La expansión de la pandemia del coronavirus ha puesto en evidencia, una vez más, la barbarie capitalista, la mezquindad de la burguesía y falta de cordura de los economistas e ideólogos neoliberales.

Preocupados por su capital, por mantener su tasa de ganancia, poco les importa la salud de la clase trabajadora. Si en las empresas se toman determinadas medidas sanitarias, no es por el carácter altruista de la burguesía, sino porque esta necesita tener trabajadores sanos que continúen con el proceso de producción, mientras los dueños del capital se enriquecen mediante la obtención de plusvalía.

No han sido precisamente los capitalistas los que han posibilitado el mejoramiento de las condiciones de trabajo en las fábricas, en las empresas. Por el contrario, el proceso incesante de explotación de los obreros a través del trabajo asalariado, ha sido el causante del deterioro de la vida de quienes son los verdaderos productores de la riqueza en la sociedad humana.

La burguesía y su aparato estatal pretenden engañar a los pueblos, disfrazándose de buenos samaritanos. Un dispensario médico en la fábrica, controles sanitarios en el lugar de trabajo, normas de seguridad adecuadas para el cumplimiento de las tareas laborales e instrumental indispensable para el trabajo, son conquistas que se han logrado gracias a las luchas organizadas de la clase obrera. No son dádivas de los empresarios.  

Los capitalistas no defienden los derechos de los trabajadores, mientras el Estado burgués, a través de su aparato jurídico y policial, estará siempre presto a proteger los intereses de la clase dominante.

Los mentados derechos humanos de los que tanto habla el liberalismo, solo valen en función de que se defienda la propiedad privada y el derecho de los burgueses a obtener ganancias a cualquier costo: frente a la pandemia del coronavirus y ante las disposiciones de que las personas permanezcan en casa, muchos empresarios han dispuesto que esos días sean considerados como vacaciones de los trabajadores. Esto es una pequeña muestra de la ruindad de la burguesía.

De igual manera, las jornadas laborales continúan siendo extenuantes, sobre todo para las personas que laboran en supermercados o en las grandes cadenas de farmacias, sin importarles a los dueños de esos grandes negocios los riesgos que puedan correr las y los empleados ante el avance del coronavirus.

Mientras los propietarios de esas corporaciones obtienen ingentes ganancias, sus empleados deben laborar bajo cualquier circunstancia y con salarios bajos. Solo la Corporación Favorita C.A. (Supermaxi) obtuvo en el año 2019 ganancias por más de 2138 millones de dólares, mientras Mi Comisariato ganó más de 1132 millones de dólares.[1]  

Las disposiciones sanitarias para evitar la expansión de la pandemia, si bien son necesarias, han tenido consecuencias graves para muchas personas que hoy no pueden obtener el sustento diario para su vida, debido a la imposibilidad de seguir trabajando en sus pequeños negocios o en las actividades informales que, de alguna manera, les deja un dinero para sobrevivir cotidianamente. Al Estado capitalista poco o nada le importa esta situación.

Los banqueros pretenden presentarse como solidarios ante la crisis que vive el país, aplazando el cobro de deudas por 60 días de sus clientes, sin recargo por mora en el pago. Sin embargo, ni los banqueros han propuesto, ni el gobierno ha dispuesto que de las ganancias sustanciosas que han obtenido, las cuales al finalizar el año 2019 bordeaban los 560 millones de dólares[2], se entregue una parte de las mismas para destinarlas a la atención de los problemas de salud generados, en parte, por la expansión del coronavirus.

Si la situación es grave para la clase trabajadora y para la clase media, peor lo es para aquellos que no tienen nada, para los que la sociedad capitalista considera parias.

Las medidas preventivas para evitar la expansión del coronavirus dispuestas por los gobiernos, indican que las personas deben quedarse en casa.

Pero ¿qué pasa con quienes no tienen vivienda y viven deambulando y durmiendo en las veredas o debajo de los portales de las calles? Es un problema que viven millones de personas no solo en los países del llamado tercer y cuarto mundo, sino también en las potencias capitalistas como Estados Unidos, país en el que 567.715 habitantes viven en las calles.[3]

De igual manera, entre las medidas preventivas está la de lavarse las manos y utilizar gel o alcohol para desinfectarse. Los sin techo no tienen donde quedarse, carecen de agua en forma permanente, mucho menos tendrán para comprar gel o alcohol para desinfectar sus manos. A lo que acceden muchos, por su miserable situación, es al cemento de contacto para “fundearse” y de esa manera olvidarse del hambre que padecen diariamente.

