Por Luis Herrera Montero
La Tercera Guerra Mundial implicaría una ineludible catástrofe nuclear; por tanto, la muerte masiva de poblaciones de manera inmediata, producida por las miles de explosiones de mayor poder destructivo que las bombas de Nagasaki e Hiroshima; la muerte generalizada a consecuencia de la radiación y sus efectos contaminantes del aire, agua y suelos; la muerte en similares dimensiones, debido al ingreso sumamente débil de la luz solar y de la proliferación de un invierno con temperaturas demasiado bajas, que podrían durar años o incluso décadas. Todos estos efectos acabarían con el actual ecosistema vital del planeta. Entonces, urge evitar tal acontecimiento, no cabe que la indolencia termine imponiendo un miserable apocalipsis, sea de forma planificada o de forma accidental. La actual escalada de los conflictos en Ucrania y en “Medio Oriente” nos están acercando a tal fatalidad y es nuestro deber denunciarlo y hacer un llamado lo más multitudinario posible para contraponernos a este inadmisible contexto de riesgo.
Estados Unidos y Occidente están perdiendo la supremacía mundial, hecho que no sucedía desde la Revolución Industrial. Luego de la caída del bloque soviético, se creía que el neoliberalismo lograría constituirse como el proyecto universal y, con este, la consolidación de la unipolaridad social del mundo. A partir de tal contexto histórico, se llegaría incluso a considerar el fin de la historia, ya que la humanidad habría conseguido su estado máximo en el progreso civilizatorio, como lo concibiera Fukuyama[1]. La correlación de fuerzas a nivel mundial, sin embargo, no estaba del todo consolidada, pues a pesar de la globalización neoliberal, el planeta hoy asoma como multipolar y la civilización occidental, liderada por la política internacional de Estados Unidos, sabe que su hegemonía económico financiera se encuentra en entredicho.
La emergencia y creciente consolidación de un nuevo eje mundial, a través del surgimiento del BRICS, que conlleva además la reactualización de la “Ruta de la Seda”, bajo el importante liderazgo de China, constituye un acontecer que está en franco desarrollo y que significa una compleja recomposición en las relaciones sociales y de poder para la globalización neoliberal-capitalista. Conforme datos en materia económica, en el período de 1990-2022, los países integrantes del BRICS lograron un crecimiento de 4.5%, mientras que el G7 alcanzó el 1.5%[2]. Adicionalmente, en la actualidad, este bloque socioeconómico ha despertado el interés de varias naciones y, al momento, está ya conformado por China, Rusia, India, Irán, Sudáfrica, Brasil, Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudita, Egipto y Etiopía, que además proceden de contextos con historias más allá del proceso de la civilización occidental y que, en ciertos casos, asomaban recientemente como aliados del capitalismo neoliberal.
Constatarse en un contexto de crisis, respecto de la hegemonía, no implica necesariamente la adaptación al cambio, a pesar de que desde la tónica occidental se ha insistido en la necesidad de aplicar innovaciones, obviamente, siempre y cuando estas se encuentren en concordancia con prácticas oligopólicas-oligárquicas de la economía y la política global, sostenidas estas en privilegios privados e individualismos sociales extremos. Ahora bien, cuando los cambios avizoran otros derroteros de poder, se pueden provocar reacciones que impliquen inclusive poner en riego a la humanidad en su conjunto, pero jamás asumir un proceso que desbanque o reemplace el control hegemónico y, con este, el posicionamiento de una nueva correlación de fuerzas a nivel planetario. Por consiguiente, la posibilidad de implementar acciones de índole político militar no debería ignorarse, tomando en cuenta que la generación de guerras puede hasta resultar un negocio lucrativo, que permita a Estados Unidos, a su vez, recuperar el liderazgo.
