Germán Basurto
Al finalizar su gestión el discurso político del poder tuvo la cualidad de lo explícito y las medias tintas quedaron en el tintero, al pan se le llamo por su nombre y al vino también, y los protagonistas se enfrentaron sin máscaras en un escenario diferente al que dominaba en el “viejo país”.
A partir del 24 de mayo de este año, aparece un discurso oficial ambiguo, y aunque la derecha y el progresismo continúan enfrentándose, con los nuevos moradores de Carondelet aparece un hecho hasta entonces impensable: el retorno de la restauración conservadora con la máscara de la “lucha contra la corrupción”, estrategia inventada en los think tanks imperiales dirigida a demoler los procesos progresistas y sus liderazgos en la región y, que, al desgastarse, distorsiona el estado de la economía y de la deuda para justificar medidas fondomonetaristas, coloquialmente hablando.
Pero si no fuera suficiente aparece el autoritarismo como método para convocar una Consulta tramposa, pisoteando la Constitución y la institucionalidad democrática y asegurando dos cuestiones importantes: la liquidación política de Rafael Correa y la intervención de las funciones de Control para su alegre repartición con los conocidos sepultureros de la patria.
Correa ha dicho que el proceso de la revolución ciudadana, al entrar en crisis el régimen de dominación neoliberal, representa un “cambio de época”, es decir, que al igual que sucedió en la región, las relaciones de poder se modificaron a favor de la ciudadanía ejerciendo en democracia, en un Estado de derecho sus derechos, en especial los sectores más pobres cuya situación mejoró ostensiblemente tras la llamada “larga noche neoliberal”.
Esto fue posible al expresarse la voluntad popular producto de una sabiduría táctica de gran aliento estratégico como fue la elección de la Asamblea Constituyente y la promulgación de la Constitución de Montecristi, que da paso al Estado Popular para desarrollar las grandes estrategias de la revolución: “el Ser Humano sobre el Capital”, y la “Sociedad sobre el Mercado”, que marca sus expectativas, sus alcances promisorios y los límites de la revolución ciudadana.
Con la crisis económica mundial bajan los precios del petróleo y con el terremoto de 2016 el crecimiento de la economía y del gasto público disminuyen sin pararse; mientras la restauración conservadora calienta las calles con los planteamientos que esgrimirá en las elecciones repetidos por el gobierno autoritario de Moreno: corrupción, despilfarro de recursos, sobreendeudamiento, excesivos impuestos, clima de intolerancia, en definitiva la propuesta de los banqueros, los especuladores de tierra, los papeles de Panamá, los evasores de impuestos, las Cámaras de la Producción,
Si la década ganada empezó con el descontento social al finalizar su gobierno quedó un liderazgo fuerte, un marco reformista que no pudo ir mas allá del capitalismo, un Estado eficiente y eficaz cumpliendo con las políticas públicas, preocupado por la integración y por el cambio de la matriz productiva. Pero también sin movimiento político sacrificado en el altar del Estado y con los movimientos sociales desarticulados.
Si habría que caracterizar el proceso: hubo un mayor protagonismo del Estado por el Buen Vivir, una sociedad políticamente descuidada y que sin el liderazgo de Rafael Correa habría mucho de qué hablar, pero muy poco que esperar en el futuro.
Y una derecha con un Gobierno de su confianza y con las manos sueltas.