Javier Izquierdo

Con esta reseña sobre los nueve largometrajes documentales ecuatorianos presentes en la edición 2018 del Festival Encuentros del otro cine (EDOC), inauguramos la sección crítica de la Revista 25 Watts, dada la necesidad de establecer espacios que “pasen revista” a la más reciente producción cinematográfica del país. La selección ecuatoriana de los EDOC es un importante referente para la producción local y da cuenta del buen momento que atraviesa el documental en el Ecuador.

Comenzamos este recorrido con la película El hombre que siempre hizo su parte, de Orisel Castro y York Neudel, pareja internacional de realizadores que encontró en Carlos Rota al protagonista de su primer largometraje. Se trata de un retrato cerrado de este excéntrico quiteño, fallecido poco después del rodaje, y de sus ires y venires entre oficina y ciudad,  la vejez y sus grandiosos proyectos sin concretar, entre la erudición en ciertos temas y las lagunas a nivel personal. Esto último provocó uno de los debates más interesantes del festival, cuando luego del estreno un descendiente de Rota cuestionó que la obra no indagara en espinosos asuntos familiares que quedaron sin resolver en vida. Pero como el documental se centra en sus últimos años y los retrata sugiriendo los claroscuros del personaje, salió bien librado de estas discusiones.

Torero de Nora Salgado y Huahua de Joshi Espinoza fueron dos de los documentales más comentados del festival. El primero es un documental que sigue al ya maduro torero ecuatoriano Mariano Cruz Ordoñez en su último intento por alcanzar el sueño de vivir de su arte en plazas más posibles como Madrid y México. Por fortuna, los recursos del documental fueron superados por el carisma del personaje, que enfrentándose constantemente al fracaso, logra torear elegantemente los obstáculos que continuamente se le presentan. La película, sin caer en la nostalgia de una actividad bastante mermada en el país, reivindica la obstinada pasión de sus practicantes.

Huahua, con elementos de falso documental en la puesta en escena, es una sofisticada pieza audiovisual realizada por una pareja director-productora de origen indígena. El repentino embarazo de la mujer (que luego nos enteramos que es ficticia), es el punto de partida para esta reflexión sobre la identidad, ya que los futuros padres se debaten entre criar al hipotético hijo en la ciudad en la que habitan o en una de las comunidades familiares. Lo interesante es que la película logra que las preguntas que plantea sobre el significado de ser indígena en el Ecuador actual, se traspasen al resto de ecuatorianos.

Otros documentales que dieron de que hablar por lo novedoso de sus temas fueron Hacer mucho con poco, de los realizadores Kliwadenko-Novas y Luz de América, de Diego Arteaga. El primero está centrado en el trabajo de colectivos arquitectónicos que tratan de encontrar soluciones habitacionales creativas y de bajo coste en zonas periféricas del país. A pesar de que el trabajo se acerca al publi-reportaje al promocionar a los arquitectos, la película da a conocer con mucha riqueza visual necesarias propuestas arquitectónicas a nivel local. En la también fotográficamente cuidada Luz de América, el tema de la película a ratos se pierde al querer abordar algo tan amplio como la luz en el continente. Por eso, la película tiene sus mejores momentos cuando se acerca al video arte –logradas imágenes del realizador en diferentes paisajes latinoamericanos- y los más débiles cuando trata de dar una estructura narrativa a un tema tan abstracto.

Quizás uno de los más logrados documentales de la muestra por su propuesta estética es Quebrada de Felipe Cordero, donde se juntan la histórica preocupación social del cine directo con la actualidad de las sub-culturales juveniles. El documental sigue a jóvenes quiteños de barrios humildes que pertenecen al movimiento “straight-edge” o “borde recto”, que se caracterizan por no consumir alcohol ni drogas. Filmada en un delicado blanco y negro, la película es una exploración poética sobre las diferentes formas de ser joven en la ciudad. Entre actividades cotidianas, conciertos de hip hop y paseos en bici, los jóvenes van relatando su mundo sin demasiada intervención externa. Algo de esta búsqueda también está presente en Siguiente round, del Ernesto Yitux, que explora el impactante mundo del boxeo en un barrio suburbano de Guayaquil, aunque su estilo a ratos se acerca más a lo televisivo.

Propagandia de Carlos Andrés Vera fue una de las películas más polémicas del festival por la negativa de ciertas salas comerciales de exhibirla. Más allá de esta controversia, podemos decir que la primera mitad de la película es sumamente pertinente al estar centrada en la persecución a la prensa por parte del régimen correísta, y la segunda mitad decae al reivindicar la figura del ex candidato presidencial Guillermo Lasso con quien el director colaboró durante la más reciente campaña electoral.

Una película que topa de forma más sutil algunos de los temas presentes en Propagandia pero que pasó desapercibida posiblemente por estar hecha por una extranjera es La Manuela, de la brasileña Clara Linhart, realizada durante el exilio de la activista franco-brasilera Manuela Picq, expulsada del país por el mismo régimen. La directora, amiga cercana de la protagonista, logra un acceso privilegiado a la intimidad de Picq grabando, entre otras cosas, las conversaciones de Skype con su pareja, el dirigente indígena Carlos Pérez Guambartel. Así, el documental va más allá de lo político y se convierte en un retrato de las relaciones de amor interculturales en la era del internet. De la misma forma, no dejan de ser interesantes para el espectador ecuatoriano las constantes referencias que se hacen del país desde el exterior.

*Artículo originalmente publicado en la Revista 25 watts, Número 8.

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