Por Juan Montaño Escobar
Como en Cien años de soledad Ecuador sufre la ‘peste del olvido’ en términos político-electorales. Sin más vueltas, también en las decisiones políticas colectivas. El preocupante diagnóstico de este jazzman es por esta realidad social hostil y esta realidad económica que a muchos nos vuelve prisioneros del insomnio. País de calamidades inclusive de memoria pronta. Es de cada día: prolongado y altísimo desempleo, violencia impensable hace unos pocos años, desafíos a la imaginación para poner comida en la mesa, deterioro general de servicios de salud e interesado desbarajuste de la institucionalidad. Y en el horizonte político no se vislumbra ningún cambio y las nieblas del pesimismo debilitan la confianza de amplios sectores populares. Un día es malo y el siguiente es peor, frase angustiosa que da mal sabor a cualquier conversación. Dirigir culpas, por el desastre ecuatoriano, es el ejercicio favorito del periodismo conservador y comprado, en cada una de sus jornadas informativas son olimpiadas de achaques a quién sea menos a quienes desgobiernan. Y funciona bien para beneficio de los culpables reales de esta desgracia nacional. Y hasta con yapa recargada.
Es el país que vivios y lo sufrimos. Este duro o endurecido Ecuador, en donde hay cierto (o incierto interés) de suprimir la memoria colectiva, más allá de las últimas elecciones presidenciales. Más temprano que tarde se sabrá la verdad, solían profetisar nuestros Ancestros. Son dudas chirriantes por el resultado final, causadas por la suma de ilegalidades que se sucedieron hasta el domingo 13 de abril. Ahora la estrategia de la argolla ideológica de las derechas ultras es culpar al perjudicado de sus propias artimañas y del perjuicio que le causaron al progresismo. ¡Cosa más grande de la vida! (Este jazzman no usará la calificación de víctima en referencia a las izquierdas ecuatorianas). En matemáticas se dice que probabilidad es la certidumbre que suceda un evento, por diferentes causas aleatorias. Hay probablidades, por los operativos electorales descontralados adrede y probables manejos algorítmicos de conteos. Vaina fraudulenta. Y quizás hay probabilidad de demostrar si se tienen medios técnicos y el archivo imprescindible. ¿Dispondrá de aquello la Revolución Ciudadana?
En la selva de cemento, que no pocas veces son las calles de algunas ciudades ecuatorianas, se reafirma el pesimismo verbal: “esto es Ecuador”. Ya se entiende (con dolor nacionalista) que ‘esa perversión’ sólo “aquí ocurre”. O el cabreo se manifiesta así: República de sabidos. No se deriva de sabiduría sino de descaro o pícardía o en amplia comprensión sociológica: lumpen. ¿Fueron elecciones presidenciales o una competencia de sabidos? Las acciones ilegales sin disimulo del presidente (también candidato) parecían una vaina farandulera con el título de “ganar o ganar”. ¿Al final se impondría alguna artimaña algorítica? Dudas y dudas. Aunque la desconfianza dejó en el progresismo una equívoca creencia de unos mínimos éticos posibles en las instituciones de dirección y control electorales. ¡Qué fallo! Ahora se sospecha que más que elección de gobernante, fue feroz batalla de aquellos grupos económicos famliares y allegados societarios angurrientos para aprovecharse de los bienes públicos. Al final de las estrategias diseñadas y las tácticas aplicadas, en los últimos años, se concluye que conquistaron mentes (subjetividad) y corazones (emotividad) de parte del electorado ecuatoriano. Ahora cosechan con ansias aquello que sembraron sin importar qué es. Veneno o zumo de fruta. La derecha ultra del Ecuador.
Es posible que la izquierda no logró descifrar la trama comunicacional de la derecha ultra hasta que posicionaron narrativas repetidas en cualquier conversación básica, quizás las respuestas suaves y corteses a estos adversarios no corresponden en estos tiempos de alevosas falsedades, la polarización política en nuestro país fue convertida en una “polarización moral” (leyendo a Antonio Gutiérrez-Rubí), no se entendió en las izquierdas que las elecciones fueron (o son) el balance final de la polarización entre “buenos” y “malos”. Y ya lograron que “no hay quien salga loco (o loca) de contento, porque en cualquier parte te espera lo peor”. No es faltar a la seriedad problemática, es en cualquier parte del Ecuador, incluya oficina judicial u hospital público. Pero el principal objetivo es derrotar -cuantas veces le sea posible a esta derecha ultra-, a la memoria colectiva, a cualquier acierto de la izquierda llamada Revolución Ciudadana o con otra nomenclatura. Y quienes vamos por fuera de las organizaciones se nos demoniza como “correístas”. Es linchamiento amistoso o desconsiderado, elija el talante. Esta derecha ultra, cartel ideológico de los ambiciosos grupos económicos, triunfa aún con largura en las batallas culturales.
