Por Juan Fernando Terán
Pocas veces he deseado ser literato. Hoy es una de ellas. Me gustaría tener gran maestría en el uso del lenguaje para poder expresar lo que siento. Quisiera… pero no la tengo. En estos casos, lo mejor es contender, brutal y dolorosamente, los sentimientos… para que no se reflejen en las palabras.
¿Qué me paso? Nada…. solo escuche a Guillermo Lasso ofreciéndoles una solución factible a los jóvenes que no tienen trabajo, que no pudieron entrar a la universidad, que no tienen esperanzas, que no tienen futuro. La solución para esos jóvenes es, según dice el presidente ecuatoriano, incorporarse a las Fuerzas Armadas o a la Policía. Y lo dijo… como quien nada dice.
Con seguridad, muchos lo escucharán de igual manera… escuchando como que nada escuchan. Estoy seguro que así sucederá. Aquí cada día nos inmunizamos más y soportamos todo. Nuestro inconfeso procedimiento para hacerlo es simple… evitar hilar los razonamientos, mantener ideas desconectadas entre sí y contemplar sin chistar.
Juro que también lo intento. Pero… no tengo éxito por culpa de la costumbre de buscar preguntas para las respuestas preconcebidas. No logro incorporarme a la ceguera colectiva.
Aunque no quisiera, las palabras de Lasso me siguen golpeando por sus implicaciones. No sé ni por donde comenzar a explicar su efecto. ¿Qué será lo más adecuado para despertar en otros el interés por reflexionar sobre lo que él dijo? Se me ocurren tantas cosas.. y ninguna me parece suficientemente contundente.
Quizás podría comenzar diciendo que frases como aquellas, cuando son emitidas por un mandatario, equivalen a reconocer la incapacidad para gobernar, generar empleo u ofrecer educación. Pero eso, los ecuatorianos ya lo sabemos.
También podría señalar que la invitación a conformar parte de las fuerzas de seguridad se parece a aquello que los romanos ofrecían a sus esclavos y subordinados. No tenían otra opción. Solo eso ellos podían hacer para tener un lugar en la sociedad de los patricios.
Este referencia histórica, sin embargo, tampoco me convence… Pero podría vincularla a la noción de «clases ociosas» que viven de la renta generada por quienes trabajan… aunque esto me llevaría a la necesidad de explicar asuntos económicos como el uso del excedente social para financiar la existencia de profesiones que no son productivas en estricto sentido… Semejante explicación me da pereza. Lasso y sus palabras me golpearon demasiado. Todavía no me repongo.
O quizás podría mencionar el ingenuo optimismo, pero optimismo al fin, de algunos mandatarios africanos a quienes escuché a propósito del «Día de la Liberación del África», una fiesta en la cual ellos recordaron que, a pesar de todos los conflictos interminables e inentendibles, su continente está repleto de gente, su población es joven, tiene recursos naturales y atrae la inversión extranjera. Para poder «despegar», dicen los lideres africanos de derechas e izquierdas, solo necesitan mejorar los niveles de educación. Eso dicen.
Tampoco tengo ganas de traer a colación hechos económicos para sugerir cuán acertados o equivocados están los políticos africanos. Lasso y sus palabras me deprimieron. Mejor solo dejo constatación de lo que piensan quienes viven en condiciones absolutamente peores que aquellas existentes en Ecuador. Todavía, al menos, ellos no han perdido la esperanza.
Para una síntesis de lo que piensa quien nos gobierna, les recomiendo que busquen el tweet con la palabra AUSTERICIDIO posteado por Orlando Pérez.
Espero que este articulo les haya servido de «spoiler» para estar preparados a escuchar a Lasso sin caer en el abismo de la tristeza. Por mi parte, concluyo reafirmando el inicio:
Pobre país