Por Pedro Pierre
La palaba ‘Pascua’ significa ‘paso’. Nace con la fundación del Pueblo de Jesús cuando Moisés, Sara y Aaron emprendieron la salida de Egipto hace más de 3,000 años. Fue el paso de la esclavitud a la libertad, de la dominación a la organización equitativa, de la sumisión religiosa a la experiencia de un Dios amigo y liberador con ellos. La ‘pascua’ se origina en el proceso de la creación, vista como una dinámica permanente y actual que se desarrolla en el universo, en la naturaleza, en todos los seres vivos y de manera particular en cada ser humano si asumimos esta herencia.
La pascua es especialmente visible en la persona de Jesús de Nazaret. Él encarnó una manera nueva de ser humano, fruto de la experiencia pascual de su Pueblo y de su comunión con el Misterio de vida y amor del universo. Su mensaje, su vida y su muerte son ejemplares por su coherencia, su profundidad y su entrega absoluta. Por eso, para él, la muerte no fue el término de su persona ni de su testimonio, sino que continuó vivo e inmortal. Resucitó primero en las mujeres y en las primeras Comunidades cristianas. Sigue resucitando en nosotros si asumimos personalmente y en comunidades su manera de vivir, de relacionarse, de testimoniar y de entregarse al Movimiento que inauguró y que llamó el Reino de Dios.
En consecuencia, la Pascua es la esperanza en marcha, esperanza indestructible porque eternamente vivificadora y dinamizadora. Es confirmada en la experiencia de los 2 discípulos de Emaús (Lucas 24,13-35). Dos discípulos de Jesús regresan a casa porque ‘todo se acabó’ con la crucifixión inesperada y sorpresiva de Jesús. En el camino otro peregrino se les acerca, entabla amistad con ellos, conversan de lo ocurrido, comparten la comida… y los 2 discípulos regresan a Jerusalén para contar a los demás discípulos su experiencia de Jesús ‘resucitado’.
Este acontecimiento nos quiere enseñar donde encontrar la presencia de Jesús de Nazaret, el sentido del Antiguo Testamento, la fuerza del compartir y la importancia de la comunidad. Estas realidades están expresadas en las 4 etapas de la caminata de los 2 discípulos de Emaús: el tiempo de la amistad, el tiempo de la palabra, el tiempo del compartir y el tiempo de la celebración. El Misterio de la vida y del amor continúan hoy de encarnarse de estas 4 experiencias. Eso es el verdadero sentido de la experiencia religiosa.
Jesús no vino a fundar ninguna religión ni ninguna Iglesia. Vino a enseñarnos donde experimentar el Misterio de la vida y del amor que llamamos Dios. Eso es en nuestra vida cotidiana y su expresión colectiva. Si hay religiones e Iglesias, eso no es más que unas etapas que nos conducen a expresar ahora de nuevas maneras el ejemplo y el seguimiento de Jesús de Nazaret, fuera de las religiones y las Iglesias que han pasado a ser caducas. Estamos en una nueva etapa de nuestro desarrollo como personas, colectividades y humanidad en su conjunto. Es el desarrollo y la encarnación actualizadas de la espiritualidad que nos habita a todos, que habita la naturaleza y el universo entero, o sea, la dinámica creativa y progresiva del Misterio de la vida y del amor, benéfico, liberador, indestructible y esperanzador.
Esta experiencia de la pascua puede guiarnos en los momentos más oscuros de nuestra existencia y en las situaciones más adversas que atravesamos actualmente como país. Vemos la mentira, el engaño, la violencia, el despojo, la explotación, el fraude, la corrupción… que nos asedian, nos arrastran y quieren destruirnos. Las 4 etapas vividas por los 2 discípulos de Emaús nos dan una ‘hoja de ruta’ esperanzadora de sociedad nueva si apostamos por ellas: la amistad, la palabra, el compartir y la celebración. Estas 4 etapas debemos asumirlas personal y colectivamente, en la familia, la vecindad, el trabajo, la ciudad y el país… para que la resurrección se apodere de nosotros tal como estuvo presente ya en la vida de Jesús de Nazaret, en su muerte y en las primeras Comunidades cristianas.
Esta resurrección también está presente en nuestros héroes y mártires locales, nacionales y latinoamericanos. Esta resurrección está presente en nosotros… Sólo hay que dejarla expresarse personal y colectivamente en la amistad, la palabra, el compartir y la celebración. En estos días de Semana Santa desarrollemos la fuerza irresistible de nuestra pascua en la pascua de Jesús y en las pascuas de las y los que encarnaron y encarnan el Misterio de la vida y del amor. Así sea.