Por Daniel Kersffeld
Londres aprovecha la coyuntura generada por el conflicto entre Ucrania y Rusia para su más ambicioso proyecto: una reconfiguración del mapa europeo de alianzas y una renovada incidencia en la geopolítica global.
Según información dada a conocer por el diario italiano Corriere della Sera el pasado 26 de mayo, Boris Johnson estaría dispuesto a conformar una suerte de “Commonwealth europea” o, como también lo han denominado dirigentes del Viejo Continente, una “mini Unión Europea”, para diferenciarla de la que existe actualmente.
Según versiones no confirmadas hasta el momento, el gobierno del Reino Unido estaría interesado en captar a su favor las fuertes pero silenciosas críticas existentes dentro de Europa y de la OTAN para así generar un nuevo bloque militar, político y comercial. La debilidad creciente de un gobierno cada vez más limitado en apoyos y con pérdida de aliados y funcionarios, no impediría que este proyecto se lleve adelante.
El eje vertebral de la nueva alianza estaría dado, tanto por su profundo rechazo a Rusia como, por la disconformidad hacia la falta de contundencia en la respuesta bélica de la Unión Europea y, especialmente, de Alemania y Francia hacia el régimen de Putin, con el que supuestamente estarían buscando un acuerdo a futuro antes que doblegarlo de manera definitiva.
Los países contemplados para integrar esta nueva alianza liderada desde Londres son, justamente, aquellos que se encuentran más vulnerables frente a cualquier ofensiva militar rusa. Así, la invitación habría sido formulada al gobierno de Ucrania, junto con los de Polonia, Lituania, Letonia, Estonia y, más tarde, probablemente también Turquía.
Por otra parte, y hasta el momento no hubo un pronunciamiento oficial por parte de la administración de Joe Biden, pero sí trascendieron declaraciones de la embajadora de Estados Unidos ante la OTAN, Julianne Smith, quien afirmó que su gobierno apoyaría “todas las iniciativas que ayuden a desarrollar el potencial militar en Europa”. No son pocos los analistas internacionales que admiten que, detrás del proyecto de Londres, probablemente se encuentre la aprobación de Washington.
Pero aun en medio de la novedad que supondría la conformación de un bloque de estas características, la de Johnson no es la única propuesta que está circulando en estos días entre los países de la alianza occidental.
En este sentido, y aprovechando la presidencia de la Unión Europea en este primer semestre de 2022, también el francés Emmanuel Macron propuso una especie de “Comunidad Política Europea” que incluiría a candidatos a integrar la Unión Europea (principalmente, Ucrania), pero también a ex miembros como el Reino Unido. Se trataría así de una Unión Europea “ampliada” que buscaría contener a aquellas naciones que o bien se encuentran en la línea de fuego de Rusia o que pretenden desestructurar el bloque.
En suma, tanto el proyecto de Johnson como el Macron dan cuenta de una alianza que no sólo se encuentra debilitada, tanto en lo interno como en su proyección internacional, sino que, en medio del conflicto con Moscú, tampoco consigue acelerar los pasos para la incorporación más rápida de mayor número de naciones. Para Londres, como para otros gobiernos, resulta claro que el relativamente rápido proceso de adhesión de Finlandia y Suecia a la OTAN sólo podría darse en el contexto de la actual crisis en Ucrania.
Paralelamente, y como parte de una parte de una misma estrategia, el gobierno de Johnson decidió revisar el tratado comercial post Brexit firmado hace menos de dos años con la Unión Europea. Se trata de una decisión unilateral de modificación del tratado vinculante que podría ser considerado como una violación del derecho internacional y que a futuro eleva las probabilidades de una guerra comercial entre Londres y Bruselas.
Las críticas no se hicieron esperar entre los socios europeos, afectando el clima de unidad que debería reinar en su común enfrentamiento contra Moscú.
Pero si bien la iniciativa británica busca una reconfiguración del tradicional marco europeo de alianzas, no resultaría extraño que, en función de las ambiciones globales, pronto sus consecuencias se sientan en otras partes del mundo, inclusive, en Sudamérica. Tal vez sea esa la motivación que el gobierno de Johnson encuentra para profundizar las grietas del Mercosur a partir de la búsqueda de nuevos socios en la región.
Así, y en su visita a Londres el pasado 25 de mayo, el presidente Luis Lacalle Pou expresó su interés por firmar un Tratado de Libre Comercio con el Reino Unido obteniendo además de su contraparte el compromiso por “mejorar la cooperación en defensa y seguridad en asuntos de interés mutuo” y por invertir en la “capacitación de las fuerzas armadas uruguayas”.
Quizás en clave sarcástica podamos entender la intervención final de Boris Johnson cuando, frente a su invitado, reconoció que “aunque sabemos que son parte del distinguido grupo del Mercosur, esperamos, sin embargo, encontrar caminos para avanzar juntos”.
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