Como evidencia, aplicada a la realidad actual, Robert Kennedy[3]sostiene que la actual guerra en Ucrania responde a obscuros intereses económico financieros, ya que por detrás se encuentran empresas armamentistas, petroleras, del gas, de la reconstrucción de infraestructuras, entre las principales. No cabría estar en desacuerdo con las críticas de Kennedy, quien además concordó con las denuncias rusas de que el gaseoducto Nord Stream fue destruido por corresponsabilidad entre Ucrania y Estados Unidos, mas no por sabotaje ruso, como ciertos medios de prensa generalizaron. En definitiva, resulta absurdo que Europa deba invertir en un gas y petróleo mucho más costosos. De igual manera, no tiene sentido fijar cuantiosos presupuestos en recursos militares para una guerra con Rusia. Esas medidas están desvirtuando la estabilidad social de muchas naciones europeas y colocando al mundo en una escalada muy peligrosa, a pesar de las reiteradas advertencias de Putin. Las sanciones al gigante asiático, en cambio, no han surtido el efecto esperado, pues analistas han mostrado, más bien, que la industria de guerra y la alianza con China está generando recuperación y crecimiento económicos, sin lugar a dudas; el país constituye todo un continente, con variedad grande de recursos y múltiples relacionamientos de frontera, que muy difícilmente pueden ser bloqueados, como ha sucedido con otras naciones.
En variedad de narrativas y análisis, no fuera de explicaciones con rigor, se denuncia y argumenta que el mundo atraviesa un serio riesgo de desatar una guerra termonuclear. Con la emergencia de la Segunda Guerra Mundial, los conflictos adquirieron dimensiones científico-tecnológicas nunca antes desarrolladas, que terminaron por degenerar en la inclusión de descubrimientos de índole atómico y nuclear, que fueron brutales en los respectivos bombardeos a las ciudades japonesas de Nagasaki e Hiroshima en 1945. Una vez terminada dicha conflictividad, el mundo ingresó en una desenfrenada competencia armamentista y de características nucleares, provocando que varias naciones cuenten ya con este tipo de armas dentro de sus arsenales. Actualmente, la totalidad de armas nucleares está en alrededor de 13025 ojivas, en el orden siguiente: Rusia 5780, Estados Unidos 5748, China 500, Francia 290, Reino Unido 225, India 172, Pakistán 170, Israel 90, Corea del Norte 50[4].
Ahora un conflicto solamente delimitado a Rusia y/o Estados Unidos acabaría con la existencia vital del planeta. Lamentablemente, en términos geopolíticos, el plan de la Guerra Fría se ha actualizado en su integralidad, como acertadamente lo detectara Atilio Boron[5] , quien en una exposición demostrara que la política Internacional de Estados Unidos aprovechó la caída del socialismo para continuar con la estrategia de acorralar geopolítica y militarmente a Rusia, a través de la incorporación de más regiones dentro de la OTAN, para la instalación de bases con misiles nucleares en países de la antes Europa del Este y de la antes Unión Soviética, reforzando significativamente el protagonismo geopolítico y global de Estados Unidos
A partir del reposicionamiento gubernamental de Putin, la estrategia de arrinconamiento a Rusia entró en un momento claro de discontinuidad, la que antes había estado consiguiéndose con éxito, por la complicidad de gobiernos vulnerables respecto de los intereses de la hegemonía estadounidense. Con base en las explicaciones realizadas, la denuncia de Putin de considerar que Estados Unidos apoyó un golpe de Estado en Ucrania, en el 2014, no queda para nada fuera de lógica. Muchos en el mundo desconocieron los detalles de tal golpe y asumieron que dichas denuncias obedecían exclusivamente a intensiones expansionistas de parte de Putin y las oligarquías rusas. Los argumentos estadounidenses sostuvieron, adicionalmente, que el pueblo ucraniano tomó la decisión soberana de expulsar del poder a un gobierno autoritario e impopular. Se entiende ahora, por lo tanto, la furia de Biden en contra de la estrategia rusa de anexar a Crimea en el 2014. En este caso, el argumento ruso fue muy similar al usado por Estados Unidos, al afirmarse que la población ha sido siempre ruso hablante y que su deseo estuvo en franca sintonía con la referida anexión.
En materia militar, puede argumentarse que la anexión de Crimea impide el control total del mar de Azov, considerado estratégico para el ingreso de submarinos nucleares estadounidenses y con estos un mejor posicionamiento de la OTAN. De este modo, en concordancia plena con Boron[6], la guerra no es específicamente entre Rusia y Ucrania, sino entre Estados Unidos y Rusia, siendo el territorio ucraniano el escenario de algo que desborda la perspectiva reduccionista de una disputa de soberanía entre dos naciones, cuando detrás está toda una configuración basada en disputas geopolíticas y militares de mayor envergadura, que tiene evidentes manifestaciones incluso antes del golpe militar del 2014.
