Por Daniel Kersffeld
Ya sea que siga gobernando el PSOE en alianza con la ascendente fuerza de izquierda Sumar, o frente a la posibilidad por ahora remota de que el Partido Popular (PP) llegue a establecer un nuevo núcleo de poder, lo que se avizora a futuro tiende a una línea de continuidad antes que a una disrupción en torno a una política exterior que resulta cada vez más uniforme y sin mayores discrepancias ideológicas.
Con respecto a la Unión Europea, el PSOE mantiene sus altas expectativas por este semestre en el que ocupa la presidencia rotatoria del bloque. Tal como se pudo observar en la reciente cumbre entre la UE y la CELAC, para el gobierno de Pedro Sánchez (foto) se trata de un factor estratégico por el que pretende situar a España como un engarce entre una Europa ávida de recursos naturales (sobre todo, desde las sanciones aplicadas por ella misma contra Rusia), y una América Latina necesitada de inversiones externas.
Aliado incómodo
Frente a esta coyuntura, Vox se ha comportado en todo momento como un aliado incómodo para el Partido Popular, que defiende la participación comunitaria española frente a una ultraderecha que en todo momento ha hecho valer su euroescepticismo y su rechazo a la “injerencia europea” como contraparte a su nacionalismo exacerbado.
A punto tal que para los gobiernos de Francia y Alemania la preocupación por un eventual corrimiento a la derecha del ejecutivo español es real, sobre todo, en aspectos clave de la actual agenda europea como el cambio climático y la masiva llegada de inmigrantes provenientes de África y Medio Oriente.
Los recientes casos de Suecia, Finlandia e Italia son suficientemente elocuentes de la salida por derecha frente a crisis sociales, económicas y migratorias de creciente impacto y de difícil resolución con recetas gastadas como las ensayadas en estos últimos tiempos por distintas variantes de la centroizquierda y de la socialdemocracia.
Diferencias internas
Sin embargo, el eje más delicado para el actual gobierno de Sánchez, y donde más diferencias internas han aflorado, es el conformado por el conflicto en Ucrania y, de manera más amplia, por el enfrentamiento de Rusia contra las fuerzas de la OTAN, la alianza atlántica a la que España se incorporó formalmente en 1982.
Desde el inicio del conflicto en Ucrania en febrero de 2022 resultaron evidentes las divisiones en el bloque de gobierno: mientras que el PSOE se alineó con las directivas de la OTAN, Unidas Podemos reivindicó una postura neutral y, fiel a su tradición de izquierda, se pronunció a favor del diálogo y de la paz y, sobre todo, en oposición a la posibilidad de que Estados Unidos alcanzara una mayor influencia en Europa.
Aporte a la guerra
Pese a las fuertes divisiones que amenazaron con debilitar y fragmentar al gobierno de Pedro Sánchez, finalmente la postura de la socialdemocracia resultaría mayoritaria, por lo que España se comprometió con Ucrania no sólo a través de la OTAN y de la Unión Europea, sino también en una estrategia bilateral.
Según datos oficiales, en el primer semestre de 2022 España envió a Ucrania cerca de 230 millones de dólares en materiales y tecnologías de defensa, especialmente tanques. A finales del año pasado, Madrid aportó aproximadamente 310 millones de dólares al Fondo Europeo para la Paz, que reembolsa a los Estados miembros por las contribuciones de recursos militares para el combate contra Rusia.
De igual modo, aportó más de 40 millones de dólares en ayuda humanitaria, en lo que fue considerado como el paquete más grande aprobado por la agencia española de ayuda al desarrollo en toda su historia.
Las divisiones en el gobierno resurgieron durante la cumbre de la OTAN realizada en Madrid en junio de 2022. La dirigencia de Podemos celebró una reunión alternativa “Por la paz”, en contra del uso de la fuerza y del envío de armamento a Ucrania, al mismo tiempo en que se desarrollaba la cumbre atlántica con la presencia de los principales mandatarios de la alianza occidental.
Frente a las crecientes disidencias internas, y probablemente para no centrar las discusiones únicamente en Ucrania, el partido de gobierno propuso en común acuerdo con otras naciones mediterráneas como Italia que la OTAN tomara en cuenta la inestabilidad producida por el “flanco sur”, en otras palabras, por el continente africano.
Inmigración y terrorismo
Así, las preocupaciones en Madrid se ubicarían más en la inmigración masiva y descontrolada proveniente del Sahara, y en la presencia de grupos armados en el territorio central africano.
En septiembre de 2022 la votación en el Congreso para decidir el ingreso de Suecia y Finlandia a la OTAN volvió a dejar en claro las divisiones existentes en la coalición gobernante y en la escena política de España.
El PSOE, junto con organizaciones opositoras como el PP y Vox se manifestaron a favor, mientras que en Unidas Podemos también hubo una clara división: mientras que los seguidores de Podemos se decantaron por la abstención, los representantes de Izquierda Unida directamente votaron en contra de esta decisión. En tanto que un conjunto de partidos autonómicos, aliados al gobierno, también promovieron la abstención.
A un año del inicio del conflicto, en el pasado mes de febrero, las diferencias internas en el gobierno español volvieron a manifestarse cuando la izquierda le reclamó el socialismo mayoritario un freno al envío de armas a Ucrania, ya que esa medida sólo podía agravar una guerra que parece no tener fin.
En todo este tiempo, el Partido Popular no sólo se manifestó de acuerdo con la iniciativa del gobierno a favor de Ucrania, sino que reclamó una mayor intervención, así como también un alineamiento más claro en torno a las directivas de la OTAN.
Ambigüedad y variaciones
Mientras tanto, con ambigüedad y variaciones en su discurso, Vox también se pronunció en términos similares a los del PP, aunque por su ideología antiglobalista y su crítica a las entidades multilaterales, fue renuente a colaborar con la OTAN. Si bien en un inicio se situó más cerca de Rusia, no pasaría demasiado tiempo antes de que la organización ultranacionalista respaldara el envío de ayuda militar a Ucrania, el aumento del presupuesto militar de España e incluso la recepción de refugiados ucranianos, distintos a los inmigrantes provenientes de Asia y África.
Además, desde Vox solicitaron la renuncia de Pedro Sánchez y de varios de sus ministros provenientes de la izquierda, por considerarlos aliados de Vladimir Putin y, especialmente, por su vinculación con el Grupo de Puebla.
Salvo en unas pocas excepciones, y en momentos en que ambos partidos mayoritarios intentan conformar un nuevo gobierno en España, resulta claro que la política exterior no es precisamente una arena de debate, y que las relaciones internacionales constituyen hoy un punto de encuentro y coincidencia, más que de diferenciación.
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