La pobreza y la pobreza extrema en el Ecuador se ha incrementado en dos últimos años, bajo el mandato del presidente Lenín Moreno, quien ha dejado de lado las políticas sociales llevadas adelante por el anterior gobierno, favoreciendo únicamente a la banca y a los empresarios.

La pobreza alcanza un porcentaje del 25,5%, mientras que la pobreza extrema está en 9,5%. En las zonas rurales el 43,8% son pobres, mientras que el 17,9% viven en la miseria.[4] Muchas de las personas del campo, que viven bajo esas condiciones, migran a las ciudades en las que sobreviven de la mendicidad y, en el mejor de los casos, de la informalidad o de trabajos con salarios precarios. En las ciudades, los mendigos están abandonados a su suerte.

¿Qué hace el Estado, el gobierno frente a esta situación? En realidad, nada.

Los economistas neoliberales, verdaderos criminales de guerra, como lo ha señalado el profesor colombiano Renán Vega Cantor, proponen la rebaja del 20% de sueldos y salarios a los empleados públicos, la eliminación de subsidios a los combustibles, el establecimiento de reformas laborales para beneficiar a los empleadores privados y la eliminación del impuesto a la salida de capitales, favorable a los banqueros y empresarios.[5]

Aplicar la terapia del shock, es su receta, para golpear al pueblo trabajador, tal como lo hicieron en Grecia, en el año 2011 o en Argentina, bajo el gobierno de Macri.

El modelo griego, impuesto por el FMI, es lo que quieren para el Ecuador Alberto Dahik, Vicente Albornoz, Abelardo Pachano o Mauricio Pozo.

La clase trabajadora griega no solo tuvo que soportar el peso de las medidas económicas que afectaron su vida, sino que, como resultado de la terapia neoliberal, sufrieron de angustia, estrés, depresión y muchos llegaron a suicidarse.[6]  

La crisis generada por las malas políticas del gobierno de Moreno, por la caída en el precio del barril de petróleo y la expansión del COVID-19, la quieren cargar sobre las espaldas de la clase trabajadora y la clase media.

A los capitalistas, a los neoliberales y los ideólogos de este sistema, como Mario Vargas Llosa, no les interesa esta realidad. Lo único que defienden es el derecho a la propiedad, al lucro, a la obtención de ganancias. Son los seguidores de Malthus, de Spencer, de Mandeville: solo deben sobrevivir los más fuertes, los pobres deben aceptar su destino y no romper el orden natural donde unos son ricos y otros viven en la miseria, el egoísmo es fundamental para el desarrollo de las sociedades, así como la competitividad, el mercado lo rige todo.

El colapso de los sistemas de salud pública demuestra que ni a la burguesía ni a su Estado le preocupan los derechos fundamentales de las personas. En Italia se deja morir a los ancianos, ante la falta de recursos para atenderlos frente a la enfermedad del coronavirus.  La Sociedad Italia de Anestesia, Reanimación y Terapia Intensiva ha señalado que priorizan la atención a quienes tiene más probabilidades de supervivencia.[7] Esta situación inhumana no es otra cosa que la expresión palpable de la brutalidad del capitalismo y del modelo neoliberal.

En la Argentina gobernada por Macri, la salud no fue prioridad, al punto que el Ministerio de esa rama desapareció.  En los años de mandato de Macri, el presupuesto para la salud bajo un 45%, mientras aparecieron enfermedades que se creían habían sido desterradas como el sarampión.[8]

En Ecuador, en cambio, el gobierno del presidente Rafael Correa invirtió grandes cantidades de recursos para la salud, así como para la construcción de una red de hospitales y centros de salud de alto nivel en el país.

Enfrentados a esta pandemia, nuevamente los pobres son los más afectados.

El escritor brasileño, Jorge Amado, en un párrafo de su obra “Teresa Batista, cansada de guerra”, lo dice con claridad: “Las pestes son necesarias y beneméritas, sin ellas ¿cómo mantener la sociedad constituida y contener al pueblo, que es la peor de todas las plagas? Imagínese compañero, esa gente con buena salud, y sabiendo leer, ¡es un peligro que da miedo!”.

Sí, las plagas, las pestes, las pandemias son necesarias para el imperialismo y las burguesías para librarse de segmentos de población que no les son indispensables, generar el miedo en las personas, encerrándolas o paralizándolas y, lo fundamental para la lógica del capital, hacer pingües negocios con los medicamentos y vacunas que milagrosamente las transnacionales farmacéuticas elaboran para curar las enfermedades que se expanden por el mundo y que, en muchos casos, el imperialismo las ha desarrollado. 