Los argumentos recientemente expuestos los reforzó Charles Freeman[7], exembajador de Estos Unidos en Arabia Saudita, quien en una conferencia afirmó que Estaos Unidos y la OTAN, desde los años 90, mantuvieron en vigencia sus planes de la Guerra Fría, los que implicaban aproximaciones a territorios de frontera de Rusia, como es el caso actual de Ucrania, descolocando así el bloque de seguridad ruso ante un conflicto nuclear. Dentro del análisis de Freeman, también se sostuvo que en el 2014 se produjo un golpe de Estado en Kiev, que provocó una serie de conflictos por el establecimiento de políticas de prohibición del ruso y otras lenguas, con especial impacto en territorios del Donbás, cuyas poblaciones son identificadas hoy como separatistas. Ante este contexto de guerra, el 5 de septiembre de 2014 y el 12 de febrero de 2015, se establecieron los acuerdos Minsk I y Minsk II, respectivamente, para la resolución de esta preocupante conflictividad, pero estos fueron boicoteados y no se llevaron a la práctica. En definitiva, lo establecido en los acuerdos de Minsk, según Freeman, solo fue un pretexto para ganar tiempo en el fortalecimiento de Kiev hacia una guerra en contra de Rusia. Kennedy concuerda con Freeman, al sostener que los rusos intentaron repetidamente resolver la guerra. Estados Unidos, por el contrario, mantuvo el objetivo de vincular a Ucrania dentro de la OTAN, con intenciones sumamente peligrosas en materia política y militar.
Antes de la incursión del ejército ruso en los territorios identificados como separatistas, Putin pidió a Occidente que tomaran en serio a Rusia. Lamentablemente, como ha sido la tónica desde la caída de la Unión Soviética, la prepotencia de la hegemonía de Occidente y de la OTAN, definitivamente han reforzado el objetivo de cercar a la federación rusa. En la actualidad, el problema se ha agudizado al extremo de que la guerra estaría deviniendo ya en un serio riesgo termonuclear. Ahora los datos han dejado al descubierto que las fuerzas del ejército ruso están derrotando, en forma irrefutable, a las fuerzas ucranianas en todos los frentes de guerra. Ante este contexto, la respuesta de la hegemonía occidental ha motivado más bien ciertas incursiones en el territorio ruso, siendo el caso de Kursk el de mayor notoriedad. Es claro que estas acciones militares no han modificado en lo más mínimo el tablero en la prioridad estratégica de la guerra. Al ser un punto rojo el que se ha violentado, se considera que Putin sería incapaz de reaccionar por un posible uso de misiles de largo alcance hacia territorio estratégico de Rusia. Esta actitud preocupa al mundo, porque se estaría colocando el conflicto en una escalada de connotaciones catastróficas a nivel global. Al respecto, Scott Ritter[8], experto en la materia y exinspector de la ONU en la temática de armamento, ha compartido claras insistencias y advertencias respecto de que dichos comportamientos provocarían irremediablemente una Tercera Guerra Mundial entre La OTAN y Rusia.
Lo mencionado no quedaría suficientemente claro sin considerar que el conflicto entre mundo capitalista y mundo socialista implicó a más regiones. Posterior a la Guerra Fría, la consolidación capitalista neoliberal de Estados Unidos sostuvo su plan civilizatorio unipolar hacia territorios de importancia económica y geopolítica. Hoy resulta incomprensible que Estados Unidos haya desatado procesos de intervención militar, inclusive en regiones que antes asomaran en calidad de aliados en la lucha en contra del bloque soviético; los casos de Irak y Afganistán son ejemplos innegables. El mundo sabe que dichas intervenciones devinieron en absolutos fracasos. La intervención en Irak, que fuera justificada por una supuesta producción de armas nucleares, que una comisión experta de la ONU se encargara de desmentir, y a pesar de la ejecución pública de Sadam Husein, no puede considerarse como un triunfo para el ejército estadounidense; por el contrario, se desató una multiplicidad de conflictos, que en definitiva han jugado en favor de Irán, por el significativo apoyo de la población chiita. Otro innegable fracaso se produjo en Afganistán; después de años de guerra, Biden decidió la retirada del ejército estadounidense, propiciando el inmediato reposicionamiento de las fuerzas talibanes en el control total del país. De igual manera, regiones petroleras como Irán, Libia, Siria, han sido marcadas por dinámicas de conflicto con implicaciones político-militares y económicas, también perjudiciales para la política internacional estadounidense, y sobre las cuales Rusia y China tampoco pueden hoy desentenderse.
