Por Juan Cárdenas
Desempolvo la pluma autocensurada para defender a mi ilustre amigo, al patriota soñador, constructor de utopías, al estadista innato Ing. Jorge Glas Espinel, exvicepresidente constitucional del Ecuador, irónicamente “víctima” de sus principios éticos y valores inamovibles, pues cuando se negó a seguir al innombrable infiltrado por la senda oscura de su traición, éste le había sentenciado: “o te sometes, o vas a la cárcel”.

Eso ocurrió, comenzando así la más demencial persecución, inoculada por el odio a través del lavado cerebral mediático que no le perdonó a RC el haber construido una linda Patria para todos, pero sin consultar a los dueños de los medios, ni a la banca, ni al resto de la oligarquía pelucona. Lo de Odebrecht fue un fraude procesal. Así lo declaró expresamente la justicia brasileña que notificó a la nuestra sobre la trampa de pruebas forjadas que allá anularon el proceso. Acá no pasó nada. Se guardaron tan revelador expediente.
En el trámite de esa causa, el fiscal manifestó que no encontró indicios del dinero de Odebrecht, pero que seguiría buscando. Otro de sus sabuesos reveló que “a Glas le condenaron por la fuerza de las circunstancias y no porque se haga probado nada”; el poder mediático se olvidó de la deontología que le asigna el papel de custodio de la verdad y esparció el odio a borbotones como la esencia de sus protervas intenciones. Empero, Jorge confió en la justicia (ese fue su error); y fue a la cárcel con la conmovedora dignidad del inocente que tiene sus manos limpias. Cumplió en demasía los requisitos para su prelibertad que la obtuvo tarde y en medio del escándalo creado por los mismos odiadores de pluma, pantalla y micrófono, amén de la politiquería cuyo mayor anhelo es proscribir de por vida a RC para recuperar sus privilegios “afectados” por la vigencia resuelta por voluntad popular, de un Estado constitucional de Derechos y Justicia.
Siguieron por la ruta del Lawfare; y porque les cae mal Glas, montaron un nuevo proceso por la Reconstrucción de Manabí precisamente en contra de quien se apersonó desde el primer momento para mitigar el dolor manabita afectado por la tragedia del terremoto. Y porque no les gusta la vía Manta-Colisa, ni el Parque de las Vegas en Portoviejo, ni la construcción de facilidades pesqueras, acusan a Jorge Glas y a Carlos Bernal de peculado, no porque haya evidencia de la utilización dolosa de dineros públicos, que es la definición clásica de esa figura penal, sino porque se les ocurre que “es peculado por abuso de confianza a los ecuatorianos”, sin haber probado ningún perjuicio económico al erario nacional, pues no han suscrito contratos ni ejecutado proyectos. Estaríamos ante el criterio subjetivo de la fiscalía, del perito, de la Procuraduría. ¿Otro “influjo psíquico”? En esencia Jorge Glas asumió la responsabilidad política y de coordinación en la Reconstrucción de Manabí, provincia ejemplar que lo ha reconocido reiteradamente, convirtiéndose en el bastión agradecido de RC.
Lo secuestraron de la sede diplomática de México, lo condenaron a La Roca, en condiciones lamentables. Hasta dudan de su perfil psicológico y la perito alega que Jorge está haciendo “simulación consciente”, ignorando el intento de suicidio del pasado 8 de abril de 2024 y su evidente trastorno depresivo. Todo para justificar su encierro. En estos días lo vimos comparecer a audiencia, con la mirada ausente, tal vez con la idea de su autoeliminación. Pese a ello afirman que está simulando. Amigo, hermano, compañero, salí del ostracismo que me lacera para expresarte mi respetuoso afecto, mi reconocimiento
por tus extraordinarias ejecutorias. Te vi liderando y planificando con la pasión de quien nació para mirar en perspectiva las grandes soluciones y construirlas de la mano de nuestro eterno Presidente, el Mashi Rafael. Me pongo en manos del tiempo, no me queda mucho; con que me alcance para reiterar tu inocencia y valía. Aguanta querido Jorge, sólo la verdad te hará libre. Desde el rincón que me asignó la vida te envío mi lánguido aliento, con un fuerte abrazo, mojado por las lágrimas de mi eterna solidaridad.