Orlando Pérez
Lo ocurrido con el Alcalde de Quito (su revelación en su real condición política y etílica) da buenas señales de un comportamiento irracional de los votantes, al menos capitalinos. Lo hicieron por odio, en un claro interés de golpear a la Revolución Ciudadana, sin importar que la ciudad perdiera y apostando a quien tenían a la mano como una carta para saltar al vacío.
No hay una sola cifra reveladora de que Quito estuviera por mal camino el año 2014. Al contrario. Y, sin embargo, se montó una campaña de desinformación, antipatía y linchamiento para justificar la elección de un incapacitado para gobernar una ciudad. De eso formaron parte los que ahora lo critican desde sus editoriales y manifestaciones políticas y públicas, incluidos ahí quienes aspiran a la alcaldía y votaron a favor de Rodas. Todos ellos además se callan frente a los avances que tuvo el desarrollo institucional y social de la ciudad de la mano de Augusto Barrera, a quien parece que no solo le faltó comunicar bien sino un buen aparato político de sustentación territorial para valorar su propia obra y gestión.
Rodas significa y simboliza a la auténtica clase política odiadora y quemeimportista, descubre a una porción de la clase media consumista y arribista y a unos sectores populares espantados y aupados por unos medios mediocres y conservadores que solo se miran al pupo. Ni su nivel intelectual y mucho menos su preparación profesional se midió a la hora de votar por él. No votaron a su favor los millones de quiteños, votaron en contra de Barrera, gracias a un aparato bien montado de desinformación y odio.
Quienes armaron las campañas de venganza no saben cómo justificar la gestión de un aparato político irresponsable, que desde el principio dio muestras de cómo pensaba la administración y, sobre todo, que fue solapado en sus primeros indicios de corrupción por la prensa a la que sirvió con sus recursos, contratos y parabienes, tal como ocurre ahora con la administración gubernamental central.
Quito perdió cinco años de planificación y progreso. Quienes aspiran a reemplazar a Rodas deberán ocupar más de la mitad de su gestión en reestructurar los procesos que venían desde los años noventa en algunas áreas.
Y tan responsables como los que lo auparon y apoyaron también son esos concejales de AP y la misma dirección provincial de Pichincha de esa organización política que se colgó del cálculo político electoral antes que del compromiso de actuar de inmediato ante un alcalde incapaz e insensato con una ciudad que lo merece todo.
Igual pasará con las elecciones de marzo: volverán a votar con odio y con poca responsabilidad porque ahora regresan los cánticos de sirenas de quienes se creen, todo el tiempo, con la autoridad moral de decir quién es bueno y quién es malo, sobre todo en ciertos sets de radio y televisión.
En todo caso, Rodas quedará marcado por la historia y será el peor ejemplo para las futuras generaciones si efectivamente hacemos una pedagogía social y política de este fenómeno lamentable y desastroso. Y ojalá ese pésimo ejemplo ayude a mirar con mejores argumentos a los políticos inflados y aupados por la prensa y las élites corruptoras de esta ciudad.