En plena Guerra Fría, en la región de “Medio Oriente”, Israel siempre fue un bastión prioritario para la política internacional estadounidense, la que ha afectado muy duramente a la población de Palestina, por los constantes desplazamientos territoriales, como auténticos apartheid, y por las agresiones militares de índole genocida. En la actualidad, el sionismo israelí persiste como aliado estratégico de la política internacional mencionada, por ser además un poder transnacional, que implica a sectores económicos pudientes de Estados Unidos y por eso su valor en relación a la geopolítica en contra de Palestina, Líbano, Yemen e Irán. Nuevamente, Scott Ritter sostiene que el peligro de una guerra nuclear también podría devenir de la escalada del conflicto entre Israel e Irán. Ritter concuerda en que el sionismo israelí podría atacar territorio iraní, lo que conllevaría una respuesta similar de parte de Irán. Según Ritter, se sabe que Israel cuenta con armas nucleares, pero es muy probable que Irán las haya ya desarrollado o que esté muy próximo a hacerlo, ya que cuenta con el uranio enriquecido suficiente para tal propósito.
Ahora bien, el rechazar las causales y consecuencias del Holocausto, provocados con anterioridad por el nazismo, no pueden legitimar el actual genocidio. Por el contrario, los acontecimientos han demostrado que el comportamiento de Netanyahu y la élite sionista guardan mucha similitud con las prácticas del totalitarismo fascista. De ahí que, procede tomar partido por muchas iniciativas que involucran a sectores de la población de Israel, que se han manifestado en conjunto con poblaciones cristianas y del islam, para poner fin a la guerra y específicamente al genocidio mencionado. Hay análisis que dan cuenta de la imposibilidad de que Israel salga victorioso en estas confrontaciones, tanto en términos políticos, como en los militares[9]. El alimentar la esta guerra genocida, lo coloca además en alto grado de vulnerabilidad; en el mundo crecen multitudinarias manifestaciones en contra del genocidio. El sionismo y Netanyahu se están quedando aislados, bajo la mirada condenatoria de diversidad de pueblos y regiones.
A manera de síntesis, los conflictos en los territorios de Ucrania y de “Medio Oriente” han conllevado implicaciones geopolíticas y económicas nada aisladas de las correlaciones de fuerza a nivel global. En la actualidad este conflicto no podría comprenderse fuera de la reactualización y reterritorialización de la “Ruta de la Seda” y su incidencia respecto de la globalización occidental. En tal perspectiva, las élites de Occidente, en vez de establecer negociaciones con los BRICS, se enfilan por acciones de carácter terrorista en contra de toda la humanidad, al colocarla en peligro de recibir las nefastas consecuencias de una guerra termonuclear. No cabe, entonces, no tomar en serio las advertencias de Putin, por ciertas acciones que pondrían en riesgo la seguridad político-militar de Rusia. Ignorar los reiterados pronunciamientos del presidente Putin es un acto de prepotencia e irresponsabilidad, como acertadamente lo ha aclarado Sott Ritter[10], en el marco también de las disertaciones de la Coalición Internacional por la Paz.
En calidad de respuesta ante este serio peligro de colocar al mundo en un desastre planetario, las iniciativas de la Coalición Internacional por la Paz son de suma importancia, esta coalición cuenta con el protagonismo significativo del Instituto Schiller, como una iniciativa inspirada en la gestión de Helga Zepp-LaRouche, y que ha tenido la participación protagónica de importantes analistas de la problemática en Ucrania y de “Medio Oriente”, como Scott Ritter, Dennis Small, Bassam El Hachem, Layla Elabed, entre otras personalidades. El mundo debe entonces despertar ante el riesgo de una catástrofe nuclear. El problema está muy próximo a acontecer y resulta urgente que diversos pueblos nos organicemos y nos unamos bajo una sola fuerza, para evitar la destrucción planetaria. Ahora bien, en la Coalición Internacional por la Paz pueden participar personas de diferente ideología, pues el gran objetivo es civilizatorio. En consecuencia, no cabe desentendernos sobre la grave situación que la humanidad está atravesando. Simplemente añadiría que quienes fomentan posibles acontecimientos hacia una Tercera Guerra Mundial, obedecen a ideologías totalitarias[11].
