Juan Fernando Terán

¿Cómo evaluar la gestión económica del gobierno de Lenin Moreno (GLM)?. La tarea no es fácil.

De entrada, no se puede tomar como “línea base” al plan de gobierno que llevó a Moreno al poder. De las “12 revoluciones” que planteaba Alianza País en las elecciones de 2017, su gobierno no preservó ni siquiera fragmentos de retórica.

Tampoco se puede evaluar su gestión tomando como referencia al “Plan Nacional de Desarrollo 2017-2021 Toda una Vida” (PND 2017-2021). Hacerlo sería suponer ingenuamente que la política económica suele ejecutarse con una alguna relación explicita entre medios y objetivos de la acción pública. En Ecuador, semejante orden jamás ha existido. Además, a menos de un mes de publicada la primera versión del Plan, este instrumento era incómodo para el GLM… como también lo era la difunta Senplades.

Entonces, ¿se podría recurrir al Programa Económico de Estabilización Fiscal y Reactivación Productiva presentado en abril de 2018? Una evaluación con ese parámetro generaría una comparación más ardua pero también más decepcionante. Las “14 medidas” de ese Plan son buenos deseos para satisfacer a diversas audiencias políticas. En estricto sentido, no conforman un programa cuya realización pueda explicar lo que aconteció durante 2018.

De hecho, algunas de esas medidas son epistemológicamente “infalsificables” y, por tanto, inadecuadas para una evaluación coyuntural. Por ejemplo, “simplificar trámites” o “impulsar alianzas público-privadas” son objetivos intermedios de política pública de los cuales se puede decir que “si se cumplieron” aunque no hayan sido cumplidos en lo absoluto.

También infalsificable es una proposición como “recaudar USD$ 180 millones hasta 2021 mediante el control de la defraudación fiscal” pues, en este caso, tendríamos que esperar hasta esa fecha para verificar si lo dicho tiene algún sustento de verdad.

Siendo así, acudiendo a las costumbres de interpretación macroeconómica, se podría considerar a la producción, el empleo, la inflación y la balanza de pagos como criterios de referencia. Si así lo hacemos, la evaluación del GLM podría resumirse en cuatro lacónicos párrafos.

1). Entre 2017 y 2018, el Producto Interno Bruto (PIB) disminuirá. Según las previsiones del Banco Central, su tasa anual de variación caerá de 2,4% a 1,4%…. Ojalá decrezca solo eso.

2). El “nuevo desempleo” crecerá. Entre enero y septiembre de 2018, en promedio, el 27,6% de las personas desempleadas eran «nuevos desempleados». El promedio para el mismo periodo de 2017 fue 23,6%.

3). La inflación será ligeramente positiva… ojalá sea así. La variación anual del índice de precios al consumidor pasó de -0,27 en noviembre de 2017 a 0,35 en noviembre de 2018.

4). Entre 2017 y 2018, el déficit comercial aumentará. En ese periodo, las exportaciones pasarán de 27,7% al 28% del PIB y las importaciones del 28,5 al 30,7% del PIB…. Lo cual atenta contra la sostenibilidad de la dolarización.

A su vez, la evaluación podría incluir aquella información que los análisis ortodoxos suelen reiterar incesantemente. Los resultados no serían tampoco halagüeños: en 2018, el GLM llevó la deuda pública por encima del 60% del PIB y el déficit fiscal más allá de los USD 8.000 millones.

Estos resultados de un análisis convencional no deberían sorprendernos pues, con decisiones desacertadas o extemporáneas, un gobierno sí puede afectar seriamente el desempeño de una economía en el corto plazo. Por eso, para descubrir aspectos más atractivos para la opinión política o el interés científico, conviene indagar en otro lado. Veamos.

Todas las variables económicas sufren alteraciones coyunturales. Sin embargo, existen algunos procesos cuyo comportamiento suele resistirse a cambios a corto plazo. Esto se supone que sucede, por ejemplo, con la distribución del ingreso, la calidad del trabajo o la composición de la fuerza de trabajo. En estos ámbitos, salvo que existiesen circunstancias o shocks realmente excepcionales, la política económica no logra alterar fácilmente la trayectoria histórica previa de las variables. Eso suele ser así pero….

En menos de un año, el gobierno de Lenín Moreno hizo ‘tres prodigios’ que dejarían perplejos a quienes no conozcan Ecuador.

