Por Orlando Pérez
Los 18 días de movilización y protesta quedarán grabados en la memoria y la retina histórica del Ecuador, porque fueron cualitativa y cuantitativamente superiores a octubre de 2019. Sin subestimar y tampoco dejar por fuera la virulenta y torpe reacción gubernamental, con el saldo de 7 muertes, alrededor de 500 heridos (buena parte de ellos de gravedad), 150 detenidos y 300 procesos judiciales iniciados, no se trata de un glosario de cifras, el paro popular deja varias lecciones.
En lo fundamental, la causa de fondo de los estallidos sociales no es el incremento de los combustibles, es el ajuste neoliberal y el autoritarismo que nace de él. Incluso, queda claro cómo se comportan los presidentes cuando gobiernan de espaldas a sus pueblos y de rodillas ante el FMI. Ese autoritarismo se evidencia también en la agenda de seguridad que reprime y criminaliza al débil y es aliado y permisivo con las mafias. Eso no es casual.
1.- Una sociedad muy golpeada en todos los campos no aguanta más ajustes
Las cifras en todos los campos dan cuenta de un país golpeado, casi aniquilado en sus expectativas básicas de vida. Más de 100 mil ecuatorianos intentando ingresar a EE.UU. en un año es la imagen más dramática; más de 1500 muertes violentas en el primer semestre, no es poca cosa; 80 mil jóvenes sin universidad es la decepción total cuando se juró que el ingreso sería libre y gratuito; desnutrición infantil aguda y servicios públicos precarios que solo generan muerte, desasosiego y desesperanza para el mínimo trámite o atención. Por tanto, el paro popular no llegó de la nada y menos (como estigmatizan los medios oficialistas) por un capricho de la Conaie y/o del correísmo.
2.- La Conaie leyó y aprendió mejor de Octubre 2019
Junio 2022 no se entiende con lo ocurrido hace tres años. El continuismo de Guillermo Lasso repitió la fórmula de su coideario Lenín Moreno, porque detrás tienen a un frente político-policial-militar anti insurgente. Mientras tanto, en los movimientos indígenas y campesinos, se entendió mejor el significado de la movilización, más allá de una demanda concreta, más conectados a la realidad del resto del país y de las cadenas de impacto del ajuste neoliberal. Los 10 puntos de la demanda son clave en la lógica de la disputa, que no se observaron ni propusieron en el 2019.
Hoy no se puede hablar de una demanda étnica o territorial. El resultado del paro y la cesión hecha por Lasso trastoca los objetivos, por ejemplo, de incrementar la producción petrolera, la explotación minera y la contracción económica para los pequeños productores. Al colocarse en la vanguardia de la demanda social general, la Conaie supo tomar la iniciativa en cada momento de la negociación y del relato político en disputa.
3.- Sin un verdadero Estado Plurinacional e Intercultural, Ecuador seguirá bloqueado
Si algo dejó Montecristi, en el 2008, es la posibilidad de un verdadero republicanismo, que con toda su complejidad puede hacer efectiva la concurrencia de procesos para que la interculturalidad se exprese en cada territorio, institución o política pública. Sin eso el racismo tendrá su mejor caldo de cultivo, las exclusiones y los fascismos crecerán mejor. Pero va más allá: los pueblos y nacionalidades reclaman su espacio, presencia y protagonismo en donde sus derechos son afectados y menoscabados. No son actores periféricos. ¿O no tenemos presente lo vivido en Chile para la inclusión de los mapuches, como actores políticos y culturales reales en la democracia de ese país en la nueva Constitución?
Eso no quiere aupar el clientelismo en la educación intercultural, menos aún en los espacios de la administración pública como reparto de cargos para dirigentes o para la cooptación de organizaciones locales.
4.- La derecha separatista y racista se ha revelado en sus esencialidades
No es la primera vez que un paro nacional o un levantamiento indígena saca lo peor de las élites supuestamente blanco mestizas. Y, de hecho, lo más doloroso es que todo eso tiene el eco, el sustento y la amplificación de aquellos académicos, periodistas, caricaturistas y editorialistas que en el 2015 aplaudían, tapándose la nariz, toda movilización contra Rafael Correa. O esos mismos que antes emulaban la resistencia, la rebelión y la protesta social como un fenómeno “natural” en medio de un conflicto social.
Y, de nuevo, saltaron al ruedo los separatistas, a través de los periodistas agenciosos y voceros pendencieros que prefieren la “República de Guayaquil” a seguir dependiendo del “Centralismo serrano”. Parecería que en cada crisis les sale del alma lo más rancio de su regionalismo. Claro, algunos ya aclaran que no es precisamente separatismo sino federalismo. Igual, quedan en evidencia dos temas: su “Guayaquil independiente” aflora cada vez que la crisis pone en riesgo sus súper ganancias y el miedo a la presencia indígena en la toma de decisiones (cuando conviven con casi medio millón de indígenas en las calles, comercios y mercados de la “Perla del Pacífico”).
5.- Quito es ahora más que nunca un espacio de disputa cultural, ideológica y política.
Mientras los indígenas portaban la bandera del Ecuador, las “elites” quiteñas marchan con banderas blancas (antes eran negras) en la avenida Shyris. Es solo un símbolo de cómo se ha configurado en la capital ecuatoriana un núcleo racista, neofascista y discriminador a partir del supuesto de que esta ciudad es hispánica y aristocrática. Calza perfectamente con los ecos desplegados desde la derecha extrema que enarbola Vargas Llosa, Fox o el PP en España. No es casual que Guillermo Lasso haya recibido el favor de los institutos Libertad y otras denominaciones para los ataques en redes y en medios de prensa tradicionales.
Esa derecha se apoya en la enajenación de una clase media arribista y consumista. Han influido y expandido en el aspiracional de que todos pueden ser un Lasso, en el sentido capitalismo que excluye a los “loosers” y solo acepta a los triunfadores. Son los mismos que votaron por un banquero porque supuestamente les garantizaba libertad y consumo. Los mismos que no quieren pagar impuestos ni patentes para mantener a la ciudad en un cierto nivel de equidad y bienestar. Y son aquellos que demandan corridas de toros, de gallos y de autos sin límite, pero que en sus cuentas defienden el ecologismo y la naturaleza. Ellos botaron a Yunda y mantienen a un ineficiente Guarderas, con una ciudad destruida y al servicio de las élites a través de mecanismos y negocios “tercerizados”.
Cota final:
Si esta crisis supuso una vía de solución con la salida de Lasso, ha quedado claro que las salidas democráticas no son para la derecha. Ni el proceso por los Papeles de Pandora, ni la Muerte Cruzada y menos la Revocatoria del Mandato tendrán su correlato liberal e institucional. Al contrario, lo único que cuenta por ahora es eliminar y desterrar al correísmo porque es su mayor amenaza política. Ya ni el indigenismo es un peligro que justifique la implementación de la mayor persecución y la estrategia anti insurgente más violenta que se ha visto en muchos años, incluso más aguda que la vivida en las dictaduras de los sesenta y setenta.