Jacques Ramírez

Una de las variables que se suele utilizar para medir el desempeño de las autoridades es la credibilidad. Credibilidad significa tener a alguien de verás, es decir, que dicha persona puede ser creíble. Como suele ocurrir cuando llega un nuevo gobierno los índices suelen ser altos, esto pasó con el actual Presidente que pese a llegar al poder con el 51% de los votos, transcurrido su primer mes y medio tenía el 72% de credibilidad, porcentaje que mantuvo casi igual hasta inicios de septiembre (datos de Perfiles de Opinión).

Esta primera época de ‘luna miel’ de poco más de cien días entre el gobierno y la ciudadanía estuvo marcado por su discurso conciliador -la famosa mano extendida-, su propuesta y puesta en marcha de los diálogos nacionales con diversos actores políticos, sociales y su lucha contra la corrupción.

Sin embargo en este mismo período ya se empezó a ver las primeras contradicciones de Moreno sobre todo al colocarse como el principal anticorreista, al afirmar que “no hay tal mesa servida” y acercándose y pactando con varios grupos de derecha. Estos actos sumado a ciertas frases en contra de la militancia y del anterior gobierno (del que fue parte): “les estoy agarrando un poco de odio a los que votaron por mí”, “de a poco, toda la gente va a ir abandonando ese comportamiento ovejuno”, dictadura disfrazada de democracia”, provocó una división al interior de Alianza País y malestar no solo en las bases, que en algunos casos experimentó llanamente como una “traición” y el quiebre de confianza. Esto empezó a afectar la imagen del Presidente desde octubre.

En esta confrontación con Correa y al interior del movimiento hay que sumar tres elementos: su claro acuerdo con la banca privada, expresado en la entrega del dinero electrónico; su pacto con los medios privados expresado entre otras cosas en el nuevo manejo de los medios públicos y, la falta de resultados concretos de su principal oferta de campaña “casa para todos” y de los famosos diálogos nacionales (agregado a las declaraciones emitidas por Eduardo Mangas).

A ese escenario hay que añadir el regreso temporal de Rafael Correa a finales de noviembre que pese a todo el cerco mediático, quedó demostrado su nítida capacidad de convocatoria a nivel nacional. Los resultados de la fricción con el partido que lo llevó a Carondelet, de su acercamiento a los grupos de la derecha, de la convocatoria a una consulta que no estaba en el plan de gobierno y que fue propuesta por el candidato opositor, y de la falta de acción gubernamental produjo la baja de su credibilidad en el último trimestre, cerrando el año pasado con un 55%. Diecisiete puntos menos que hace 6 meses y acercándose a los porcentajes con los que ganó las elecciones.

Al iniciar el 2018 y pese a la puesta en marcha de la maquinaria comunicacional a su favor (tanto de medios públicos como privados), cada día la credibilidad del Presiente se pone en entredicho. Ya sea por su incapacidad por poner en acción el plan de gobierno hasta por el reciente dato de un estudios publicado por el New York Times donde afirmaba que Lenin Moreno es el tercer político en el mundo con más seguidores falsos.

Esta claro que al iniciar el año prácticamente la mitad del país ya no le cree al Presidente. Las preguntas que tenemos que hacernos son: ¿con qué grupo y con qué agenda gobernará Moreno?, ¿con la mitad que no votó por él pero que pedía una consulta popular que ya la tienen?, ¿con un programa que no solo corporativice al gobierno sino al Estado en su conjunto? Lo que debe quedar claro que la credibilidad post consulta -más allá de que sea del 30, 50 o 70%- será la credibilidad de otro proyecto político.

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