Por Tamara Idrobo
Hay inmortales legados de mujeres que han aportado a través del tiempo y de la historia para la construcción de nuestras identidades y movimientos. Entre ellas se encuentra Simone de Beauvoir, quien nos presentó la esencia básica de lo que es ser mujer: “no se nace mujer, sino que se llega a serlo”.
Ser mujer en un país como #Ecuador significa estar limitada desde niña a que tus anhelos y sueños no sean tuyos, sino los de tu familia, tu barrio, tu cultura y tu espacio en una sociedad que te dicta cómo debes comportarte de acuerdo con estereotipos establecidos.
Las niñas en Ecuador aprenden desde muy pequeñas las morales y buenas costumbres #machistas impuestas que nos dicen que debemos obedecer, comportarnos, no ser relajosas y ser disciplinadas, cautas, castas. Así, las mujeres aprendemos que no debemos estorbar ni salir de los moldes establecidos, porque hacerlo siempre significará convertirnos en un problema.
Nos enseñan, con demasiado ahínco, desde niñas a ser invisibles, y cuando de adultas miramos sobre el hombro a todos los obstáculos atravesados y superados, nos damos cuenta de que somos invencibles.
Ser mujer en Ecuador es recibir continuas y permanentes respuestas de que: «no podemos, no debemos, no llegamos, no estamos, no somos«. Es gracias a otras mujeres que a lo largo de la historia nos han demostrado que romperlo todo es crear caos hacia la presente e indetenible revolución.
Sí, la revolución de las mujeres, que atreviéndonos a transformarnos, lo vamos transformando todo.
Hay momentos en nuestras vidas, desde niñas, adolescentes y adultas, en que nos cuestionamos las razones por las que una sociedad nos quiere quietas, calladas, violentadas y silenciadas. Vivimos ese empeño por parte de hombres, personas e instituciones que nos dicen y nos recuerdan que ser mujer es duro, y que para serlo, debemos entregarnos a los sufrimientos y sacrificios que la sociedad ha normalizado y perpetuado para nosotras.
Sin embargo, siempre hay amigas, madres, hermanas, tías, abuelas y compañeras que, de alguna forma u otra, están a nuestro lado para protegernos, cuidarnos y, sobre todo, para recordarnos que sí podemos, que sí debemos y que sí somos.
También están esos padres, amigos, compañeros, hermanos e hijos que nos acompañan y nos recuerdan constantemente que ellos están ahí para impulsarnos, para decirnos que atrevernos a ser lo que queramos ser es posible, porque ellos estarán ahí para hacer su parte, que significa acompañar, aconsejar, sostener, guiar y, en momentos, callar, mientras somos nosotras las que hablamos, las que trabajamos, las que lideramos y las que vamos siendo.
Sí, las mujeres que atravesamos nuestros caminos, inspiradas por otras mujeres y acompañadas también por hombres, estamos abriendo brechas y construyendo legados. Este trabajo necesariamente personal, es político.
En mi camino de palabras y actos, incluyo mi militancia política #feminista también, porque estoy decidida a caminar y llegar junto con otras mujeres para nunca más retroceder.
Y hoy, las mujeres ecuatorianas nos vemos acompañándonos unas a otras, reconociéndonos en nuestras diferencias y diversidades. Desde nuestras propias experiencias y sueños sabemos reconocernos en nuestros dolores y vulnerabilidades.
Si algo nos iguala a las mujeres ecuatorianas, no es solo la fuerza y determinación por salir adelante a pesar de nuestras adversidades, sino que también sabemos reconocer cuando una de nosotras necesita nuestro apoyo, nuestra presencia y nuestro reconocimiento. En esos momentos, repetimos como mantra que no estamos solas, que nos tenemos, que estamos, que somos.
Ese reconocimiento en dolores, fortaleza y quebrantos también se celebra y se reconoce cuando superamos límites, desafíos y sufrimientos. Ahí estamos y estaremos siempre, rechazando la violenta idea patriarcal de que «la peor enemiga de una mujer es otra mujer«.
No saben que, en los momentos más oscuros, siempre es otra mujer la que nos acompaña: una amiga, hermana, madre, abuela, vecina, prima o una desconocida. Sí, siempre son las mujeres que apoyan a otras las que crean y trascienden la esencia de lo que significa ser mujer.
Nos llamamos colectivamente a la resistencia, a la insistencia, a la persistencia y a la superación. Ahí estamos, como lobas en jauría, como leonas atentas, como un enjambre trabajando, con nuestras redes de apoyo, afecto, acción y decisión.
Por eso, el #machismo y los violentos nos temen; saben que ya no cuentan con la comodidad de nuestro silencio, porque éste se ha transformado en un grito colectivo. Saben que: ¡Si tocan a una de nosotras, nos tocan a todas y que, si llega una, llegamos todas!
Las mujeres sabemos lo que significa apoyarnos, sostenernos e impulsarnos. Por eso, en Ecuador ya estamos a punto de marcar un hito en nuestra historia democrática y política. Estamos a puertas de elegir, por primera vez, a una mujer como presidenta, y el país sabe que este hecho es el resultado de décadas de luchas, disputas, avances, conflictos, presencias y persistencias de muchas mujeres que han precedido a este momento. Y es gracias a tantas otras que hemos atravesado violencias de todo tipo, en todo momento y en todas partes.
Sin embargo, esas violencias ya no nos detienen. Nuestra jauría, nuestros enjambres y nuestras redes se tejen con el convencimiento de que el cambio no está en una, sino en todas nosotras. Este no es un llamado a la resistencia, sino una invitación a la presencia.
@LuisaGonzalezEc desde sus orígenes de campesina, está cosechando décadas de lucha de muchas mujeres que, sabiendo lo que eran, nunca tuvieron la oportunidad de serlo. Décadas de luchas de mujeres que, siéndolo, aprendieron a demandar y a avanzar.
A Luisa la parió el campo manabita para que siembre aprendizajes y enseñanzas en todas las niñas y mujeres ecuatorianas. Porque, más allá de que crean o no en ella, de que la apoyen o no en su elección, y de que se sumen o no a su decisión, nos queda claro que el cambio que Luisa ha gestado demuestra que, con trabajo, autenticidad, decisión, capacidades y anhelos, podemos llegar a ser lo que deseamos, Presidenta con A.
Tener a Luisa disputando nuevamente la presidencia nos recuerda que, con convicción y un profundo amor por lo que creemos y queremos, las mujeres en Ecuador podemos llegar a ser, simplemente siendo.
Desde mi feminismo, que vivo y construyo todos los días, así como ser mujer, me posiciono públicamente con absoluta decisión y profunda determinación para hacer un llamado a todas las mujeres en Ecuador: estamos a punto de lograrlo, porque si una de nosotras llega a ser, será por y para todas y junto a todas.
Las niñas y mujeres ecuatorianas sabemos que el amor y la fortaleza están de nuestro lado, mientras que el miedo y la violencia siempre estarán en el otro bando.
Porque además, las mujeres sabemos que:
– Cansadas, continuamos;
– Llorando, reímos;
– Tristes, cantamos;
– Dolidas, bailamos;
– En desacuerdo, avanzamos; y
– ¡Luchamos sintiendo!
Yo sé y siento que es #EsTiempoDeMujeres y sé que ustedes también lo saben y lo sienten.
Creo en las mujeres. Por eso, yo, #TamarAFeministA quiero a #LuisAPresidentA y a todo lo demás que vendrá con A.
Sé, mujeres de mi Patria dolida y lastimada, que ustedes también la quiren #PresidentA
¡Las mujeres no nacemos presidentas, llegamos a serlo!