La desazón invade a las y los estudiantes de la Universidad Central. La situación es complicada en muchos casos, debido a que sus padres se encuentran sin trabajo, enfermos y con recursos económicos limitados.
Estudiantes que ayudaban al sustento de sus hogares, hoy no pueden hacerlo puesto que, por las condiciones generadas por la pandemia, así como por la situación económica catastrófica que vivimos, más las medidas impuestas en materia laboral por este gobierno, han hecho que ya no tengan ingresos con los que de alguna manera podían suplir algunas necesidades de su vida cotidiana y contribuir a la familia.
A todo esto, se suma las dificultades que hoy viven a nivel académico, debido a la imposibilidad de conexión por parte de un gran número de estudiantes, mientras otras y otros tienen un servicio limitado de Internet.
Lenín Moreno y su ministro de Telecomunicaciones y de la Sociedad de la Información, Andrés Michelena han sostenido en forma demagógica que “270 mil ecuatorianos pueden acceder a estudios universitarios o carreras técnicas gracias las herramientas técnicas, la tecnología y la conectividad”.
La realidad demuestra que el gobierno no ha hecho nada para que los sectores populares y la clase media puedan estar conectados adecuadamente para continuar sus estudios por la vía virtual. No lo hizo con las y los estudiantes de escuelas y colegios y mucho menos con las y los de la universidad pública.
Quienes están conectados lo hacen porque pagan por el servicio y muchas y muchos, en las condiciones actuales, donde el desempleo ha aumentado y las dificultades económicas son cada vez mayores, ya no podrán costearlos.
El Estado no tiene una política de atención social para enfrentar esta desconexión y son los ciudadanos los que deben pagar planes costosos para poder acceder a los servicios de Internet y telefonía celular, muchos de los cuales, además, son de mala calidad, sin descartar el hecho de que, en forma premeditada, sus servicios son limitados para que las personas adquieran planes más costosos con mejores resultados de velocidad y conectividad.
Ganancias para unos, mientras los otros cada vez pasan más necesidades. Es la lógica del capital: el ser humano no importa.
Las autoridades de la universidad tampoco han cumplido con lo ofrecido. En la campaña electoral prometieron hasta desayuno estudiantil. Hoy, en época de pandemia, ofrecieron ayudar a los sectores más vulnerables del estudiantado para que puedan conectarse y tener las herramientas tecnológicas para poder trabajar por la vía virtual. Las y los estudiantes, hasta la presente fecha, siguen esperando que las promesas se cumplan.
En noviembre de 2018 el rector de la Universidad Central del Ecuador, doctor Fernando Sempértegui, junto al entonces decano de la Facultad de Ciencias Administrativas, ingeniero Roberto Gómez, entregó una condecoración al presidente de la República del Ecuador, licenciado Lenín Moreno.
La inmerecida condecoración a Moreno, que no ha tenido más mérito académico que haber acabado su formación profesional de tercer nivel, dejó un sinsabor en muchos miembros de la comunidad universitaria que vimos en dicho acto la alineación de las autoridades universitarias con un gobierno que ya, para ese momento, abiertamente estaba del lado de los banqueros y de los empresarios.
En ese entonces que el licenciado Lenín Moreno ratificó su compromiso de mantener el presupuesto de las universidades públicas y la gratuidad de la enseñanza. Fue otra de las mentiras del mandatario asumida como algo cierto en la Universidad Central del Ecuador por parte de las autoridades.
El presidente Moreno, el ministro de Finanzas Richard Martínez, así como el Secretario de Educación Superior, el empresario Agustín Albán, son, junto a algunos mercenarios de tinta y micrófono, enemigos de la educación superior pública ecuatoriana.
La pretendida disminución del presupuesto, medida que fue suspendida al haber la Corte Constitucional aceptado las medidas cautelares para impedir la reducción de 98 millones de dólares en desmedro de 32 universidades públicas del país, así lo demuestra, como también el atropello a las y los docentes, a las y los empleados administrativos y trabajadoras y trabajadores universitarios que hoy cobramos nuestro sueldo con un retraso de más de 20 días.
Lo lamentable de esto es que las autoridades de la Universidad Central terminaron aceptando pasivamente esta situación, sin expresar públicamente su rechazo ante la vulneración permanente de nuestros derechos por parte de este gobierno.
Ante esta situación, algunos sectores políticos de la universidad han hecho un llamado a una huelga virtual indefinida.
Es necesario plantear algunas reflexiones en torno a esto.
Lo primero que debemos hacer es un cuestionamiento hacia adentro y pedir a las autoridades un pronunciamiento a nombre de la Universidad Central frente a la situación crítica que vive el país. Hay un silencio que demuestra falta de interés sobre los problemas fundamentales que se dan en nuestra realidad o complicidad con un gobierno que nos ha conducido al abismo. Han existido pronunciamientos de movimientos, de foros, pero la Universidad, como tal, permanece callada.
Por otro lado, es necesario reflexionar sobre cómo se está llevando adelante el proceso de enseñanza aprendizaje en las circunstancias impuestas por la pandemia. Las y los estudiantes hacen cuestionamientos sobre la cantidad de tareas, de deberes que se les manda. Las lecturas interminables de documentos en las diversas materias. El desgano de muchas y muchos docentes para explicar las clases y responder a sus inquietudes por la vía virtual. La falta de comprensión, muchas veces, sobre las dificultades para conectarse, es otro de los reclamos estudiantiles.
Si hablamos de que la lucha está encaminada a lograr una educación de calidad, también debemos hacer una autocrítica sobre cómo estamos cumpliendo nuestra tarea como docentes.
El llamado a la huelga virtual indefinida significa la desconexión y paralización de las actividades virtuales académicas y administrativas.
Las calles no podemos tomarlas aún, debido a la situación que vivimos. Estamos imposibilitados, por ahora, de ello. En ese escenario, no podemos aún enfrentar a este gobierno. En realidad, son estas circunstancias las que nos han desconectado, al impedirnos actuar en forma contundente contra quienes han llevado al país al desastre.
Sin embargo, nos quedan otros espacios que, si bien tienen limitaciones, hay que aprovecharlos al máximo.
Es necesario afiancemos lazos a través del asociativismodigital y que allí, a través de diversas herramientas, estemos conectados para reflexionar sobre lo que está sucediendo, plantear alternativas y concienciarnos de la necesidad de un cambio.
El sistema ha desconectado a las personas desde antes de la pandemia: uso de celulares y redes sociales para cosas banales, pretendiendo sustituir el análisis político de la realidad con el meme, a más de la intoxicación brutal con series de tv, películas, literatura y música basura, más la incitación al consumo de todo tipo de drogas.
Considero que la desconexión no es el camino. Por el contrario, hay que convertir al espacio virtual en un campo de batalla: realicemos foros, conversatorios, asambleas y, por supuesto, trabajemos en nuestras cátedras para con los conocimientos que se van adquiriendo, hacerle frente al régimen dictatorial que hoy gobierna en Ecuador, así como a las acciones criminales que llevan adelante los Estados Unidos, en complicidad con las oligarquías criollas, en todo el continente.
La huelga solo tiene efectividad, si vamos generando lazos de solidaridad. Desconectados estamos separados, aislados, resolviendo los problemas individuales. Conectados, podemos afinar nuestros instrumentos para los combates que vendrán.
Esperemos que una vez que los sueldos paguen, los que hoy llaman a la huelga, demuestren que la lucha no solo se limita a sus intereses particulares.