Por Julián Gallo
Hoy hace 5 años me encontraba en las Sabanas del Yarí al frente de una concentración guerrillera de más de 1.000 hombres y mujeres en armas que, distribuidos en una decena de campamentos y, luego de ratificar por unanimidad, en la Décima Conferencia, el Acuerdo Final de Paz, esperábamos expectantes el resultado del plebiscito de 2016. El día anterior, minutos después de las 5:00 p.m., los medios transmitían el sorprendente resultado.
La noticia cayó como un baldado de agua fría en los campamentos guerrilleros distribuidos a lo largo y ancho del país; el campamento en el que me encontraba estaba ubicado en una finca con una casa grande, en plena sabana, pero al borde la montaña.
Conocido el resultado, se impuso en todo el campamento un silencio fúnebre y todos los muchachos se retiraron a sus cambuches a rumiar sus pensamientos. Por mi parte, me retiré al cuarto con Milena, mi compañera, que, en ese momento, bordeaba los 3 meses de embarazo de una hija concebida una cálida noche habanera, durante la última fase de las negociaciones del Acuerdo.
Prendimos el televisor y, en silencio, veíamos desfilar por la pantalla las imágenes llorosas, desconcertadas, desconsoladas del Sí, al lado de las eufóricas, triunfantes y retadoras del No. Al final, luego de intercambiar algunas apreciaciones sobre las posibles consecuencias del resultado y, sin mencionar para nada la hija que venía en camino, en medio de semejante mar de incertidumbre, nos abrazamos y, fingiendo dormir, nos sumimos cada uno en sus propias cavilaciones.
A las 2:00 a.m. del día siguiente me levanté a poner sobre el papel mis reflexiones para enviarlas a La Habana, donde se encontraban el resto de integrantes del Secretariado que, luego de firmar el Acuerdo en Cartagena, habían regresado a esa ciudad para ultimar los detalles, con la delegación gubernamental, de todo lo que vendría después de la firma del Acuerdo.
Mi hija Dalila cumplirá 5 años el 1 de abril del próximo año.
A continuación, les comparto mi análisis de lo que fue ese momento de nuestra historia reciente, desde la perspectiva de uno de los firmantes de la paz, que plasmé en el siguiente mensaje que envié ese día 3 de octubre de 2016 a las 05:20 horas a mis camaradas en La Habana:
03-10-16. Fraternal saludo extensivo a quienes los acompañan.
Algunos comentarios sueltos sobre el resultado del plebiscito de ayer y los posteriores pronunciamientos del presidente Santos y Uribe.
La crisis de gobernabilidad que se le genera al presidente Santos es muy grande y el margen de maniobra que le queda es muy precario. Tendrá que pagar caro su capricho del plebiscito.
Además de fallar en su pretensión de enterrar políticamente a Uribe, puso el Acuerdo de La Habana en un terreno en el que su implementación se hace casi imposible.
Su llamado a un acuerdo nacional, en esas condiciones y con una ultra derecha envalentonada, lo vuelve rehén de los detractores del acuerdo.
Como siempre, van a pretender que los paganos de ese error seamos nosotros. Las presiones por renegociar el acuerdo en detrimento de nuestros intereses serán muy fuertes y debemos prepararnos para esa batalla.
A través de los medios, los analistas ya comienzan a manejar la matriz de que el pronunciamiento mayoritario de los colombianos fue de rechazo a las Farc por sus atrocidades, porque no quieren impunidad y porque no les gustó ver en Cartagena, y en nuestros pronunciamientos recientes, unas Farc que reivindican la paz como una victoria. Les molesta que las Farc se muestren ganadoras y por eso rechazan el Acuerdo; son algunos comentarios que ilustran la campaña que se nos viene encima.
