Juan Carlos Pulido

Para comprender la situación desesperanzadora que vive actualmente Ecuador, debemos partir aceptando que una parte de nuestro pueblo sufre una crisis de memoria histórica, fruto de la manipulación y desinformación de los grandes medios de comunicación. Es tan evidente el éxito de la oligarquía y sus corporaciones mediáticas en el campo de la conciencia y la subjetividad, que mantiene hipnotizados a un número significativo de sus propias víctimas, ya que como decía Malcom X, ellos tienen el poder de hacer culpable al inocente e inocente al culpable.

Fíjense ustedes que a la Revolución Ciudadana que sacó a millones de ecuatorianos de la pobreza, quieren hacernos creer que fracasó, y que en cambio el neoliberalismo que destruyó el país en los años 90 ha regresado con Lenín Moreno para salvar a la Patria. Es sencillamente un insulto a nuestra memoria que un sistema que ya vivimos, que significó la peor crisis económica, humanitaria, ética y medioambiental que ha vivido nuestro país, hoy se nos presente como el Ave Fénix.

Todo esto nos ocurre por el descuido que tuvimos en la formación ideológica y política de la sociedad ecuatoriana en su conjunto. Todos sabemos que ese proceso mejoró las condiciones de vida de millones de hermanos ecuatorianos, pero no nos dimos cuenta que estábamos engendrando un pac man social, que sólo piensa en consumir, y que con tristeza lo escribo, no tiene conciencia de la justicia y la solidaridad que caracterizó el proyecto que los sacó de la pobreza. Bajo una perspectiva capitalista, podemos sostener entonces que los medios de comunicación con sus mentiras, sus películas y telenovelas han logrado evitar que la gente quiera cambiar el mundo, y se mantenga indiferente a la política, ya que para la prensa mercantil el pueblo únicamente puede cambiar de ropa, de casa, de carro, pero jamás podrá de cambiar su injusta realidad.

Ahora no todo es desesperanza, en la cultura que se está gestando alrededor de la resistencia al desgobierno de Moreno existen infinitas potencialidades de que el pueblo se organice desde abajo y para los de abajo, alrededor de un nuevo programa político que permita corregir a la izquierda los errores que cometió en el pasado. Pero para que eso ocurra debemos declararle primero la guerra al analfabetismo político, ya que como bien sostenía Bertolt Brecht, “el peor analfabeto es el analfabeto político. No oye, no habla, no participa de los acontecimientos políticos. No sabe que el costo de la vida, el precio del poroto, del pan, de la harina, del vestido, del zapato y de los remedios, dependen de decisiones políticas. El analfabeto político es tan burro que se enorgullece y ensancha el pecho diciendo que odia la política. No sabe que de su ignorancia política nace la prostituta, el menor abandonado, y el peor de todos los bandidos que es el político corrupto, mequetrefe y lacayo de las empresas nacionales y multinacionales”.

Por su parte los movimientos sociales y ciudadanos deben retomar la escena política nacional integrándose en la estrategia de la resistencia, ya que la lucha por el poder no puede ser únicamente electoral, entendamos que el poder no sólo está en el Estado, sino que también está en lo que pensamos, en las formas en la que nos relacionamos y organizamos. Se trata como siempre hemos dicho, de construir Poder Popular, que no es el poder de uno sobre otros, es el poder como verbo, es la capacidad de los movimientos sociales de crear y desarrollar acciones para resistir los embates de un neoliberalismo recargado con sed de venganza por diez años de justicia social efectiva que vivimos la última década.

Algo que tenemos que tener en cuenta de los movimientos sociales es su multiplicidad, la resistencia tiene que trabajar con la diversidad de los movimientos sociales que guarden identidad con ese nuevo programa político, en el que necesariamente tienen que estar presentes nuestros pueblos y nacionalidades, los trabajadores, obreros, campesinos, pescadores, mujeres, comunidad sexo diversa, animalistas, jóvenes, usuarios y consumidores, artistas, deportistas, etc., todos deben estar invitados porque sin unidad la resistencia está destinada al fracaso.

Finalmente, creo que es el momento idóneo para que nuestros movimientos sociales y las organizaciones de la resistencia se comuniquen y articulen más, que trabajemos juntos y de forma sistemática en el diseño de nuevos paradigmas organizacionales en lo político e inclusive en lo económico que implica generar formas creativas de gestión solidaria del capital como empresas comunitarias, que nos permitan vivir, luchar y vencer en esta dura batalla contra la barbarie y la arrogancia estúpida, suicida y egoísta de quienes detentan hoy el poder político en Ecuador.     

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