Fernando Casado
El presente año nos ha dejado en España dos grandes eventos políticos, en primer lugar, una moción de censura aupó contra todo pronóstico a Pedro Sánchez como jefe del gobierno español, y en segundo lugar, la irrupción por primera vez del partido de ultraderecha VOX en el Parlamento andaluz, preludio de su expansión al resto del territorio nacional.
Para entender cómo Mariano Rajoy pudo haber dejado de ser presidente del gobierno, debemos remontarnos a la celebración de las últimas elecciones generales en el año 2016 que consolidaron la muerte del bipartidismo en España que había regido la vida política del país durante casi cuatro décadas. En esas elecciones el Partido Popular con Mariano Rajoy a la cabeza inició un gobierno en minoría, con 137 diputados de 350, que pudo conformarse gracias al otro partido de derechas, Ciudadanos. Rajoy, fue desgastándose por los escándalos de corrupción de la trama Gürtel que involucró directamente a su partido y su inoperancia en el “tema catalán”, hasta que mediados de 2018 una moción de censura presentada por el PSOE acabó con su gobierno. Por primera vez en la historia de la democracia española tras la muerte del dictador Franco, se obtenían los votos necesarios para hacer prosperar una moción de censura al alcanzar un total de 180. La izquierda junto a los partidos nacionalistas acabó con el gobierno del PP y dejaron a Pedro Sánchez al frente de un gobierno con solo 85 diputados propios.
Con esta hazaña Sánchez demostró ser un superviviente de la política, su ascenso, caída y recuperación fueron realmente meteóricos y muchas veces contra todo pronóstico. En el año 2014, fue el primer secretario del PSOE elegido por la militancia. Posteriormente, tras las elecciones generales en el año 2016 y el mal resultado obtenido por su partido renunció a su escaño de diputado y en el 2017 volvió a ser elegido el secretario general, de nuevo por las bases del partido, lo que le abrió la puerta para gobernar una vez prosperó la moción de censura que impulsó.
El otro gran acontecimiento político de este año ha sido la obtención de representación de VOX, visibilizándose una serie de reivindicaciones que existían en parte de la ciudadanía y hasta ahora habían permanecido ocultas. VOX es un partido calificado como xenófobo, machista e incluso neofascista, que ensalza el sentimiento de una gran España que no existe, que se enorgullece de su pasado imperial y colonial y considera a los nacionalismos independentistas regionales como una especie de enfermedad que debe ser extirpada. Para este partido que se alimenta de los prejuicios y el miedo, los migrantes no tienen cabida y son retratados como una amenaza, y en esto es donde VOX tiene su mayor parecido con sus homólogos xenófobos de Europa como Le Pen en Francia. El feminismo es un enemigo que ha impulsado la despenalización del aborto o la Ley de Violencia de Género, que en ambos casos pretenden eliminar. Como no podía ser de otra forma, consideran las corridas de toros como parte inseparable de la cultura española.
VOX aglutina lo que había sido hasta ahora una minoría silenciosa y vergonzante, de ahí que las encuestas nunca pudieron detectar en sus radares una fuerza que ha logrado ocupar espacios concretos de poder. Con su primera puesta en escena ya son en Andalucía el quinto partido político con 12 escaños y los responsables de que el gobierno de la región vaya a cambiar de manos y la derecha le arrebate al PSOE el ejercicio del poder después de tenerlo 40 años de manera ininterrumpida. Si Franco hubiera podido verlo estaría orgulloso.
Ahora bien, la derecha por primera vez se divide en España, monolítica hasta la aparición de Ciudadanos, el Partido Popular, único indiscutible hasta hace tres años, ahora tiene que competir con otros de su bando por el mismo número de votantes, por lo que la fórmula de d’Hondt le pasará factura, pues penaliza duramente la dispersión del voto.
Así queda configurado el escenario político español del año 2018, una izquierda débil, que pese a tener el gobierno ha perdido su retaguardia y feudo histórico. Por el contrario, la ultraderecha se encuentra en auge y de moda. La combinación de ambos ingredientes puede provocar el adelanto de las elecciones generales y una recomposición de la correlación de fuerzas que trasladen lo ocurrido al Parlamento de Madrid. En conclusión, España puede ser un ilustrativo ejemplo de lo que estamos viviendo en otros muchos países, especialmente en América Latina, la pérdida de espacios por parte de la izquierda que son ocupados por la ultraderecha más retrógrada.