En una importante contribución sobre el capitalismo del siglo XXI, Tomas Piketti[12] puntualiza que en el actual mundo, más que la lucha de clases, se vive una lucha de ideologías. Articulando el tema con la Coalición Internacional por la Paz, el mundo será salvado de una Tercera Guerra por la acción unitaria de quienes tenemos una ideología auténticamente democrática y pacífica. En concordancia plena con Helga Zepp-LaRouche[13], es urgente desarrollar dicha postura democrática, que difiera substancialmente de las oligárquicas, si se desea evitar la destrucción universal de la humanidad. En su argumentación, el liderazgo de China integra contenidos no solo en relación aspectos económicos, sino también de índole política, para la gestión de un nuevo orden global. En términos concretos, en referencia a iniciativas factibles de concretar, Helga Zepp-LaRouche también contribuyó con un resumen en relación a “Diez Principios para una Nueva Arquitectura Internacional de Seguridad y Desarrollo”, el que se recomienda revisarse en su integridad[14].
En materia estrictamente por la paz, la que puede revisarse en medios de comunicación, China ha solicitado que Rusia se distancie de acciones que reproduzcan la Guerra Fría. También ha promovido la necesidad de instituir un organismo mundial que de cuenta de las problemáticas más prioritarias, ante la inoperancia que la ONU ha demostrado en relación principalmente con los riesgos de guerra nuclear en el planeta.
El real desafío debería motivar el adentramiento en las profundidades donde se generan las causas para poner en práctica genocidios y actos de extinción civilizatoria. Se requiere, en este proceso, desentrañar privilegios contrapuestos al bienestar social y al bien común, así como desmenuzar las razones que sustentan egos que explican el destruir, por el mero interés o la adicción incurable de asumirse poderosos. El colocar al planeta al borde de una catástrofe es producto de procesos estructurados y estructurantes, en sintonía con Bourdieu[15], de seres indolentes con los principios y voluntades generadoras de vida. Sin estos adentramientos todo terminaría con un acuerdo coyuntural, en una paz insostenible, pues en cualquier momento y circunstancia pueden reactivarse los riesgos hacia un apocalipsis, ya que las causales no habrían sido tratadas, mucho menos resueltas.
Es aquí cuando las propuestas de esperanza[16] en otro mundo posible[17] cobran completo sentido. Por eso en América Latina nos empeñamos en consolidar procesos de democracia participativa, que faciliten reales gobiernos de los pueblos y una constante satisfacción por concretar transformaciones hacia vidas con plenitud, que en Ecuador lo denominamos como régimen de buen vivir[18]. Lamentablemente, las oligarquías se empeñan en impedir tales propósitos. Esto obviamente desborda al proyecto de China y a los BRICS, aunque en la actualidad debamos preferirlos respecto de hegemonías genocidas y totalitarias. Sin embargo, las perspectivas de vida en plenitud han sido labradas hace mucho en culturas milenarias de China, India, Persia y otras latitudes, entonces es indispensable revitalizarlas. El camino debe ser sostenido, la lucha por la democracia y la paz no tiene final, porque el poder auténtico de los pueblos se reconstruye sin parar. Los pueblos unidos jamás serán vencidos
[1] Este artículo fue, publicado originalmente en la revista The National Interest (verano 1988), está basado en una conferencia que el autor dictara en el John M. Olin Center for Inquiry into the Theory and Practice of Democracy de la Universidad de Chicago, EE. UU.
[2] Optenhögel, U. (2024). De la ambición desarrollista al desafío geopolítico. Nueva Sociedad, No 310. Marzo- Abril.
[3] Pronunciamiento realizado: Tik Tok, Atilio Boron 11 de marzo 2024.
[4] Información obtenida del Tratado de No Proliferación Nuclear, 2024.
