Por Carol Delgado

Si quisiéramos relatar a un extranjero los asedios y sufrimientos a que ha sido sometido el pueblo venezolano a partir de la desaparición física de Hugo Chávez, bastaría con ver una sola imagen. Bastaría una sola fotografía que es metáfora de un pueblo entero sometido a las crueldades inescrupulosas del imperialismo euro-estadounidense. Quien quiera ver, sentir, casi tocar las lágrimas de nuestro pueblo puede ir a Google, digitar “Inés Esparragoza” y hacer click en «imágenes”. 

La imagen que usted verá es la de un rostro infinitamente desgarrado por el dolor. Verá un rostro envejecido en cuestión de pocas horas, de desesperados días de agonía. Verá los surcos cincelados en un rostro femenino por el odio supremacista de la clase expropiadora contra la clase históricamente expropiada. Verá el rostro de un infinito amor materno infinitamente mancillado. Verá el rostro arrasado de Inés Esparragoza, madre de Orlando Figuera.

Si su corazón no se ha endurecido del todo respecto de Venezuela al ver esta imborrable imagen, puede usted aproximarse a comprender el dolor de un pueblo entero. Y comenzar a penetrar una «racionalidad» completamente irracional: la racionalidad para la expropiación, la humillación y la muerte que prescribe e impone la hegemonía fascista moderna occidental. Contemplando esta solo imagen usted puede llegar a entender mucho más de lo que ha sufrido este país, que leyendo miles de notas de prensa sobre Venezuela.

Orlando fue quemado vivo en Altamira, Caracas hace cuatro años, el pasado 20 de mayo de 2017, contexto en el que la contra-revolución antivenezolana convirtió las calles de nuestra patria en un dantesco escenario de conflicto armado y desestabilización inducida.

La vida truncada de Orlando Figuera es un hecho abominable que nos interpela a todos, a venezolanos y a los ciudadanos de todo el mundo. Momentos antes de su incineración, los facho mercenarios (guarimberos) interrogaron a Orlando: «!Confiesa!… ¿tú eres chavista?» Y Orlando, valiente como es nuestro pueblo, contestó “Sí, ¿y qué?” esgrimiendo una subjetividad rebelde que es mayoritaria en la Venezuela de a pie desde hace 20 años. Una subejtividad que resulta intragable para la mentalidad burguesa y supremacista interna e internacional. 

A Orlando, quien tenía apenas 22 años, una horda de cientos de sujetos narcotizados por el odio, lo detuvieron, interrogaron, acorralaron, golpearon, apuñalaron, difamaron, prendieron en fuego y finalmente celebraron sádicamente mientras lo quemaban vivo. Todo fundamentalmente por una causa: porque no se asumió desclasado y porque no les bajó la cabeza a los cancerberos de la clase dominante. 

Borramiento de un linchamiento o la victima como culpable

Duele que ahora se esté tratando de imponer mediáticamente la perversa versión de que Orlando habría sido víctima de un mero “ajuste de cuentas” y asimismo, dizque producto de la negligencia médica. Así, su linchamiento nada tendría que ver con la execrable insania promovida internacionalmente por las personificaciones del gran capital. Y la muerte de este joven trabajador venezolano sería un hecho lamentable, una mala suerte, o más bien “responsabilidad del gobierno”, atribuible a la precariedad en que se hallaban los hospitales.

Los medios masivos de incomunicación y desinformación a nivel global despliegan sofisticados recursos ideológicos para proyectar a las víctimas como culpables. Hacen aparecer que aquellos que aterrorizan, vandalizan, paralizan un país y además queman vivos a seres humanos, en realidad estarían defendiendo la libertad y la democracia. Indigna sobremanera que el prófugo solicitado por haber prendido fuego a Orlando Figuera haya sido impunemente liberado en España.

Aunque somos millones las víctimas de los desmanes de un imperio que actúa disfrazado de oposición venezolana, la irracionalidad, crueldad, racismo y clasismo desatados contra la humanidad de Orlando Figuera lo tornan en mártir de una Venezuela emancipada, de signo comunal, que insurge con una subjetividad insumisa. Nuestros agresores son la viva imagen de la antipatria. Son quienes promueven la disolución y entrega de la nación, el crimen de lesa humanidad y el crimen internacional de agresión contra nuestro pueblo.

El linchamiento de Orlando Figuera no fue un hecho fortuito. Fue el resultado planificado de una inoculación inclemente de odios de clase, prejuicios racistas e intento de sepultar el modelo de transición hacia un socialismo bolivariano.

Tras haber sido derrotadas todas las mil y una formas de guerra abierta y guerra difusa, el imperialismo ensaya ahora desdibujar el fascismo intestino y el insidioso papel del imperialismo.

Racismo Geopolítico

Orlando Figuera fue víctima de un racismo en razón de su color de piel, de una discriminación de clase, pero también de un racismo geopolítico, es decir, del completo desconocimiento de su humanidad, de su infrahumanización como artilugio para naturalizar luego la crucifixión y esclavización, de pueblos y naciones enteras.

El acto sádico de terrorismo contra Orlando Figuera necesita ser desdibujado y borrado de la memoria colectiva venezolana y mundial, sobre todo porque su linchamiento y quema pública, su crucifixión infinita en pleno siglo XXI, además registrada en video, recuerda a España y su genocidio/ epistemicidio de más de cinco siglos, incluyendo la caza y quema de millones de mujeres acusadas de brujas en el siglo XVII y XVII, y la esclavitud, humillación y explotación de decenas de millones de seres humanos hasta hoy en África, Asia y Latinoamérica. 

Y le recuerda a la más cruel que culta Europa su sangrienta acumulación originaria de capital, una lección al parecer no aprendida ni por sus pueblos ni por muchos de sus intelectuales de izquierda. 

Una Europa especializada históricamente en el despojo que no renuncia a la sobreexplotacion de las naciones más empobrecidas del planeta. Y sigue lucrando de las guerras, las tergiversaciones mediáticas y la especulación financiera.

Orlando Figuera, al igual que George Floyd en EEUU, son símbolos de la insurgencia indo-afro-latinoamericana. Pero ni Orlando ni Venezuela tienen hoy derecho a la defensa. No tenemos derecho a la justicia porque desde el paradigma racista, patriarcal, genocida, epistemicida y moderno occidental, ni los afrodescendientes ni los latinoamericanos hemos sido, ni seremos jamás, seres plenamente humanos. Somos así víctimas del racismo clásico y del racismo geopolítico por haber nacido en lo que el teórico decolonial martiniqueño Frantz Fanon ha definido como «la zona del no ser”.

Si se impone la tesis de que el linchamiento político/ geopolítico de Orlando Figuera no tuvo lugar, el imperialismo capitalista euro-estadounidense será de nuevo de hecho absuelto de sus crímenes de odio, agresión y crucifixión infinita contra Venezuela. Razón llevaba Walter Benjamín cuando decía que ni siquiera los muertos estarán a salvo si el enemigo imperial vence. De allí que por la vida digna de nuestras generaciones pasadas y presentes estemos obligados a resistir, a reinventar la vida y a vencer.

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Por Editor