Este 24 de marzo se cumplieron veinte años de la intervención armada de la OTAN en Serbia. Las naciones de Europa, que son vasallas de EE.UU., dieron al Presidente Slobodan Milošević el siguiente ultimátum: O abandonas Kosovo o, sin que nos importen los acuerdos de Teherán, Yalta y Postdam, ni la existencia de la ONU, mediante una operación que vamos a llamarla con el rimbombante apelativo de “Intervención Humanitaria”, salvaremos Yugoslavia de la misma Yugoslavia. Se rompía así el orden mundial creado después de la Segunda Guerra Mundial. En ese entonces, el Presidente de EE.UU., Bill Clinton, era la cabeza visible del imperio.

Esta agresión fue factible porque Rusia estaba paralizada por encontrarse al borde de la desintegración, no tener su actual fortaleza militar ni encontrarse Putin en el poder; además, en aquella época EE.UU. era el hegemón del mundo.

Entre esa fecha y el 12 de junio de 1999, la OTAN, mano negra de EE.UU., lanzó un total de 420.000 proyectiles, 2.300 misiles crucero Tomahawk y su aviación realizó unas 38.000 misiones de combate, el 38% contra instalaciones civiles. Solamente sobre Belgrado, ciudad que pocos estadounidenses son capaces de señalar en el mapa, cayeron unas 1.000 bombas. Estos ataques criminales cobraron la vida de 2.500 personas, de ellos 89 eran niños, hirieron a 12.500, muchos de los cuales perdieron los brazos o las piernas, destrozaron unas 300 escuelas, varias maternidades y hospitales, destruyeron 25.000 edificios residenciales, dañaron 595 kilómetros de vías férreas, 38 puentes y 470 kilómetros de carreteras, lo que fue calificado por la OTAN de “daños colaterales”, y causaron pérdidas materiales por unos 100.000 millones de dólares.

El 7 de mayo fue bombardeada la Embajada de la República Popular China, lo que causó la muerte de tres de sus funcionarios. Aunque hubo justificativos y disculpas, un alto funcionario de la OTAN afirmó cínicamente que el ataque fue premeditado. Incluso se bombardeó un tren de pasajeros que pasaba por las cercanías de la ciudad de Niš; el impacto de la explosión lo levantó a medio metro del suelo para luego caer sobre rieles retorcidas, cristales rotos y polvo asfixiante, con los correspondientes gritos y gemidos de los heridos pidiendo inútilmente socorro. En este ataque perecieron 15 pasajeros, 44 resultaron heridos y hasta hoy son muchos los desaparecidos. La OTAN dijo que se trató de un error, algo evidentemente falso porque no fue una sino muchas las bombas que se lanzaron sobre el tren. “¡Malditos! ¡Sufrirán huracanes y tsunamis, estoy segura! ¡Ojalá, los terroristas consigan atacar la Casa Blanca!”, exclamó una de las tantas viudas, indignada de que no se cuente toda la verdad sobre los bombardeos de la OTAN y sin comprender por qué los culpables de EE.UU. todavía no han pedido perdón por lo acontecido.

Según Kenneth Bacon, en ese entonces portavoz del Pentágono: “La televisión serbia formaba parte integrante de la máquina de terror de Milošević, al mismo nivel que sus fuerzas armadas”, por lo que la OTAN la bombardeó y la dejó fuera del aire. Perecieron 16 miembros del personal técnico de la televisión serbia, en cuyo honor se ha plantado un número igual de árboles frente a su edificio.

¡Bravo! Así se consigue la verdadera libertad de prensa, basta con transformar la guerra de información mediática en guerra real, para que en el enemigo haya muertos, heridos, desaparecidos y surja el caos por doquier.

Esos crímenes de guerra se justificaron con bulo de que la OTAN quería “prevenir una catástrofe humanitaria” en la provincia separatista de Kosovo; el problema de esta región no ha sido resuelto todavía y es la principal fuente de inestabilidad en los Balcanes. El bombardeo de 78 días cambió la política del mundo y dio testimonio de cómo las potencias occidentales usan falsos pretextos para ejecutar sus delitos. El Presidente Trump, cuando el 2016 era candidato, en una entrevista a la revista Nedeljnik sostuvo que “los serbios son gente buena y que estos bombardeos fueron un gran error. La administración de Clinton creó un caos en los Balcanes.” Posteriormente, personeros de su administración manifestaron que sus palabras fueron sacadas de contexto.

El Consejo de Seguridad de la ONU aprobó el 10 de junio de 1999 la resolución 1244, de acuerdo a la cual Kosovo seguirá formando parte de Yugoslavia. El 12 de junio de 1999, cuando Milošević aceptó los acuerdos de rendición, terminó el conflicto y las fuerzas de la OTAN entraron a Kosovo. El 1 de abril del 2001, Milošević fue arrestado y trasladado a La Haya, sin juicio sobre extradición, donde falleció el 11 de marzo del 2006. Su abogado, Zdenko Tomanović, declaró que en la víspera de su muerte Milošević sospechaba que lo estaban envenenando.

