El lanzamiento del binomio Andrés Arauz – Rafael Correa es uno de esos acontecimientos políticos que se interpretan desde quienes somos y nuestras circunstancias. Yo quiero sentirlo desde la amalgama de recuerdos agridulces que la vida nos deja después de décadas de existencia.
Alguna vez le escuché a mi abuelo decir que uno puede morir en paz cuando los hijos son grandes, tienen una profesión y pueden sobrevivir por sí mismos. Eso no puedo hacerlo yo… ni muchos de quienes leen estas líneas. En los últimos años, los miserables que nos gobiernan destrozaron el futuro de quienes amamos. Nos quitaron todo atisbo de paz.
Ellos construyeron un país en el cual quienes somos padres no sabemos qué haremos el próximo mes… peor el próximo año.
El inicio de las actividades escolares siempre ha sido un dolor de cabeza pero, al menos en mi familia, nunca fue motivo de esa angustia infinita que se alimenta con preguntas que neciamente se resisten a desaparecer en las noches: ¿Y para qué sirve la educación? Después de que se gradúen ¿qué harán? Si no hay empleos, ¿para qué hacer tanto estudio y esfuerzo?
En una republica donde predominan preocupaciones tan básicas que no deberían ni siquiera formularse, los miserables que nos gobiernan me quitan el sueño… y no me avergüenza decirlo.
Si tuviera hijos de 4 años, nada, absolutamente nada, me preocuparía. Simplemente organizaría su futuro considerando que ellos no tendrán acceso a una buena educación, no tendrán becas para estudiar ni aquí ni en el extranjero y no tendrán atención pública de salud.
También, si tuviera hijos de 4 años, desde temprana edad, yo les diría que aprendan varios idiomas y migren hacia otras tierras donde puedan hacer una vida sin preocuparse por quienes gobiernan.
Pero yo no tengo hijos de 4 años. Los míos están en la mitad del sendero escolar o, como hubiese dicho mi abuela, ellos “están enteritos” pues faltan muchos años para que mis hijos puedan decir que su padre les dejó lo único que podía heredarles… “educación”.
El binomio Andrés Arauz – Rafael Correa se percibe desde quienes somos y nuestras circunstancias. Y, en este instante, ese soy yo y ese mi mundo. Por eso, sin ninguna vergüenza, grito que ¡¡la esperanza renace!!
Al escribir estas líneas, contengo todos los adjetivos utilizables para describir a quienes nos gobiernan… pero si Usted vive de su trabajo y sin abusar de los demás, Usted intuirá cuáles fueron esos epítetos… solo pronuncie ¡¡la esperanza renace!!… y déjese fluir a continuación. Eso mismo grité yo en casa pero no escribí.
Quiero que Andrés Arauz y Rafael Correa ganen las próximas elecciones. Y quiero que lo hagan no porque yo sea un ciudadano cómodo que espera que el Estado solucione sus problemas. Yo solo quiero un gobierno que me deje trabajar en paz… un gobierno que asegure la educación y la salud de mis hijos en caso de que yo les falte… un gobierno que convierta al Ecuador en un sitio para vivir dignamente.
¡¡La esperanza renace!!.. Y no me avergüenza decirlo.
Miserables, hoy dormiré mejor.