertical, nacional como internacional prevalecen, limitando las posibilidades de expansión de los pequeños empresarios y artesanales. En definitiva, el sistema de la dependencia en desigualdad de condiciones beneficia el crecimiento económico y calidad de vida de pocos debido a la concentración de la riqueza.

Por Editor