Esta cruel e injustificada guerra hizo factible que en el 2008, con el apoyo de algunos países, Kosovo proclamara unilateralmente su independencia; que más de 200.000 serbios y otros “no albaneses” abandonaran la región; que se desintegrara Yugoslavia; que la OTAN, sin consultar al Consejo de Seguridad de la ONU, practicara el intervencionismo en Afganistán, Iraq, Libia, Siria; que se aproximara la OTAN a las fronteras rusas; que se instaurara en Ucrania de un régimen enemigo de Rusia luego del Euromaidán, un golpe de Estado fascista; y sirve de precedente para las actuales amenazas de guerra a Irán, Venezuela, Cuba y Nicaragua.

La finalidad de bombardear Serbia fue arrebatarle Kosovo, cuna ancestral de los serbios, para instaurar un gobierno mafioso, culpable del “Tratamiento inhumano de la gente y el tráfico ilegal de órganos humanos,” según informa el Consejo de Europa. The Guardian revela que en ese informe se acusa a Hashim Thaçi, exjefe de la organización terrorista Ejército de Liberación de Kosovo (ELK) y actual Primer Ministro de Kosovo, de dirigir “un grupo albano, similar a la mafia, responsable en Europa Oriental del contrabando de armas, drogas y órganos humanos.”

Dick Marty, relator especial de derechos humanos de la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa, encontró evidencias convincentes de que las desapariciones y el tráfico de órganos estaban vinculadas a círculos políticos de Kosovo, los mismos que permitieron la instalación de la mayor base militar de EEUU en Europa. ¡Qué casualidad! Además, según informa el mismo Dick Marty, los testigos de estos hechos fueron asesinados para que no pudieran testificar. Se conoce también que la OTAN y los gobiernos de Occidente conocían desde el año 2004 que Hashim Thaçi era “un actor clave de la mafia y el crimen organizado en la región balcánica.” En dichos informes lo describen como “el más peligroso de los padrinos del hampa cuando era uno de los cabecillas del ELK.” El servicio de inteligencia alemán, BND, informa: “Los actores claves, incluido Hashim Thaçi, están íntimamente vinculados a las interrelaciones entre la política, los negocios y las estructuras de la delincuencia organizada en Kosovo.” Thaçi es la cabeza de la “operación de la red criminal en todo Kosovo”; lo mismo dice un informe confidencial del Ejército de la RFA.

Por Dick Marty se supo que los oponentes políticos al gobierno de Kosovo, los prisioneros de guerra serbios y los gitanos “simplemente desaparecían sin dejar trazas” en una cárcel secreta “en la localidad fronteriza de Kukes”, desde donde “eran enviados a través de la frontera hacia Albania para ser asesinados.” El The New York Times informa que los “cautivos” eran “seleccionados” por sus condiciones para ser “donantes”, teniendo en cuenta el sexo, la edad, la salud y el origen étnico. “Los cautivos no sólo eran entregados sino que también los compraban y vendían… ellos comprendían lo que estaba a punto de acontecer e imploraban a sus aprehensores para que tuvieran piedad de ellos y no los despedazaran.” Lo que es pedir peras al olmo.

Según el informe: “En cuanto se confirmaba que los cirujanos de trasplantes se encontraban presentes y listos para operar, sacaban a los cautivos uno a uno de la ‘casa segura’, eran ejecutados sumariamente por un pistolero del ELK y sus cadáveres se transportaban rápidamente a la clínica de operaciones”, donde les extraían los órganos para ser comercializados a nivel mundial. Según The Guardian, los clientes “pagaban hasta 90.000 euros por los riñones en el mercado negro.” Joe Biden, entonces Vicepresidente y posible futuro candidato a la presidencia por el Partido Demócrata, defendió esas barbaridades al reiterar el pleno apoyo de Washington a un Kosovo independiente y saludar el progreso del gobierno de ese país en la realización de reformas esenciales, que fortalecen el vigor de la ley y la democracia. Sin comentarios.

Vale la pena recordar estos hechos ahora que con el mismo libreto EE.UU. amenaza invadir Venezuela. Eso se deduce de las advertencias emitidas por el gobierno de Washington contra ese país. Según Sergey Lavrov, Ministro de Relaciones Exteriores de Rusia, la política de “reemplazar el derecho internacional universal con reglas inventadas en interés de EE.UU. y sus aliados es, hoy en día, cada vez más fuerte, y hay que hacerle frente”. Ojalá, se imponga finalmente la racionalidad.

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