Frente a esta crisis a la cual hoy se enfrenta la humanidad, cabe preguntarse si la salud debe estar en manos privadas o convertirse en política prioritaria de los estados. Una vez más la burguesía acudirá al sagrado derecho de la propiedad para defender sus negocios.

Los gobiernos deberían disponer la intervención inmediata de hospitales y clínicas privadas para la atención de los pacientes infectados por el COVID-19, así como exigir a los médicos que han hecho de su profesión un negocio, que trabajen con la dedicación y esfuerzo que lo hacen los profesionales de la medicina en los hospitales y centros de salud pública.

Tras esta crisis, se debe replantear la política salarial para que los sueldos de médicos, enfermeras y personal de apoyo en los hospitales, así como de los científicos y técnicos involucrados en el estudio y desarrollo de medicinas y aparatos indispensables para la detección y curación de enfermedades, se dignifique. Es inaudito que militares y policías de alto rango, ganen más que los profesionales de la salud.

La pandemia sigue avanzando y debemos ser responsables ante esta crítica situación.

La responsabilidad también radica en pensar críticamente y convertir las ideas en poderosas armas para la transformación del orden injusto existente.

Hoy el gobierno de Moreno acude al discurso de la unidad, de la paz y la solidaridad, cuando en estos años no ha hecho absolutamente nada en beneficio del pueblo.

Los empresarios capitalistas y los banqueros pretenden aparecer como buenos samaritanos, cuando lo que quieren es obtener ventajas económicas a partir de condenar al pueblo a trabajos precarios o al desempleo.

Las Iglesia Católica y las diversas sectas religiosas que existen en el país, amparadas en el discurso del amor, la bondad y la caridad, no han demostrado en la práctica ser consecuentes con lo que predican, mientras cardenales, obispos y pastores mantienen vida de ricos, obteniendo de los feligreses aportaciones económicas que les posibilita vivir con comodidad y muchas veces en medio de la opulencia.

Los templos y las iglesias deben convertirse en centros para la atención de los más necesitados, entre los necesitados.

Para las personas que no tienen hogar y que pueden estar expuestas con mayor facilidad no solo al coronavirus, sino a otras enfermedades, el gobierno central y los gobiernos locales, deben posibilitar se abran albergues donde accedan a comida, atención médica básica y al uso de servicios indispensables como el agua.

Los benevolentes empresarios capitalistas y banqueros que ha obtenido millones de dólares en estos años, ¿estarían dispuestos a ayudar con esta tarea?

Mientras la burguesía piensa solamente en el capital, los obreros, los trabajadores en diversos campos son los que permiten solventar los problemas que se agudizan con la presencia del coronavirus.

¿Qué sería de nuestras ciudades, sin los trabajadores del aseo? ¿Qué sería del país, sin los trabajadores eléctricos?

Un país podría sobrevivir sin banqueros, pero sin médicos no. Una fábrica se pone en funcionamiento por el trabajo obrero, no gracias al capitalista.

Es la hora de actuar con urgencia. Lo que hay que cambiar es el sistema.    


[1] En http://www.pichinchacomunicaciones.com.ec/supermaxi-registro-mas-de-usd-2000-millones-en-ingresos-en-2019-le-siguen-otros-supermercados-y-telefonicas/

[2] En https://www.eluniverso.com/noticias/2019/12/29/nota/7658967/diez-bancos-ecuador-mas-utilidades-2019

[3] En https://www.aa.com.tr/es/mundo/%C3%ADndice-de-personas-sin-hogar-aument%C3%B3-un-2-7-en-estados-unidos-respecto-al-2018/1681206

[4] En https://www.ecuadorencifras.gob.ec/documentos/web-inec/POBREZA/2019/Junio-2019/Boletin_tecnico_pobreza_y_desigualdad_junio_2019.pdf

[5]  En https://www.elcomercio.com/actualidad/economistas-propuesta-medidas-economicas-coronavirus.html

[6] En https://www.lavanguardia.com/internacional/20111207/54239901999/gran-depresion-griega.html

[7] En https://actualidad.rt.com/actualidad/345798-sociedad-medica-italiana-recomendaciones-dar-prioridad-mas-probabilidades-supervivencia

[8] En https://www.infobae.com/salud/2019/12/10/alberto-fernandez-anuncio-la-restitucion-del-ministerio-de-salud-y-declaro-la-emergencia-sanitaria-en-argentina/

Por Editor