Juan J. Paz y Miño Cepeda

Un golpe de Estado producido el 9 de julio de 1925 por la joven oficialidad del Ejército, dio inicio al ciclo de los gobiernos julianos: la primera Junta Provisional (6 meses), la segunda Junta (3 meses) y la presidencia de Isidro Ayora (1926-1931). Aquella incursión militar es comparable con el Tenentismo en Brasil y con el movimiento de la joven oficialidad en Chile, por aquella misma época.

La importancia de este ciclo histórico en Ecuador radica en varios procesos: fue la primera vez que el Estado fiscalizó a la corrupta banca privada de la época, la sancionó y, con ayuda de la Misión Kemmerer, creó el Banco Central (BCE) como única entidad emisora de billetes, acabando así con los negociados que hasta entonces hizo la banca privada con la sobre emisión monetaria y el endeudamiento al fisco; adicionalmente se creó la Superintendencia de Bancos. También fue la primera vez que se creó el sistema nacional de impuestos directos, mediante la introducción del impuesto a la renta (1928 – del que fueron excluidos los trabajadores asalariados), y del impuesto a las utilidades del capital (algo que aún no se ha logrado revivir en nuestros días); pero también se acabó con los rematistas de impuestos (agentes privados que los cobraban a nombre del Estado y que hizo posible las fortunas fraudulentas), y se estableció un régimen impositivo proteccionista para impulsar la industria nacional. Finalmente, se introdujo la nueva institucionalización social en el país, mediante la creación del Ministerio de Previsión Social y Trabajo, la Caja de Pensiones (antecesora del IESS), las Direcciones nacional y provinciales de Salud, la reforma educativa en todos los niveles, así como una flamante legislación laboral guiada por el principio pro-operario, el contrato individual, el colectivo, la sindicalización, el derecho a la huelga, la jornada diaria y semanal máximas, el pago de horas extras, las indemnizaciones por despidos; y, adicionalmente la introducción del principio de función social de la propiedad y un esbozo de reforma agraria para dar tierras a comunidades carentes de ellas, todo lo cual quedó fijado en la Constitución de 1929, que inauguró una nueva época en el derecho.

Como puede advertirse, los julianos sentaron las bases para la superación del sistema oligárquico tradicional, un proceso lento, que se prolongó en el país hasta las décadas “desarrollistas” de 1960 y 1970. Fue inédita su política de ajuste de cuentas a la banca privada, que movilizó en Guayaquil el regionalismo y el autonomismo para enfrentar la creación del BCE. Gracias a la inédita potenciación de capacidades estatales, los julianos se anticiparon a ese desarrollismo y se podría decir que se anticiparon también al keynesianismo. Además, ejecutaron una política social comparable a la que años más tarde introdujo el presidente demócrata Franklin D. Roosevelt (1933-1945) para superar la famosa “crisis de los años 30” en los EE.UU. Los julianos igualmente formaron parte de los gobiernos populistas latinoamericanos de la época, entre los que suele destacarse a Lázaro Cárdenas en México, Juan Domingo Perón en Argentina y Getulio Vargas en Brasil. Y con los julianos nació en Ecuador el espacio político de la izquierda, no solo reflejado en las acciones de sus gobiernos, sino por la coyuntura favorable para la fundación de los partidos Socialista (1926) y Comunista (1931), que de otro modo no habría sido posible.

El julianismo fue, por tanto, uno de los escasos ciclos de la historia gubernamental ecuatoriana en el que se acelera la modernización y el avance nacionales, sobre la base de un proyecto sólido y consistente de construcción de un nuevo país. Sus gobiernos también inauguraron el reformismo y el progresismo ecuatorianos que en el siglo XX solo tuvieron contados momentos de vigor y crecimiento, como el que se dio entre 2007-2017, heredero de las tendencias inauguradas por el julianismo.

La historia de los gobiernos julianos fue silenciada a propósito. No se quiso dejar huellas de lo que habían hecho, es decir, de la imposición de los intereses nacionales sobre los intereses privados, así como de la sujeción de la oligarquía financiera y comercial a la autoridad del Estado, y, además, de la institucionalización de la cuestión social, que afectó antiguos poderes regionales y particulares.

En una fecha coincidente con el aniversario 93, merece recordarse a la Revolución Juliana, para comprender que lo que se hizo en aquella época es una tarea que requiere retomarse algún momento, debido a que en el Ecuador del presente se abandonó todo proyecto reformista o progresista de edificación de un nuevo país, para dar paso exclusivamente a un simple proyecto de negocios de las elites empresariales aprovechando del país.

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