Por Consuelo Ahumada
Conocí a Piedad Córdoba hace muchos años en Barrancabermeja, en un evento sobre el neoliberalismo en el que participamos como expositoras, por invitación de la USO y la OFP. Después nos encontramos con frecuencia en los eventos académicos que programaba el Observatorio Andino de la Universidad Javeriana, que yo dirigía. Desde entonces fui amiga suya. Fue una mujer valiente, luchadora por los derechos de la mujer y las minorías, controvertida. Luchó por la paz en Colombia durante buena parte de su vida. Como todos y todas, cometió errores, pero fueron más sus aciertos y aportes. Sin embargo, sus contradictores principales, algunos llenos de odio, no le perdonaban que fuera de izquierda y además mujer negra. Piedad tuvo también un reconocimiento importante a nivel de América Latina por sus posturas progresistas y de apoyo a los gobiernos alternativos de la región. Por ello, en los foros internacionales también se le recordará con gratitud, como una luchadora por la justicia social y la paz.La semana pasada me pidió que opinara sobre unos proyectos que iba a presentar al Congreso, sobre inversión social en el Chocó. No alcancé a comunicarme con ella después. Piedad estaba enferma desde hacía varios meses, pero la persecución despiadada del uribismo precipitó su muerte. Paz en su tumba, su memoria vivirá para siempre y nos acompañará en la lucha por transformar el país en la que está empeñado el gobierno del Cambio.