Frente al caos mundial causado por la ambición de dinero y poder sin límite, frente a la profunda crisis que atraviesan las Iglesias, tenemos que confirmar las certezas que nos animan y que pueden tambalear. Para no sentirnos derrotados e inútiles, hay que volver a lo esencial, a los valores que no pasan y que nos llevan a puerto seguro, a una felicidad que crece poco a poco. Personalmente aposté por los pobres, los pobres organizados, conscientes, valientes y abiertos a Dios. Por eso me gusta el papa Francisco que nos trajo una nueva primavera eclesial después de un invierno de treinta años. Sus palabras y hechos nos encaminan al cristianismo de los orígenes y sacuden los cimientos de la globalización neoliberal que todo lo destruye. Todas y todos estamos llamados a optar por otra organización mundial… antes de que sea demasiado tarde.
Beber en el pozo de los pobres
Los años pasan y uno mira el camino recorrido para ver si ha hecho algo bueno con su vida. Más de 40 años en América Latina me hacen decir que el camino es con los pobres. Nací pobre, hijo de campesinos: es mi mayor orgullo. Mi estadía a América Latina fue dejarme conquistar por los pobres. No soy pobre como los pobres de nuestros suburbios, sólo trato de compartir para crear espacios de igualdad, equidad y fraternidad para llegar a ser parte de ese pueblo de los pobres. Trato de no explotar, porque aquel que explota no es del pueblo de los pobres. Los pobres con los que busco identificarme son ese pueblo de los pobres: los pobres que se sienten pueblo, es decir, clase empobrecida; los pobres son los que siempre comparten, porque es rico aquel que nos comparte; los pobres son los que no explotan, porque los explotadores crean a los pobres. También los pobres creen en Dios porque presienten que Dios está con las víctimas de la injusticia y la maldad y que los ayuda a salir de esta desgracia causada por un sistema organizado para explotar.
Un tal Jesús dijo: “¡Felices los pobres!”, o sea, felices estos pobres o empobrecidos, pueblo fraterno y creyentes, que buscan salir juntos de su miseria. El evangelista Mateo reportó esta expresión de Jesús de una manera un poco diferente: “¡Felices los que tienen el espíritu de los pobres!” Las dos expresiones son ‘Palabra de Dios’: tal vez haya que juntarlas para incluir en la misma felicidad la de los pobres y los de los que optamos por los pobres. Optar por los pobres es asumir las causas de los pobres, aprender a pensar como ellos, actuar desde y con ellos, creer como ellos. El papa Juan Pablo 2° dijo que “considera la solidaridad la Iglesia con los pobres como su misión, su servicio, como verificación de su fidelidad a Cristo, afín de ser verdaderamente la Iglesia de los pobres”. Los pobres y nuestra solidaridad con ellos nos enseñan la manera de ser la Iglesia de los pobres, es decir, la manera de seguir hoy a Jesús pobre que optó por los pobres para cumplir con su misión de hacer acontecer el Reino de Dios desde ellos.
Además, los pobres son según Jesús “los herederos del Reino de Dios”, o sea, los protagonistas de una sociedad fraterna, equitativa, participativa, creativa y abierta a Dios. Por este motivo, me identifico con la frase del poeta cubano José Martí que escribió: “Con los pobres del mundo quiero yo mi suerte echar”. Me llamó también mucho la proclama de un famoso escritor francés, Georges Bernanos, que escribió por los años 1940: “Afirmo que el mundo será salvado por los pobres, o sea, los que la sociedad moderna excluye, ya que no tiene la posibilidad de integrarse a ella ni ella tiene la capacidad de integrarlos. Tarde o temprano, la ingeniosa tenacidad de ellos tendrá razón de ferocidad de ella. Repito que los pobres salvarán al mundo: lo harán tal vez sin darse cuenta, y a lo mejor no recibirán ningún reconocimiento por esta inconmensurable tarea”. Una profecía del mismo Isaías va en el mismo sentido.
Por creer que el dinero nos va a salvar y por optar por tener siempre más y más dinero y bienes, estamos llegando al colapso de nuestro planeta, a guerras feroces por muchas partes, a migraciones forzadas sin precedentes, a engaños vergonzosos por los grandes medios de comunicación, a la corrupción descarada, a hacer, según las palabras de monseñor Leonidas Proaño hace 30 años, “de nuestra tierra una luna muerta”. Por eso el papa Francisco habla y actúa para que cambiemos de rumbo, desde el protagonismo de los pobres organizados. Denuncia un sistema de muerte que nos mata y destruye la naturaleza. Los ricos, las multinacionales, las grandes instituciones internacionales nos llevan al suicidio colectivo. El ladrón vulgar nos roba dinero, el reloj, la cadena, el teléfono… pero estas gentes nos roban la salud, la educación, el trabajo, la recreación, la pensión, hasta la conciencia… y somos multitudes a creer y seguirlos. ¿No será tiempo de cambiar y beber en el pozo de los pobres? porque el pequeño David venció al gigante Goliat. Sumemos fuerzas y fe para construir desde los pobres organizados ‘otro mundo posible, necesario y urgente’. Y sigamos al papa Francisco.
