Santiago Rivadeneira Aguirre
El alcalde de Guayaquil, Jaime Nebot Saadi, quiso convertir a su ciudad en el centro hegemónico del país, en la expresión más acabada y totalizadora a partir de un supuesto ‘modelo exitoso’: una especie de ‘sistema mundo’ que debería extenderse a las demás regiones para consolidar -desde esa perspectiva- una transformación radical y definitiva del Ecuador.
Y en el trazo de su extensa bonanza política, la materialidad histórica de su relato se refiere a una particular noción de desarrollo. Sobre la base de esa ‘falsa totalidad’, el modelo exitoso de Nebot, ahora tiene el campo abierto -gracias a la coyuntura morenista- para establecer una lógica del poder con matices de una supremacía imperial. Ese ‘sistema mundo nebotiano’, pretende volatilizar toda muestra de confrontación o conflicto de clases. Es la reseña ideológica de una derecha encubierta y mañosa que funciona como un pleonasmo disfrazado de novedad.
Apelemos otra vez a la memoria para entender parte del comportamiento oportunista y las repetidas estrategias que el alcalde de Guayaquil ha consignado como práctica y que le han permitido sostenerse como uno de los figurantes políticos más astutos, sagaces y conspicuos.
En marzo de 1999, el país enfrentaba el desgobierno del presidente Mahuad, esos sí muy bien amparado por un pacto abierto con los socialcristianos, responsables a la larga de la dolarización y el descalabro económico, que después Nebot aprovechará para sus propios haberes. No solo él, porque su hermano José, representante legal del Banco de Occidente solicita a la Junta Bancaria, acogerse al plan de ‘saneamiento bancario’.
Vladimir Álvarez Grau, ministro de gobierno, justificó la alianza, diciendo que: “Mahuad es un líder que hace ver lo que otros no ven. La cercanía con el PSC no es vista como una alianza permanente, sino una relación en la que hay acuerdos y desacuerdos”.
En una relación de hechos, Miguel Rivadeneira puntualizaba que “el régimen (de Mahuad) tiene ‘la virtud’ de reaccionar tarde. Los casos sobran: el reclamo de la emergencia para Guayaquil. Habló el alcalde y se cumplió. Nebot reclamó la salida del Ministro de Energía y a las pocas horas el régimen anuncia las renuncias”.
En un editorial del diario El Comercio, titulado Más inequidades con la gasolina (pág. A4, 1 de marzo 1999), se expresaba: “El precio de la gasolina tiene una coincidencia. La decisión de elevarlo nuevamente, de acuerdo a las andanzas del dólar, aparece como un gesto resuelto y sincero originado por las desgracias de la caja fiscal, pese a su imprudencia. Pero al frente está la batalla emprendida por el incansable dirigente social cristiano que hace noticias todos los días. Seguramente será un anhelo de pulsar fuerzas luego de varias imposiciones al sector oficial. Sería una lucha difícil entre un gobierno golpeado por varios flancos y un político que busca, al fin y al cabo, réditos”. (El subrayado es nuestro).
Y Fabián Corral en esos mismos momentos, profundizaba sobre el ‘regionalismo’ de ciertos políticos y el rol de los medios de comunicación: “Ante nuestra indolencia, los políticos siguen en la perversa farra que hace tiempo ya desacreditó a la democracia. Siguen calculando cómo mantenerse vigentes, cómo acrecentar sus posibilidades electorales, cómo alimentar los poderes implícitos que les permiten gobernar sin comprometerse, mandar sin asumir responsabilidades y capitalizar expectativas sin desgastarse. Siguen los partidos viviendo en la lucha de las ilusiones, los egoísmos y los cálculos”.
Y entre sus conclusiones, apuntaba: “Ante la cobardía de muchos, avanza el sentimiento regionalista, y se antepone el cantón al país. (…) No se duda en proponer separatismos camuflados en momentos en que el país necesita afianzar sus convicciones unitarias”.
Y en cuanto a los empresarios, Corral les responsabiliza de la crisis, (que provocó que en los últimos 18 meses salieran del país USD 2300 millones de las cuentas de ahorros) porque “no han entendido que es hora de terminar con la cultura de la trampa, dando ejemplo de pulcritud y consecuencia en el pequeño mundo de cada empresa. Se suman los que siguen usando el contrabando, los que regatean las obligaciones laborales, los que no entiendan nada de calidad ni de competencia sana”.
Y para colmo, enfatizaba el articulista de El Comercio: “hay periodistas, analistas y algunos habladores que, al parecer, se solazan en el desbarajuste. Hay quienes han encontrado en el drama del país un filón de titulares escandalosos, de anuncios espectaculares, de telenovelas de pésima factura pero de gran audiencia”.
¿Será posible salir de este círculo vicioso socialcristiano? ¿Y cómo debemos responder a la creciente hegemonía de Nebot?