Por Daniel Kersffeld

El futuro gobierno neoliberal de Javier Milei se ubicará en un escenario de recomposición de fuerzas de mercado y será condicionado por aquellos grandes procesos políticos que, sobre todo desde fines de la pandemia, movilizan enormes recursos militares, financieros y energéticos, redefiniendo los circuitos y flujos económicos en todo el mundo.

Sin embargo, y pese al evidente cambio de época y a las nuevas posibilidades económicas generadas en estos últimos tiempos, para Milei la prioridad será cobijarse bajo la protección de los Estados Unidos.

Se tratará así de un revival de las “relaciones carnales” expresadas por el excanciller Guido di Tella en los menemistas años ’90 del siglo pasado como un eufemismo de la subordinación de Argentina a los imperativos ideológicos surgidos del Consenso de Washington una vez caído el bloque soviético.

A nivel político, el gobierno de Joe Biden tomará esta pretensión de acercamiento con todas las precauciones del caso. Es sabido que Milei es un admirador confeso de Donald Trump, el líder republicano que el próximo año intentará retornar a la Casa Blanca desplazando a los demócratas, y, eventualmente, al propio Biden si es que finalmente va por su reelección.

Para ahuyentar miedos y dudas, la Argentina apelará a una fórmula de apertura total y de alineamiento irrestricto, en una etapa en la que también las fuerzas de mercado se están reconfigurando a nivel internacional a partir de criterios de amistad y de confianza ante la Casa Blanca.

El “nearshoring” y el “friendshoring” se adoptarán como premisas centrales en el relacionamiento con el poder económico de los Estados Unidos para la obtención de distinto tipo de beneficios en una común postura comercial frente a China. La construcción de una alianza entre Buenos Aires y Washington frente a Beijing buscará contrapesar, por tanto, la evidente y problemática afinidad ideológica entre Milei y Trump.

Más allá de este alineamiento clave, el nuevo gobierno en Argentina deberá tomar en cuenta otros amplios procesos de alto impacto en la economía global, como el conflicto en Ucrania y las sanciones a Rusia, así como también las derivaciones económicas y políticas provocadas por el actual conflicto en Gaza y sus repercusiones en Medio Oriente y en factores clave como la explotación y venta de petróleo.

De igual modo, deberá atender a las permanentes tensiones entre Estados Unidos y China por fijar acuerdos en sus complejas relaciones comerciales, con todas las implicaciones que esto conlleva en el territorio del Asia-Pacífico, y en realidades tan diversas como las de la India, Australia, Japón y, por supuesto, también en las dos Coreas.

Por más que celebre la renuncia al estratégico bloque de los BRICS, cuya invitación a formar parte fue resultado de una laboriosa actividad diplomática, el gobierno de Milei deberá prestar atención a la reconfiguración del capitalismo que este bloque en expansión y liderado por China y por Rusia está efectuando en buena parte del planeta.

Con acuerdos comerciales y bancarios basados en criterios alternativos a los prevalecientes en Occidente, los BRICS contradicen los propios deseos de Milei, cuando apuestan a la “desdolarización” en los mecanismos de intercambio como una tendencia que ya está en marcha en buena parte del planeta.

La suerte de la participación argentina en la escena regional también estará marcada por el distanciamiento a partir de las diferencias ideológicas. Distanciado del gobierno brasileño de Lula da Silva, al que califica como “comunista”, el gobierno argentino seguramente apueste a desestructurar el funcionamiento interno del Mercosur en sintonía con los reclamos autonomistas planteados por Uruguay.

Y es probable que la retracción argentina resienta el trabajo ya hecho en la CELAC y todavía más el proyecto de la UNASUR que, aún de manera incipiente, apunta a ser reconstruida bajo el liderazgo brasileño.

Por otra parte, la avidez y disputa global por diversas fuentes energéticas en medio de la creciente complejidad por su extracción y, sobre todo, por su comercialización y distribución a nivel internacional, coloca a la Argentina en un primer plano.

En este sentido, abundarán las empresas de capital extranjero interesadas en hacer pie en nuestro mercado gracias a las facilidades que el próximo gobierno seguramente proporcionará a través de una amplia desregulación del sector de la energía.

Con Vaca Muerta como máximo objeto de interés para las corporaciones estadounidenses que ya se encuentran operando en ese lugar, el gobierno de Milei obtendrá los réditos de lo ya avanzado y concretado hasta ahora para terminar de consolidar a Argentina como un abastecedor de gas a nivel sudamericano gracias a su creciente red de gasoductos, y con la posibilidad cada vez más concreta de exportar este recurso estratégico a Europa en los próximos años.

De manera paralela, existe hoy una enorme expectativa frente al mercado en expansión del petróleo, que en nuestro país mantuvo un crecimiento del ciento por ciento en 2022 en materia de exportaciones.

Con Estados Unidos como principal comprador del petróleo argentino, y en una lista que también incluye a los Países Bajos y a Brasil, no resulta extraño el interés del futuro gobierno de Milei por privatizar Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF), empresa pública que cerró el año pasado con ingresos récord por más de 2200 millones de dólares.

Aun teniendo en cuenta el alineamiento con Washington, el futuro gobierno deberá tomar decisiones esenciales en torno a la explotación del litio, otro mercado en expansión, en cuya extracción en Argentina participan empresas de más de diez países, pero que tiene a China, líder global en la fabricación de baterías y de autos eléctricos, como principal comprador.

En una etapa de la historia marcada por la decadencia de la principal potencia hegemónica, y en la que son cada vez más las coincidencias por la construcción de un mundo regido desde el multilateralismo y a través del fortalecimiento de la multipolaridad, el próximo recambio de gobierno encaminará a la Argentina en un sentido opuesto, para conservar relaciones tradicionales que podrían ser revisadas y hasta modificadas con una mirada estratégica.

Al parecer, durante el próximo turno presidencial prevalecerán las anteojeras ideológicas y los históricos lazos de dependencia, contraviniendo incluso el sentido pragmático y diversificador del libre mercado que, de manera ilusoria, se dice defender.

Tomado de página 12

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