Por Francisco, ¡más que oraciones!
No hace falta ser especialista en sociología ni análisis internacionales para darse cuenta de que el papa Francisco es actualmente ‘el gran líder’ mundial no sólo por su prestigio religioso sino como persona que como ninguno defiende a la humanidad y la naturaleza. Solamente los que no quieren ver pueden decir que los problemas de cambios eclesiales, ambientales y sociales se resolverán por sí solos o continuando como estamos o regresando al pasado. Por todo esto tiene muchos enemigos tanto internos como externos. Los enemigos internos son las mafias de los integristas, conservadores, cardenales príncipes y otras sectas católicas que no quieren salir de la Edad Media y de sus privilegios y de los poderes que les da el ejercicio de una religión ‘opio del pueblo’, que muy poco tiene que ver con el Evangelio. El papa Francisco nos regresa al Evangelio de Jesús, profeta itinerante de Galilea, en su sencillez y radicalidad, al Reino como único absoluto ya que, según el mismo Jesús, “lo demás vendrá por añadidura”, a la prioridad de los pobres en lo pastoral, humano y social porque son los empobrecidos por un sistema perverso. Por esta razón son los preferidos de Dios, a la vez víctimas inocentes e indefensas de la explotación, la injusticia y la represión, y los únicos capaces de renovar la Iglesia y transformar la sociedad.
En cuanto a sus enemigos externos son los Trump, los Bolsonaro y otros gobernantes de corte fascista, como también las grandes multinacionales y las todopoderosas instituciones financieras del neoliberalismo. Pues no les gusta que se diga la verdad ni se les denuncie sus como promotores de las inmensas desigualdades entre ricos y pobres, sean individuos o naciones, causantes de las guerras, las hambrunas y el saqueo de las materias primas. Jamás una voz cristiana se había alzado tan clara y contundente.
Otros enemigos más disfrazados pero no menos perversos y peligrosos son los grandes medios de comunicación internacionales que son los portavoces de estos mismos ‘enemigos externos’. No es de extrañar estos son sus dueños y accionistas hambrientos. Sistemáticamente por una parte, acallan la voz y las actitudes del papa o las distorsionan limitándose a extractos secundarios y, por otra, se prestan a difundir constante y mundialmente las críticas y proclamas de los opositores al papa Francisco. ¡Y cuánto cristianos, incluyendo obispos y sacerdotes, se quedan con estas informaciones troncadas y parcializadas en sus grandes cadenas de televisión nacional!
Dos situaciones más sí, llaman la atención. De una lado, cada vez más voces de personalidades no cristianas ni creyentes reconocen el liderazgo y ahora llaman a defender las grandes opciones del papa Francisco a favor de los pobres, los explotados, los migrantes, las minorías perseguidas y en contra de la perversidad y criminalidad del sistema económico, porque esto nos lleva a la destrucción segura si no nos decidimos a detenernos ni revertir la actual organización mundial. Parece que gran parte de la humanidad está adormecida y se deja engañar por la ingeniosidad del capitalismo que nos hace creer en la idolatría del mercado que ‘todo lo va a resolver’. El papa Francisco declara la prioridad de la persona sobre todo el resto, invita a poner el dinero al servicio de las personas y del Bien común, proclama los derechos de los pueblos a una vida digna y de la naturaleza, llama a una espiritualidad que abarque toda la vida y todo el universo, más allá de las culturas y religiones.
Por otro lado: ¿Y nosotros, cristianos y católicos tibios o cómodos? “Muy bien, gracias.” Muchos, demasiados muchos, nos quedamos de brazos cruzados, esperando que otros resuelvan los problemas humanos y planetarios que nos queremos y poco nos importa resolver… aun sabiendo que vamos a heredar a la joven generación un mundo cada vez más inhumano e inhabitable a corto plazo. ¡Bien poca valentía, fe, dignidad y vergüenza tenemos! Lo lamentaba el mismo Jesús: “Los hijos de las tinieblas son más astutos que los hijos de la luz”… Pero también declaraba, resucitado: “¡Ánimo: he vencido al mundo!”
Seamos verdaderamente los discípulos del resucitado y los seguidores del papa Francisco, sin quedarnos solamente a rezar piadosamente por él cada domingo.