1). Con Lenín Moreno aumentó la desigualdad entre el 10% más rico y el 10% más pobre de la población ecuatoriana. La relación entre el decil más pobre y el decil más rico comenzó a disminuir desde diciembre de 2007 y siguió mermando hasta junio de 2017.

Casi apenas asume LM el poder, la distancia entre pobres y ricos comenzó a ampliarse. Entre junio de 2017 y junio de 2018, dicha relación aumentó del 22,8% al 23,8%.

2). Con Lenín Moreno aumentó la proporción de niños y adolescentes que trabajan. El trabajo infantil empezó a disminuir desde junio de 2008 hasta junio de 2014. En este último año, cuando comenzó la caída sostenida de los precios del petróleo, la contracción de la economía ecuatoriana tendió a incrementar el trabajo infantil. Esto era esperable.

Sin embargo, lo que no era previsible es otra cosa: entre 2017 y 2018, la recuperación de la producción no logró contener, ni siquiera levemente, el ingreso de niños al mercado laboral.

Por eso, en septiembre de 2018, el trabajo infantil era la realidad cotidiana para el 8,3% de las personas con edades entre 5 y 14 años. Esta cifra no tiene precedentes en más de una década.

3). Con Lenín Moreno aumentó la brecha del empleo adecuado entre hombres y mujeres. Entre junio de 2008 y junio de 2014, esta brecha disminuyó del 39,4% al 21,9%. Posteriormente, en el contexto de una economía en problemas por su dependencia petrolera, la brecha aumentó.

Pero, dado que todavía no se han eliminado formalmente las protecciones legales creadas para la defensa de las trabajadoras, a fines de 2018, se podía esperar que las diferencias volviesen a disminuir en el contexto de una recuperación económica liderada por un gobernante “progresista”. Esto, sin embargo, no sucedió.

Entre junio de 2017 y septiembre de 2018, la brecha del empleo adecuado entre hombres y mujeres aumentó del 34,2% al 36,1%.

¿Cómo explicar estos tres prodigios? Estamos acostumbrados a mirar los “grandes” eventos de política económica. Por eso solemos olvidar con facilidad que la economía capitalista puede producir cotidiana, minúscula, acumulativa y silenciosamente efectos adversos en la distribución del ingreso, en el mercado de trabajo y en la igualdad entre géneros.

Para que así suceda, solo basta “dejar hacer y dejar pasar”…. pues el resto de las desgracias se construyen “automáticamente” gracias a las acciones u omisiones de agentes económicos interesados en la maximización de sus ganancias a corto plazo.  

Durante 2018, el gobierno de Lenín Moreno no supo qué hacer con los desequilibrios macroeconómicos. Y no supo qué hacer no por ignorancia sino por conveniencia. Obligado a aferrarse al poder de cualquier manera, el GLM evitó tomar decisiones sustantivas que pudiesen incomodar a sus eventuales apoyos en la derecha oligárquica y en el empresariado monopólico.

Al abstenerse de controlar el movimiento espontáneo de economía,  el gobierno ecuatoriano dejó que el sistema de precios y cantidades opere a favor de la concentración de la riqueza y la precarización laboral. No se requirieron paquetazos neoliberales ni suculentas leyes.

Aunque los gobernantes no quieran admitirlo, una crisis económica siempre beneficia a alguien. Por ejemplo, ante las dificultades para alcanzar ingresos estables, las familias vulnerables venden un “terrenito”, una “casita” o cualquier “cosita” para que sus hijos puedan seguir comiendo, vistiéndose y estudiando. Inevitablemente, alguien suele beneficiarse de la venta de esos patrimonios familiares. La concentración de riqueza surge así espontáneamente y perdura mientras los gobiernos evitan involucrarse.

En Ecuador, un país con una economía a la deriva, la necesidad obliga a las familias a incorporar a sus jóvenes hijos al mercado laboral y, también, coerciona a las personas a aceptar cualquier empleo. Se generan así “equilibrios hacia la baja” que permiten que, incluso si existiese una recuperación económica,  los empleadores ofrezcan trabajo pero no pleno a las mujeres…. y ellas lo aceptan. Es eso o nada. No hay alternativas, ni se espera que surjan.

Después de 18 meses de su gobierno, en suma, Lenín Moreno nos recuerda la lección. Para que el capitalismo produzca concentración de la riqueza y explotación laboral, no se necesitan grotescos episodios de evidente violencia económica. Solo se requiere un gobernante débil que divague cuánticamente…. mientras el mercado hace lo suyo.

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