Por Danilo Altamirano

La historia de la filosofía ha estado marcada por constantes renovaciones morales que, a lo largo de los siglos, han acompañado los cambios en las estructuras sociales y políticas. Desde Sócrates y su exigencia de examinar la vida, hasta Kant con su imperativo categórico, la filosofía no ha dejado de interpelar a la humanidad sobre la necesidad de repensar los fundamentos de la conducta. En cada época, las crisis históricas han impulsado a los pensadores a buscar nuevas bases normativas que respondan a las tensiones de su tiempo. Como señala Taylor (2018), las sociedades se ven obligadas a reformular su sentido moral cuando los valores heredados ya no logran sostener la vida en común, abriendo así el camino a nuevas reflexiones éticas.

En la contemporaneidad, las renovaciones filosóficas se desarrollan en medio de la globalización, la digitalización y el agotamiento de los grandes relatos ideológicos. La ética contemporánea exige nuevas categorías para comprender el papel del ser humano en un mundo interconectado y fragmentado a la vez. Este escenario evidencia la urgencia de superar mentalidades ancladas en intereses individuales y avanzar hacia una visión universal de la humanidad. Según Castells (2020), los procesos de transformación social requieren no solo innovación tecnológica, sino también un cambio profundo en los fundamentos morales que estructuran las decisiones políticas y colectivas.

Un ejemplo actual se encuentra en Argentina, donde el pueblo expresó su rechazo a las medidas contradictorias del actual régimen, que han profundizado la pobreza y la desigualdad. La reducción abrupta de subsidios básicos, el incremento de tarifas en servicios esenciales y la falta de un plan económico coherente han afectado directamente a los sectores más vulnerables. Como advierte Laclau (2019), las sociedades se rebelan contra proyectos políticos que no logran ofrecer estabilidad ni justicia distributiva, y en este caso el voto en contra del gobierno vigente reflejó un deseo colectivo de ruptura. No se trató únicamente de una respuesta electoral, sino de una exigencia ética frente a un modelo de gestión que ha debilitado los lazos sociales y ampliado las brechas económicas.

Las naciones contemporáneas, al estar interconectadas en la red de la humanidad, muestran que los personalismos ideológicos ya no responden a los problemas actuales. El cambio climático, la desigualdad digital y las crisis migratorias son fenómenos que trascienden fronteras y que no pueden enfrentarse con proyectos políticos centrados en conveniencias particulares. Habermas (2022) sostiene que el futuro de la democracia dependerá de la capacidad de las instituciones para promover consensos que reconozcan la dignidad humana como principio rector, superando la fragmentación y fortaleciendo la ética de lo común. En este sentido, la renovación moral que se exige no es solamente nacional, sino también transnacional.

Los pensadores contemporáneos han planteado hipótesis filosóficas y científicas para romper con la persistencia de una mentalidad feudal, que hoy se reproduce en nuevas formas de dependencia y manipulación. Byung-Chul Han (2021) advierte que el capitalismo del rendimiento ha creado cadenas invisibles que, bajo la apariencia de libertad, limitan la autonomía de los individuos y profundizan la desigualdad. Estas reflexiones revelan la necesidad de que la humanidad asuma un nuevo marco de convivencia, basado en la cooperación, la justicia social y la racionalidad compartida, que permita superar los viejos mecanismos de dominación.

En conclusión, la renovación moral de la humanidad contemporánea requiere razones tanto éticas como políticas. Éticas, porque la dignidad humana debe ocupar el centro de la acción colectiva; políticas, porque urge construir instituciones capaces de articular justicia, transparencia y participación genuina. Ricoeur (2016) afirma que las sociedades que logran integrar la ética en la política son las que pueden sostener proyectos de largo alcance, alejados del cortoplacismo y de la manipulación de intereses. Renovar no significa destruir lo heredado, sino resignificarlo en función de las necesidades actuales, de modo que la filosofía siga siendo brújula en el desafío de reconstruir una humanidad más justa, solidaria y consciente de su destino compartido.

Referencias bibliográficas

  • Castells, M. (2020). La sociedad red: Una visión global. Madrid: Alianza Editorial.
  • Habermas, J. (2022). La inclusión del otro: Estudios de teoría política. Barcelona: Paidós.
  • Han, B. C. (2021). La sociedad del cansancio. Barcelona: Herder.
  • Laclau, E. (2019). La razón populista. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.
  • Ricoeur, P. (2016). El mal: Un desafío a la filosofía y a la teología. Madrid: Trotta.
  • Taylor, C. (2018). Fuentes del yo: La construcción de la identidad moderna. Barcelona: Paidós.

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