[5] Boron, A. (2022). Conflicto Rusia-Ucrania: una segunda mirada. En página 12. https://www.pagina12.com.ar/404466-conflicto-rusia-ucrania-una-segunda-mirada
[6] Entrevista a Atilio Boron, realizada el 15 de octubre de 2022. https://www.youtube.com/watch?v=GJ5Qxbs0Fs4
[7] Freeman. C. (2024). Conferencia magistral. La verdadera historia de la guerra en Ucrania. https://www.youtube.com/watch?v=6wEDG9yj4-A
[8] Ritter, S. (2024). Exposiciones en el marco de varias disertaciones de la Coalición Internacional por la Paz, específicamente, en la realizada el 11 de octubre de 2024: https://www.youtube.com/live/bEPgCB-jDIE?si=GcfalkrJHpaq0HA1
[9] El análisis del profesor Paul Rogers es determinante: Paul Rogers is Emeritus Professor of Peace Studies and one of the world’s leading experts on war. “This is a devastating interview which draws on what’s happening on the ground and other precedents – like Iraq and Afghanistan – which exposes why Israel cannot win this”. Rogers, P. (2023). Why Israel Can’t Win: War Expert Prof. Paul Roger’s Devastating Interview: https://www.youtube.com/watch?v=ML1Vc3B-y2w
[10] Scott Ritter se dirigió a la Reunión #68 de la Coalición Internacional por la Paz (CIP). Cuando le preguntaron sobre la oposición a la guerra en el Pentágono, Ritter dijo: «Los profesionales del Pentágono entienden la guerra. Hay algunos profesionales allí»… «el Presidente de Rusia, Vladimir Putin, no está fanfarroneando»… https://youtu.be/BGrLq3cVr1E
[11] Es importante rescatar a intelectualidades consideradas clásicas en el pensamiento de todos los tiempos. Sobre el totalitarismo la Teoría Crítica o Escuela de Frankfurt, por un lado, y Hannah Arendt, por otro, alertaron acerca de que la sociedad contemporánea contemplaba tintes totalitarios. Es decir, el problema no debía reducirse al fascismo ni al estalinismo.
[12] Piketty, T. (2014). El capital en el sigloXXI: Fondo de Cultura Económica.
[13] Helga Zepp-LaRouche, fundadora del Instituto Schiller, el 2 de octubre de 2024, expuso contenidos muy significativos en materia de una guerra termonuclear, pero también en relación a postulados en referencia a la democracia: https://youtube.com/live/hJxT87J98TY?feature=share
[14] Zepp-LaRouche, H. (2022). Diez Principios para una Nueva Arquitectura Internacional de Seguridad y Desarrollo: https://larouchepub.com/spanish/actualidades/2022/11/1123-helga-z-l-presento-10-principios.html
[15] Muy en concordancia con los aportes que Pierre Bourdieu compartiera hace décadas. Bourdieu, P. (1991). El sentido práctico: Taurus.
[16] Al respecto es necesario rescatar los oportunos y aún vigentes postulados de Ernst Bloch en su “Principio Esperanza”, como también en las recientes contribuciones de Byung-Chul Han en el “Espíritu de la Esperanza”. En la presentación del libro en Amazon, se precisa algo de mucha relevancia:
De la desesperación más profunda nace también la esperanza más íntima. La esperanza nos lanza hacia lo desconocido, nos pone camino de lo nuevo, de lo que jamás ha existido. Guerras, migraciones masivas, atentados, catástrofes climáticas, crisis y pandemias: escenarios apocalípticos muy diversos nos confrontan con una inminente amenaza de hundimiento y extinción. Y mientras vamos de catástrofe en catástrofe, nuestra verdadera vida se asfixia y se ve reducida a una pura supervivencia. Sin embargo, la esperanza nos abre tiempos futuros y espacios inéditos, en los que entramos soñando.
[17] Hace un par de décadas emergió en el mundo la propuesta de Otro Mundo es Posible, liderada por el Foro Social Mundial, una instancia articuladora de movimientos políticos, intelectualidades, organizaciones sociales, en incluso de Estados, que ha perdido presencia, pero que es una instancia mundial que debe reposicionarse, sin duda alguna.
[18] Constitución del 2008 de Ecuador