Por Danilo Altamirano
Vivimos una crisis sanitaria, social y económica prolongada, producto de los efectos e impactos de la pandemia Covid-19, que ha provocado escenarios con índices mayores de delincuencia – inseguridad, asociados a altas tasas de desempleo, informalidad, marginación social y vulnerabilidad que acrecientan desigualdades. Esto ha creado alarma social en el bienestar de la población con características de mayor complejidad que ha afectado significativamente a la educación, lo cual invita a reflexionar, tomar conciencia social y cambio de mentalidad para enfrentar esta realidad.
Bajo este escenario, los desafíos en el campo de la educación son amplios, porque la educación es una base para la paz, los derechos humanos y el desarrollo sostenible; esto supone repensar con urgencia el futuro de la educación. De ahí que, la UNESCO en el marco de los objetivos de Desarrollo Sostenible y los tres grandes desafíos del futuro: el cuidado del medio ambiente, los cambios en el mundo del trabajo y los avances de la tecnología, propone un nuevo contrato social entorno al nuevo rol de la educación global, con dos prioridades: i) asegurar el derecho a la educación a lo largo de toda la vida, y ii) fortalecer la educación como un bien público y común.
Para generar transformaciones, el primer paso es abordar la crisis de manera sistémica, estructural y pragmática. En tal sentido, en el campo educativo es una prioridad el fortalecimiento del proceso enseñanza – aprendizaje; y la articulación con otros sectores de la política pública, privada, y de economía social y solidaria. No obstante, para la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) el proceso de transición educativa en el nivel secundario requiere incorporarse a la dinámica de aumentos de productividad para el crecimiento sostenible y para mitigar la reproducción intergeneracional de la desigualdad y la exclusión; así como de estrategias que prioricen el bienestar socio emocional estudiantil y docente desde una perspectiva de reciprocidad, solidaridad y resiliencia.
Cabe indicar que las trayectorias educativas y laborales de las nuevas generaciones bajo el concepto de calidad no se refieren sólo al aprendizaje de conocimientos y competencias cognitivas, por cierto, muy importantes para llevar una vida plena, sino que también reconoce el carácter integral de la educación y su relevancia para el desarrollo social y económico sostenible, así como para la conformación de democracias sólidas e inclusivas (CEPAL, 2022).
Vivimos una transición educativa en medio de la evolución de la economía del conocimiento, que para lograr una recuperación con igualdad se requiere que el Estado garantice servicios sociales públicos universales; reafirmar el papel y rol gubernamental en el desarrollo de capacidades para el fortalecimiento y modernización de la institucionalidad y gobernabilidad de los sistemas educativos; asumir la perspectiva del aprendizaje a lo largo de toda la vida como principio organizador de la educación; la construcción de confianza y legitimidad de las políticas educativas con enfoque intersectorial que involucre a diversos actores tanto de gobierno como del sector privado; articulación a nivel de las políticas educativas, políticas curriculares y políticas de evaluación; que la producción de conocimiento y la investigación sea parte integral de la tarea docente – estudiantil; incrementar progresivamente el financiamiento para la educación; impulsar el rol estratégico de los programas de orientación técnica y profesional (corto plazo); construir una cultura de innovación, vinculación con la sociedad orientada a la calidad y pertinencia de la educación; promover espacios de trabajo colaborativo que fomenten la creatividad, cooperación y solidaridad; fortalecer la formación continua con una estrecha vinculación con el mercado laboral y sociedad intercultural; y propender los pactos educativos amplios y de largo plazo entre los distintos actores de la comunidad educativa.
Asimismo, el círculo virtuoso de la educación es relevante para afrontar los nuevos retos y desafíos que impone la ciencia y la tecnología basados en la transformación digital de los sistemas educativos, que requiere de políticas de educación inclusiva y de modelos de enseñanza – aprendizajes híbridos en función de un contexto social y educativo, que permita transitar fluidamente entre el espacio presencial y el espacio digital, reduciendo de esta manera la brecha de conectividad sistémica (urbano y rural). Este giro, demanda del desarrollo de capacidades y habilidades en el uso recursos, plataformas y contenidos digitales.
En definitiva, el progreso hacia los objetivos de desarrollo sostenible implica para las naciones adoptar un nuevo pacto por la educación con mirada estratégica a fin de transformar las estructuras de las sociedades y el sistema de pensamiento con sentido humanista, ya que la educación es un eje central para el desarrollo de los pueblos y su dignidad soberana.