El apelativo ‘ciudadanía’ demanda un catálogo de derechos (hacia sí mismo) y deberes (desde sí mismo) establecidos en el Acuerdo político de suprema fiabilidad, la Constitución política de la Res pública. Ahora mismo la decisión vehemente de la derecha mundial ultra, incluida la ecuatoriana, es desciudadanizar a la mayoría de personas. Unas academias falsarias argumentan las justificaciones para los retrocesos a peores tiempos. En el Ecuador la inverosimilitud alcanza proporciones insólitas: la violencia delincuencial es culpa de la Constitución. Esa chacota pésima es repetida hasta en programas de análisis de la televisión retrógrada. Terrible e infame, pero también triste. Y también el enemigo construido y vuelto a construir cada vez que el hartazgo parece fastidiar al inconsciente colectivo. Es Rafael Correa y de ahí a la sistematización malvada del ‘ismo’. Es una de sus armas preferidas de depredación emocional colectiva en estas batallas ideológicas.
Las izquierdas americanas, pero mucho más las ecuatorianas, deberían procesar estos desafíos insólitos de las derechas ultras. Por cierto, esto de derechas ultras no solo es nomenclatura es el rótulo fatal del saqueo anímico y de la racionalidad política. Por analogía biblica es apocalipsis cultural (demolición de creencias democráticas y la diversidad cultural, desvalorización cualquier responsabilidad política de quien sea, crisis de las configuraciones éticas para el ejercicio de lo público y crecimiento de la propaganda para falsificar la conciencia social). “Toda propaganda debe ser popular, adaptando su nivel al menos inteligente de los individuos a los que va dirigida. Cuanto más grande sea la masa a convencer, más pequeño ha de ser el esfuerzo mental a realizar. La capacidad receptiva de las masas es limitada y su comprensión escasa; además, tienen gran facilidad para olvidar”. ¿Acaso se está cumpliendo con bastante exactitud este principio goebbeliano? ¿O las derechas ultras aprendieron mejor la Historia de las últimas décadas de gestión política progresista? ¿Actualizaron eficazmente a Maquiavelo? “En las acciones de los hombres, y sobre todo de los príncipes, contra los cuales no hay tribunal al que recurrir, se considera primordialmente el fin”. Sin embargo, el fin primordial es la apropiación de los bienes públicos a precio de baratillo. Los efectos de la propaganda de la coprofilia mediática latinoamericana es alargar los distractores ideológicos y aculturales (el objetivo es la pérdida de perspicacia cultural motivadora), establecer espejismos sociales simpáticos (desde la propaganda electoral hasta la multiplicación falaz de cualquier limosna familiar), fondear la voluntad individual en el pesimismo religioso y condicionar la capacidad intelectual con elaboradas falsedades. Además activan el racismo en todas sus manifestaciones desde el epistémico hasta el biológico, pasando por el ecológico.
En estas elecciones presidenciales la media coprofílica ha demostrado su capacidad para ser receptada y sin malicia, por la gente ecuatoriana (o por las masas). Y perturbar su percepción subjetiva en beneficio de la candidatura de la derecha ultra. Y en horas poselectorales hasta por sectores dirigenciales del partido Revolución Ciudadana, al culparse entre ellos y ellas de la presunta derrota, por sobre las evidencias sustentadoras de grandes dudas sobre legitimidad y legalidad. Así fue, la derecha ultra manipuló mediáticamente proceso y resultado electoral hasta satisfacer sus anuncios triunfales. No creo que se perdió en las urnas sino en el manejo de los algorítmos. Mejor dicho: manipularon el desarrollo de las elecciones para satisfacer sus angurrias económicas. Estas elecciones presidenciales fueron otra batalla cultural para imponer más que un programa partidista una forma de vivir. Las izquierdas ecuatorianas no solo deberían debatir sobre estas elecciones, mejor hacerlo sobre el todo político-económico-social, con todas sus calamidades, que la derecha ultra anhela perpetuar como una dictadura financiera. Mister Roy Gilchrist y compañía están en aquello aprovechando hasta la buena fe popular, las apariencias aquí no engañan más bien confirman. “[…] una dictadura financiera puede ser brutal en el despojo de todo un país y del mundo entero (como lo es el Ultra capitalismo de hoy, como fase previa al Post capitalismo), pero rara vez se experimenta a un nivel emocional, traumático, debida a su alto nivel de abstracción, razón por la cual la resistencia a su dominio es mínima, casi imposible, y solo se puede experimentar a través de sus consecuencias que rara vez son atribuidas a su causa”. Es cuando se levanta el cimarrón (o la cimarrona) para favorecer la militancia de la memoria. De la histórica y la comunitaria.