En el mundo fabuloso, que los medios masivos de información elaboran, se calla que el destino del hombre depende de si demócratas y republicanos se ponen de acuerdo en cómo repartirse el pastel. Si esto se comprende, la geopolítica mundial se transparenta y no depende de las aventuras peligrosas de EE.UU.

Un ejemplo es el narcotráfico. Existen lugares donde se produce la droga y lugares donde la consumen. La diferencia entre el costo de producción y el precio que paga el consumidor es tan descomunal que convierte a este ilícito en un elemento importante de la economía mundial y en un negocio gigante que engorda las arcas de todos los que participan en él. En el ilícito intervienen todas las instituciones del Estado y el carácter ilegal del negocio y su alta rentabilidad lo convierten en una competencia en la que se emplea la violencia física como característica principal.

En Colombia, los narcotraficantes están vinculados con los paramilitares y con las más altas autoridades del Estado. Nadie jode y al que jode lo despachan. Los oligarcas, que ponen la plata para acallar a los políticos, se entienden de primera con los narcotraficantes y el Ejército dispara contra los que se opongan, sean guerrilleros o no. Pero lo más increíble es la indiferencia de todos: ni la prensa, ni los gremios, ni el Gobierno, ni la Iglesia, ni la llamada sociedad civil, ni las ONGs, ni EE.UU. han dicho esta boca es mía, porque, por intereses políticos, lo que ayer era malo e ignominioso, hoy se volvió útil y bueno. En Colombia, la plata sí pesa y no las mascaradas morales, pues lo cierto es que en las elecciones los narcotraficantes presionan un poco y sus candidatos ganan. Por eso, el Congreso colombiano está al servicio del ellos, del cacicazgo y de los paramilitares. Los políticos pagan y ellos les aseguran un curul a donde les dé la gana; a cambio de ello, los elegidos se hacen de la vista gorda, y todos viven felices y contentos. Lo mejor de lo mejor es que nadie investiga nada, pues todos son parte de la misma tramoya, es que allá no hay ningún representante de la sociedad al que la democracia no le rinda sus frutos.

La situación del narcotráfico en México no se diferencia en mucho a la de Colombia, para buena suerte, los mejicanos eligieron a Andrés Manuel López Obrador, un político honesto que ha demostrado ser un gran estadista. Pero él gobierna un país que tiene graves problemas. El juicio contra el Chapo Guzmán comprobó, en general, el fracaso de la “Guerra contra las drogas”. Desde que fue arrestado en México, el 2016, y extraditado a EEUU, este país se ha convertido en el mayor narcotraficante y consumidor de drogas del planeta y hay más drogas ilícitas que nunca en las calles del mundo.

Según informe del “Transnational Crime and the Developing World”, elaborado en marzo del 2017, se estima las ganancias del narcotráfico mayores a los 500.000 millones de dólares anuales. Si se toma en cuenta esta cantidad de dinero, se aclara que este negocio está dirigido desde Washington, que se queda con el 85% de las ganancias del tráfico de cocaína latinoamericana. Por eso, al gobierno estadounidense no le interesa acabar con el narcotráfico sino controlarlo. La DEA, el FBI y la CIA determinan los sitios donde se produce la droga, su cantidad y calidad; quienes la fabrican y quienes la comercializan; el destino de los narcóticos; quienes se benefician del negocio; la logística del narcotráfico, las cadenas de intermediación y dónde se invierten las ganancias originadas por el ilícito.

El The New York Times calificó el 11 de diciembre del 2012 como el más negro para un Estado de derecho. Ese día, el HSBC, el segundo banco más grande del mundo, no pudo ser enjuiciado pese a que había blanqueado más de 7.000 millones de dólares de la mafia mejicana de la droga. El Departamento de Justicia de EEUU fue advertido por la FED y el Departamento del Tesoro, de que temían que “tomar una medida tan agresiva” contra el HSBC podía poner en riesgo a uno de los mayores bancos del mundo, lo que podría tener efectos negativos para la economía mundial. Luego de que este banco admitiera su culpabilidad, las autoridades de EEUU decidieron no enjuiciar al HSBC, que sólo pagó una multa de 1.92 millones de dólares. Ni un banquero fue acusado, como parte del acuerdo alcanzado entre las partes. El escándalo financiero Libor, calificado como “el mayor que se haya producido nunca”, demostró que los mayores bancos del mundo se involucran en “fraude organizado y funcionan como un cártel o una mafia.”

En esta guerra están libres los verdaderos responsables. ¿Por qué no se persigue a los narcotraficantes de EE.UU.? Pues porque los secretarios de Estado, los gobernadores, los legisladores, los senadores, los jueces, los periodistas, la policía, los agentes del FBI, la CIA, la DEA y las Patrullas Fronterizas han coludido con los narcotraficantes.

Hace mucho, Gabriel García Márquez preguntó reservadamente a Bill Clinton sobre este asunto. Obtuvo por respuesta que se trataba de un grave problema de Estado, cuyo meollo se conocería después de varias décadas, igual que los misterios de Fátima. En estas circunstancias, arribó a la cloaca, así denomina Donald Trump a la clase política de Washington. La cloaca se preocupó por la llegada de este advenedizo que puso en entredicho todas sus actividades, legales o ilegales. Para colmo de los colmos, a Trump se le ocurrió proponer la construcción de un muro que separe México de EE.UU., arguyendo que por ahí ingresan las drogas. Y no es que una pared, por sólida que sea, va a resolver el problema, pero sí es un elemento que perturba las apacibles aguas por donde hasta ahora han transitado las drogas.

¿Qué hacer? Y a alguien de los servicios secretos se le prendió el foquito. Hay que hacerle creer que el mundo le pide meterse en Venezuela, que es cosa de soplar para que Maduro se caiga, que el pueblo venezolano no va a defender a su país. De esta manera, nos evitamos la tarea de eliminarlo, como hicimos con Kennedy. Y a Trump, que es de los empújame que me caigo, le agradó la idea. Ahora se encuentra en el incómodo dilema de intervenir o no. En solitario es misión imposible y en esta aventura no le quiere acompañar ni siquiera Colombia.

Así las cosas, el pleito contra el Presidente Trump en la cloaca, que lo intenta defenestrar mediante un impeachment, es a muerte y él necesita como nunca ganar la reelección. Por eso, Venezuela y Latinoamérica están en capilla. Lastimosamente, la lucha se dificulta porque hay mucho traidor y mucha quinta columna. Además, la batalla independentista es titánica porque los medios de información masiva distorsionan la realidad y han creado el mundo de fábula, en el que creemos vivir. A buena hora: No hay mal que dure cien años, ni cuerpo que lo resista.

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