Por Daniel Kersffeld
A dos años del inicio de la guerra y ante la posible falta de financiamiento por los EE.UU., la renovada alianza del Reino Unido con Ucrania busca reactivar la capacidad ofensiva contra Rusia.
Junto con Estados Unidos y Alemania, el Reino Unido fue uno de los principales aportantes financieros y armamentistas de la maquinaria bélica ucraniana. Desde el inicio del conflicto en 2022 Londres invirtió más de 15 mil millones de dólares en modernas armas, vehículos de última generación y diversos recursos con el objetivo de derrotar a Rusia. Y puso en marcha un programa de formación (“Operación Interflex”) con apoyo de aliados de la OTAN. Hasta ahora han capacitado a más de 30 mil militares ucranianos y lo harán con otros 10 mil a mediados de 2024.
En su reciente visita a Kiev, el primer ministro Rishi Sunak anunció más de 3 mil millones de dólares en apoyo militar a Ucrania en 2024. El objetivo será reforzar las capacidades de defensa mediante tecnología de vanguardia y uso de drones.
Más allá del apoyo en recursos monetarios y militares, lo que podría considerarse como la entrada a una nueva etapa del conflicto contra Rusia está en la firma de un acuerdo entre Londres y Kiev. El 12 de enero de 2024 el Reino Unido se convirtió en el primer país de la OTAN en formalizar un acuerdo de defensa a largo plazo con Ucrania a través de un documento en el que se establecen “compromisos mutuos de seguridad” en caso de una “nueva agresión” por parte de Rusia.
Llamativamente, y como si se tratara del compromiso de defensa mutua que sostiene a la OTAN, el texto también alienta a Ucrania a “proporcionar asistencia militar efectiva” al Reino Unido en caso de un ataque ruso.
La redacción del acuerdo no es clara sobre el compromiso explícito que Londres asumiría frente a Kiev. Por eso dirigentes opositores al gobierno de Sunak criticaran la indefinición del texto y el riesgo de que el Reino Unido termine envuelto en cualquier situación de guerra futura contra Rusia.
Sin embargo el gobierno de Volodimir Zelenski (foto, con Sunak) asumió que el acuerdo no era sólo un salvavidas frente a la posible falta de financiamiento estadounidense: podría tratarse del primer paso para el ingreso de Ucrania a la OTAN.
Uno de los aspectos más relevantes del acuerdo se centra en la provisión de armas a Ucrania. Respecto a la “cooperación en la industria de la defensa”, se especifica que el Reino Unido trabajará para “identificar oportunidades para asociaciones y colaboraciones industriales de defensa más estrechas, incluso para el beneficio comercial mutuo”.
El conflicto ha resultado pura ganancia para las empresas armamentísticas del Reino Unido. Desde febrero de 2022 han exportado a Ucrania equipo militar por más de 550 millones de dólares, más de 12 veces lo vendido en los diez años anteriores. Las enormes utilidades reportadas han llevado a que Babcock y BAE, las principales empresas armamentistas británicas, establecieran oficinas en Ucrania.
Otro aspecto clave del acuerdo se centra en la “seguridad de la información”, en la medida en que Gran Bretaña también ayudará a Ucrania a contrarrestar la “propaganda rusa” de “desinformación” a nivel global, e incluso “apoyará los esfuerzos de cada uno por decir bien la verdad”.
Antes que una novedad, este es un aspecto de la política de defensa del Reino Unido que, en sintonía con los lineamientos de la OTAN –al menos desde 2018– apunta a generar una “contra-desinformación” mediante el financiamiento a medios privados de tendencia anti rusa.
Es público que el Reino Unido financia organizaciones e institutos como el Centro para la Resiliencia de la Información (CIR) con sede en Londres para generar “contrapropaganda” dirigida principalmente contra el gobierno ruso. Un último elemento de importancia en el acuerdo defensivo apunta al eje económico, de acuerdo con la Conferencia para la Recuperación de Ucrania celebrada en Londres en junio pasado con multitud de empresarios y políticos de Europa y EE.UU.
En dicho marco –según se específica en el convenio– el Reino Unido garantizará que Ucrania promueva políticas pro occidentales a través de reformas y de la reconstrucción de posguerra.
Para llevar adelante esta propuesta, fundamentalmente dirigida a las empresas internacionales, Ucrania deberá avanzar en su “ambiciosa agenda de reformas” compuesta por la “reducción del tamaño del gobierno”, privatizaciones, desregulación y “libertad de inversión”, siempre de acuerdo a las iniciativas del FMI promoviendo medidas “para aumentar la confianza de los inversores”.
El Reino Unido “apoyará” inversiones en sectores económicos como energía, infraestructura y tecnología. Si bien el agotamiento, la falta creciente de financiamiento por parte de EE.UU. y la ausencia de resultados concretos estarían colocando límites al accionar de Ucrania, el apoyo del Reino Unido podría convertirse en un factor fundamental, no sólo para que el enfrentamiento bélico se desenvuelva por más tiempo, sino también para que reemplace su impronta atlántica y se reconvierta en un conflicto de carácter básicamente europeo.
Como uno de los principales aliados de Ucrania, el Reino Unido combate la intervención de Rusia. Pero, al mismo tiempo, rechaza discutir su ocupación de las Islas Malvinas, una realidad por demás contradictoria que, lamentablemente, es ignorada por el gobierno argentino, más interesado por complacer a las autoridades británicas en función de una guerra lejana, que en denunciar la pérdida de territorio nacional a manos de una potencia imperial.
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