Por Fidel Narváez

Cuando Marco Rubio aspiraba a ser el candidato presidencial del Partido Republicano, describía a Donald Trump como un “estafador”, un hombre “peligroso” que se aprovechaba del miedo de la gente. Advertía que, de llegar a la Casa Blanca, Trump sería una “vergüenza”, un “caudillo del tercer mundo” que convertiría a Estados Unidos en una “nación de un hombre, en lugar de una nación de leyes”.

Todo lo que Rubio predijo se cumplió. No hacía falta ser muy perspicaz para verlo venir. Pero ahora, como Secretario de Estado, Rubio no tiene ningún problema con esa realidad. Al contrario: en ella es uno de los hombres más poderosos. Y cuando se tiene tanto poder, ya no queda espacio para la vergüenza.

El estilo histriónico de Trump es, sin duda, vergonzoso. Pero su política exterior no difiere demasiado de la de otras administraciones. La misma “doctrina Monroe”, el mismo “destino manifiesto”, un poco más de bullying, un poco menos de tacto.

Rubio visita Ecuador en un momento en que el principal conflicto regional es la amenaza militar estadounidense contra Venezuela. Una amenaza que viola la Carta de las Naciones Unidas y la declaración de América Latina como zona de paz.

Con el pretexto del combate al narcotráfico, Estados Unidos está dispuesto a usar la fuerza contra Venezuela, un país marginal en el tráfico de estupefacientes. Pero jamás ha amenazado con invadir Colombia o Perú, los mayores productores de droga del continente. No, Estados Unidos no busca combatir el narcotráfico.

Algunos creen que una invasión podría “restaurar la democracia”. Pero una invasión estadounidense nunca restaura nada. Al contrario: destruye todo. A Washington le importa un comino la democracia. Por eso no tiene reparos en aliarse con monarquías violadoras de derechos humanos como Arabia Saudita, Catar o Emiratos Árabes Unidos. No, Estados Unidos no está preocupado por los derechos de los venezolanos.

Otra excusa para una potencial invasión es la “seguridad”. Al punto de invocar una anacrónica ley de 1798, la Alien Enemies Act, bajo la cual todo migrante venezolano mayor de 14 años en suelo estadounidense puede ser considerado una “amenaza” a la seguridad nacional. Pero al Estado de Seguridad Nacional no le interesa un mundo seguro. Por eso no tiene problema en vender armas a estados que promueven el terrorismo. A saber, otra vez: Arabia Saudita, Catar, Emiratos Árabes Unidos. No, Estados Unidos no amenaza a Venezuela porque la considere peligrosa.

La verdadera razón es otra: a pesar del brutal bloqueo económico, Venezuela —el país con las mayores reservas de petróleo del mundo— no se ha subordinado a Washington.

El Ecuador que visita Marco Rubio no es ni la sombra del país que, durante la Revolución Ciudadana, fue objeto de admiración mundial. El que fuera el segundo país más seguro del continente, hoy es el segundo más peligroso del mundo. El Ecuador de hoy es el nuevo narcoestado del barrio, y la principal puerta de salida de droga en la región con mayor producción de cocaína del planeta.

En Quito, Rubio se sentirá como en casa. A pesar del principio diplomático de reciprocidad jerárquica —o equivalencia de rango— el Secretario de Estado será recibido por el presidente Daniel Noboa. No faltaba más. El máximo rango ha cancelado una visita internacional y regresa apurado desde Asia para rendirle honores al visitante de última hora.

Rubio se sentirá como en casa porque, coincidencias de la vida, tratará con un presidente que también es un “estafador” que “se aprovecha del miedo de la gente” y, cual “caudillo del tercer mundo” gobierna un país como si fuera propiedad privada, en lugar de “una nación de leyes”. Igualito que Trump, el presidente ecuatoriano apoya a Israel en el genocidio de palestinos. Y si esto fuera poco, Marco Rubio pensará que está en su casa porque el presidente Noboa… ¡también es estadounidense!

Rubio no es tonto. Seguramente sabe que la droga sale del Ecuador al mundo, principalmente en cargamentos de banano de las compañías propiedad de la familia Noboa. Si Estados Unidos quiere en serio combatir el narcotráfico ¿Por qué entonces no amenaza con invadir al narcoestado Ecuador? ¿Por qué no ofrece recompensa por la cabeza de su presidente?

Porque el Ecuador gobernado por Daniel Noboa está, completamente, subordinado a Washington.

Por RK