Por Fernando Buen Abad

Fernando Buen Abad desmonta el mito de lo ‘gratis’ en el capitalismo: una ilusión que oculta explotación laboral, extracción de datos y control ideológico.

Salvo algunos casos muy excepcionales, nada es gratis y esto contiene una verdad “al costo”. Esa ilusión de los “gratis” no solo opera como un mecanismo de dominación ideológica, sino que también encubre las relaciones de producción históricas que sostienen el intercambio de bienes y servicios.

Miente el que dice “esto es gratis” cuando desplaza de la conciencia la realidad del trabajo y sus costos…la materia prima y sus costos. Transporte, conservación, embalaje… tienen costos. Todo imbricado en una estructura material de relaciones sociales. La “gratuidad” es un significante que, en la lógica capitalista, no denota ausencia de valor, sino ocultamiento del proceso de explotación. Lo que parece “gratis” ya ha sido pagado, o está siendo pagado, principalmente con los aportes de todos los que aportan.

A menos que la materia, y el trabajo que la interviene, “caigan del cielo”, y las virtudes que la cosa ofrece operen por voluntad propia, que no requieran de esfuerzo alguno para accionarse o usarse, que no demanden compromiso de análisis, interpretación o aplicación, en suma, que no intervenga trabajo material o intelectual alguno, lo gratuito es un engaño. Detrás de todo lo que nos rodea hay presencias de trabajo hasta para intuir o entender las propiedades o ventajas de aquello que es natura y no es cultura. Lo “gratuito” rara vez es realmente gratuito. En muchos casos, es una estrategia para captar atención, fidelizar consumidores o encubrir una transacción en la que se paga de otra manera: con datos, con tiempo, con dependencia o con la ilusión de beneficio. Las “muestras gratis”, las promociones “sin costo” y los períodos de prueba no son regalos, son inversiones para enganchar consumidores. Una vez dentro, las empresas confían en que la comodidad, el hábito o las barreras de salida harán que los usuarios paguen. Tarde o temprano.

Cada vez que algo se presenta como “gratis”, se omite el costo real que alguien, en la cadena productiva, está asumiendo. Las redes sociales, servicios de streaming “gratuitos” o plataformas de mensajería operan bajo el modelo de la gratuidad aparente, cuando en realidad la mercancía es el usuario. El “público” se convierte en el producto, su atención y sus datos son el valor real que es intercambiado en el mercado. En algunos países, la educación y la salud son presentadas como derechos garantizados sin costo para el usuario. Sin embargo, esta gratuidad es sostenida por el pago de impuestos, el trabajo de docentes, médicos y demás trabajadores, cuya explotación es invisibilizada bajo el discurso del “servicio público”. Es el fetichismo de la gratuidad.

Se oculta mayormente el trabajo. Tal como el fetichismo de la mercancía en Marx, se ocultan las relaciones sociales de producción detrás de la forma-mercancía, la gratuidad oculta el trabajo y los mecanismos de acumulación que la hacen posible. Incluso en los modelos de “economía colaborativa” la gratuidad o bajos costos para el usuario se sostienen en la explotación de trabajadores sin derechos laborales formales. El discurso de la gratuidad funciona como un dispositivo ideológico que legitima las relaciones de poder existentes, insistamos. Al naturalizar que ciertos servicios sean “gratis”, se impide la problematización de los mecanismos económicos subyacentes y se refuerza la lógica de consumo pasivo. La creencia en la gratuidad desactiva la conciencia de clase. Si algo parece no tener costo, no hay motivo para cuestionar quién lo produce ni en qué condiciones.

Con la idea de que algo es “gratis” a menudo se borra la dimensión colectiva del trabajo y la lucha por derechos, haciendo que los bienes públicos parezcan concesiones estatales y no conquistas sociales. Hay que presentar batalla semiótica crítica contra la ilusión de gratuidad. Desenmascarar la gratuidad como ilusión ideológica para desmontar los signos que la sostienen y revelar las relaciones materiales que la hacen posible. Una semiótica crítica debe analizar cómo la gratuidad se construye discursivamente y qué relaciones de producción esconde, recuperando el papel del trabajo y la explotación en la circulación de bienes y servicios.Una vez que alguien basa su trabajo en un servicio “gratis”, la migración a alternativas puede resultar costosa o inviable. Las universidades y empresas adoptan herramientas “gratuitas” que luego se convierten en necesidades con costos ocultos.

Modelos basados en lo “gratuito” suelen ocultar explotación laboral. Servicios como Uber, Glovo o incluso plataformas de “aprendizaje gratuito” dependen de trabajadores mal remunerados, en condiciones precarias o sin derechos garantizados. La gratuidad de algunos implica la miseria de otros. El capitalismo ha convertido la gratuidad en un mito seductor: la idea de que podemos recibir sin dar nada a cambio. Pero lo “gratis” es casi siempre parte de un circuito de extracción y acumulación. Incluso cuando algo parece ser un bien común, muchas veces se sostiene sobre subsidios estatales que luego benefician a privados. En el fondo, lo gratuito en el capitalismo no existe: siempre hay alguien pagando la cuenta, los impuestos, las deudas, aunque no sea evidente de inmediato.

Es un espejismo la idea de lo “gratuito” y tiene profundas raíces filosóficas y económicas. Bajo el capitalismo, lo que se presenta como gratis no es un regalo desinteresado, sino una forma de ocultamiento de costos y poder. La gratuidad no es un simple truco económico, sino una manipulación simbólica. Un producto gratuito genera deuda simbólica, nos sentimos obligados a corresponder, a permanecer, a aceptar condiciones futuras. Nos dan la ilusión de gratuidad mientras extraen valor de otra parte. Lo gratuito es un mecanismo de control. Un bien o servicio aparentemente sin costo puede modelar nuestras acciones, rutinas y comportamientos sin que nos demos cuenta, e incluso percatándonos. No es necesario que nos cobren dinero directamente si pueden programarnos para actuar de cierta manera. Lo gratuito es una de las más efectivas ideologías del capitalismo.

Se nos hace creer que es posible recibir sin dar nada a cambio, pero esto oculta la verdadera ecuación: Si algo es gratis, su costo está en otra parte (datos, tiempo, dependencia). Si algo es gratis, alguien más lo está pagando (trabajadores precarizados, fondos públicos absorbidos por el sector privado). Si algo es gratis, su gratuidad es temporal (una vez dependientes, el costo aparecerá). Lo gratuito es una trampa, su función no es eliminar costos, sino disimularlos, desplazarlos y transformarlos en mecanismos de control. El problema no es que las cosas tengan un precio, sino que en el capitalismo el costo siempre se paga, aunque no sea evidente.

El capitalismo jamás regala algo, solo camufla la forma en que lo cobra.

Por RK