Luego del levantamiento indígena, al que se sumaron otros movimientos y gran parte de la población de Quito, en honor a nuestro origen étnico hoy conocido por estudios del ADN, difundí una imagen que confirma la composición étnica de los ecuatorianos y que demuestra que todos somos mestizos y que todos tenemos de todos, genéticamente hablando.
El mestizaje nos hace compartir genes en diversas proporciones, y aquí radica el tema central. El haber puesto en las redes sociales que los ecuatorianos tenemos genes de “inga y mandinga” se viralizó, no con el sentido de hermandad que fue planteado, sino más bien con comentarios que resultan sorprendentes frente a los datos científicos presentados.
Sabemos muchas cosas sobre el origen genético de los ecuatorianos y al comparar los datos del ADN con los grupos más representativos, tenemos que las personas clasificadas como mestizos tienen un 61% (más menos 10) de genes indígenas, 32% (más menos 8) de genes europeos (ibéricos) y 7% (más menos 5) de genes afros. Esto significa que los ecuatorianos, si fuésemos ecuánimes en el enfoque étnico, deberíamos aceptar con cordura, con orgullo, que tenemos genes de todos, que somos una mezcla muy interesante de personas, que somos pluriculturales y multiétnicos. Pero esto parece solo un espejismo nacional.
Los datos mostrados de la composición étnico-genética de los ecuatorianos generaron una diversidad de reacciones, algunas buenas y otras que lindan con alucinaciones y delirios racistas. Alguna gente descalificó las investigaciones nacionales que han costado años de trabajo y gran inversión económica, con tan solo una frase y sin fundamentos. Otros más sofisticados, rebuscaban caducos argumentos pseudocientíficos útiles en la época de la propaganda sobre la superioridad aria, es decir del fascismo. Otros, citando autores cuestionados, hablaron de la inferioridad de ciertos pueblos. Algunos renegaron de los datos, los calificaron de invenciones, negaron absolutamente tener genes indígenas. Y así, se leyeron algunas cuantas sandeces, posturas confusas y paranoicas, argumentos dignos de tratamientos psiquiátricos. Entre frenos y desenfrenos evidenciaron un obstinado rechazo a tener genes de indígena o a asociarse con este grupo. ¡Tener un 61% de genes indígenas no me hace como ellos!, exclamaron.
Lo interesante de toda esta paranoia anti-indígena es que el país evidenció su yo interior, su intimidad social, su falso pensamiento democrático, igualitario y de equidad. Un conocido sector de la sociedad ecuatoriana, autodefinido como católico y que apuesta por el amor al prójimo, al fin se quitó la máscara y se definió como racista y anti-indígena.
Supe que una “psicóloga” en una radio aseveraba que los indígenas tienen genes de vagos, de mentirosos y de vengativos. En todos los estudios del mundo, incluidos los nuestros, jamás se han encontrado esos genes; esas afirmaciones provienen de la ignorancia y la mala fe e incitan a la discriminación y a la violencia. Entre los argumentos usados para descalificar al “indigenado” y su movimiento se habló en redes de la “pureza racial”. Si somos objetivos con la información genética, podríamos decir que la población indoamericana es la más pura, es decir, tiene más genes en común que la mestiza, así: 90% de genes indígenas (más menos 7), 7% de genes europeos (más menos 3) y 3% de genes afro.
No he topado el tema de la población afro aún, pero supongo que gente sin solidaridad humana se indignará al saber que toda la población del mundo viene de África, y esto se ve reflejado en los genes. Al hablar de esta población en el Ecuador, las proporciones de genes se distribuyen de la siguiente manera: 65% genes afro (más menos 10), 23% genes europeos (más menos 8) y 12% genes indígenas (más menos 3).
Esta es la realidad biológica de los ecuatorianos. En el Centro de Investigación Genética y Genómica de la Universidad UTE, tenemos gran cantidad de información que corrobora la historia y origen de nuestras etnias. Sabemos que la información proveniente exclusivamente por vía paterna (el cromosoma Y que se hereda solo de padres a hijos varones) tiene origen europeo en la mayoría de varones mestizos del país. Por otro lado, la información genética transmitida exclusivamente por vía materna (cromosoma mitocondrial heredable solo de la madrea a todos los sean hombres o mujeres) viene en su mayoría de población indígena de América, lo que refleja el mestizaje: hombres europeos procrearon en mujeres indígenas, de ahí nuestro origen.
Lo que interesa de aquí en adelante es que, queramos o no, nos guste o no, todos los ecuatorianos tenemos genes indígenas, y aunque se reniegue de ese origen, ahí están, ejerciendo su función y su diversidad. Quizá en el futuro cercano y a la luz de la ciencia nos libremos de los prejuicios raciales, étnicos y genéticos, caso contrario nuestra nación se mantendrá en el oscurantismo discriminador que retrasa más nuestra historia.