Por Fernando García

La ignorancia como condición es digna de conmiseración y hace débiles y manejables a sus víctimas. Como estrategia de dominación es cruel y miserable cuando la aplica el extraño; despreciable cuando lo hacen aquellos propios, quienes le deben amor y protección a los suyos.

Cuando Chávez, hablando de Venezuela, se despidió de todos nosotros con lágrimas en los ojos, diciendo, palabras más palabras menos: que podemos tener esperanza, porque ahora tenemos patria, muchos no entendieron cuál era la diferencia con el pasado. Sí, porque siempre hemos tenido bandera, así como himno nacional y hasta puestos fronterizos; pero no tendremos patria, mientras seamos serviles habitantes de hipócritas colonias, que regalan sus recursos y obedecen las órdenes del odioso imperio angloparlante. Cual micos en el zoológico, los cuales realizan gracias para obtener migajas.

Tenemos patria cuando nuestra rebeldía alimenta nuestra dignidad y hace a ésta resplandecer desde nuestro interior, dotándonos de integridad. Ésa es la que nos legaron nuestros padres formadores, ésta es la que tenemos que defender, sin ella, permitiremos que el territorio llamado patrio, se convierte en burdel o patio de diversiones para la canalla imperial.

Defendamos la patria para tener una; acomodémonos, refocilémonos en la ignorancia, en el conformismo, en la cobardía y tendremos bien merecido la suerte y el titulo de esclavos. Entre los cuales será fácil encontrar, quienes competirán cada periodo electoral, en una carrera de mediocres, para escoger al encargado de arrastrarla hasta las garras de la potencia colonial.

Posición aquella que nos permitirá tener acceso a remoquetes como el de república bananera o, narco estado, pero nunca a figurar entre naciones libres y útiles al mundo y a sus ciudadanos. Aquellas que no se regodearon en sus errores, sino que agotaron los recursos para corregirlos. Superando la condición de naciones sin brújula, de entidades destinadas a navegar a la deriva hasta encontrar algún escollo y naufragar. Las cuales poseen leyes y firman acuerdos internacionales, como simples decorados y nunca para respetarlos.

Por eso la posesión de un territorio soberano empieza por la toma de conciencia, que solo puede ser resultado de un proceso educativo, caracterizado por la justicia y el amor revolucionarios, Que nos dotará del ánimo y la capacidad para enfrentar la continua lucha, dura, diaria y desproporcionada, contra los intereses, que pretenden despojarnos de nuestros recursos, de nuestro territorio y de nuestra libertad. 

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