“Además de fallar en su pretensión de enterrar políticamente a Uribe, Santos puso el Acuerdo de La Habana en un terreno en el que su implementación se hace casi imposible“.Julián Gallo
Ni una sola palabra de los analistas sobre el desprestigio del Gobierno a consecuencia de sus políticas como causa del resultado. Lo que se complementa con la oposición soterrada de sectores participantes de la coalición gubernamental que ven en el Acuerdo una amenaza para sus intereses políticos.
Se rescata la decisión presidencial de mantener el cese al fuego bilateral y definitivo. A las 5:00 p.m., cuando apenas se estaba conociendo el resultado definitivo, el general Flórez, en la comunicación de esa hora, se expresó en el mismo sentido y manifestó que todo lo convenido seguía igual. Dijo que en ningún momento las FFMM nos iban a atacar, que para eso existían unos protocolos. Quedamos de hablar hoy a las 08:00 horas.
El pronunciamiento de Uribe, muy a su estilo: sinuoso, lleno de generalidades y evitando de manera calculada fijar una posición concluyente, para administrar de la mejor manera, lo que sin duda es una victoria política significativa, que pone a la ultraderecha a la ofensiva en su pretensión de imponer una renegociación del Acuerdo, sobre las bases que menciona en su pronunciamiento: Justicia, alivio judicial para los militares, garantías para los inversionistas, recorte al Acuerdo por falta de presupuesto, respeto por los valores morales, la familia, la institucionalidad, etc. Solicitud de comprensión a la comunidad internacional.
De la misma manera los pronunciamientos de Ordoñez y Francisco Santos. Eso sí, todos, incluido Uribe, llamándonos a que nos mantengamos dentro del Acuerdo porque nos darán las garantías para hacer el tránsito a la política; claro, después de renegociarlo.
Los amigos de la paz, desaparecidos, por lo menos en la televisión. Oficinas vacías, algunas lágrimas, dos o tres declaraciones de un concejal, un senador y un representante a la cámara de la Unidad Nacional.
En medio de la crisis creada por el resultado, lo que queda claro es que los propios detractores del Acuerdo no se atreven a hablar del retorno a la guerra de manera abierta, lo que demuestra que la lucha sigue siendo por quién se queda con la bandera de la paz; ya sea para ganarla, como es nuestro caso, o para continuar la guerra con esa bandera, como es el caso de Uribe y sus seguidores.
Muy posiblemente buscarán que el llamado a un gran acuerdo nacional termine dejándonos por fuera y unificando la derecha en torno a la renegociación del Acuerdo para tratar de revertir lo poco que contiene de avance en materia de reformas a la situación del campo, del régimen político; y buscando que terminemos en la cárcel.
Algunos analistas insinúan como alternativa una asamblea constituyente, algo que en las condiciones actuales no es ninguna garantía para nosotros, puesto que nuestra propuesta de proceso constituyente abierto apunta en otra dirección, dentro de un contexto totalmente distinto, creado luego de la implementación de lo acordado, sobre todo en materia de ampliación de la democracia.
Nuestra posición, resaltando nuestra indeclinable voluntad de paz, debe ser firme en el sentido de no aceptar cambiar ni una coma de lo ya firmado por el presidente Santos y el comandante Timo.
Si por fuerza de las circunstancias fracasa este nuevo intento de alcanzar la solución política, el recomienzo de la lucha lo haremos totalmente relegitimados, ante el país y el mundo. Algo que no teníamos cuando iniciamos este formidable esfuerzo.
Todavía es muy temprano para alcanzar a medir las consecuencias del hecho; pero no cabe duda que sigue un pulso político muy fuerte, que además de exigirnos tensar fuerzas y prepararnos para cualquier tipo de desenlace; debemos ser capaces de convocar, unir y movilizar todos los sectores que están por la paz y que son mayoritarios. Esta batalla no podrá ganarse sin esa unión y movilización. Esa es la condición necesaria para la derrota de la ultraderecha.
La lucha por la conquista de la paz debe trasladarse principalmente a las calles y carreteras del país.
Tomado de diario criterio