Por Tamara Idrobo
La otra tarde escuché a mi querido amigo Kike Vivanco, en su programa en línea “Por eso estamos como estamos”, lanzar un par de cuestionamientos que me interpelaron. Kike preguntaba abiertamente si es que quienes estamos detrás de una cámara o un micrófono deberíamos decir abiertamente por quién vamos a votar en las próximas elecciones anticipadas, o inclusive si deberíamos decir por quiénes ustedes deben votar.
Luego de reflexionar sobre lo dicho por Kike y dadas las conversaciones que mantengo continuamente con otro buen amigo, me di cuenta de que, bajo las circunstancias que el Ecuador está atravesando no solo se trata de “salir del closet políticamente” sino también, de ejercer un acto de transparencia y de responsabilidad con las personas que tienen la generosidad de dedicar su tiempo a leer mis reflexiones, o a mirar el contenido que produzco en línea.
Desde mi feminismo considero que es imperante poder explicar abiertamente mis posiciones políticas y quizás invitar a que ustedes realicen sus propias reflexiones y alimenten sus debates, que son tan necesarios en los momentos que atravesamos como nación.
Parto siempre de mi premisa de que es imperante acordar desacordar para poder avanzar. Más ahora que estamos entrando a la recta final de una campaña política que va a ser un “parte de aguas” para la historia del Ecuador.
Deseo aclarar que no pretendo decir por quién ustedes deben votar en las elecciones que se avecinan el próximo 20 de agosto. Mi intención es que cada una/o de ustedes puedan reflexionar sobre sus posiciones políticas, para que la decisión que tomen el día de las elecciones lo hagan con la responsabilidad de lo que ustedes desean para el futuro del país.
Soy feminista progresista pero no soy dueña de verdades absolutas.
Desde mi feminismo, que es desde él que siempre parto porque es el que me construye, confronto y confrontaré los absolutismos y todo aquello que limita las libertades y controlan las vidas y las decisiones de las mujeres. Me sublevo frente a todos los poderes patriarcales que lo dominan todo y que mantienen los sistemas de opresión hacia las mujeres, mientras se perennizan los privilegios de los que aún, solo gozan los hombres. Desde ese feminismo siempre reafirmo mis principios de no creerme dueña de los feminismos y me mantengo en mi principio férreo de no aplicar el feministómetro a nadie.
Así mismo, a mí me construyen principios políticos del progresismo que lucha por la justicia social, de clases y de género pero tampoco me siento dueña del progresistómetro.
Esto significa que no me atrevo a creer que tengo la verdad de conceptos políticos y de lo que significa ser feminista o progresista. Defiendo y defenderé siempre el derecho de las personas a construir sus identidades desde lo que son, creen, sienten y necesitan.
También, desde mi feminismo lucho por ejercer el derecho a la imperfección de la humanidad que nos caracteriza y en la cual, incluyo la posibilidad de todas las personas a construir sus propias identidades políticas. Que para disgusto de aquellas personas que sí se creen dueñas de verdades y conceptos políticos, pueden o no encajar dentro de sus ideales y sus propias verdades.
Así, defiendo mi premisa de que los feminismos son diversos e imperfectos como las personas que los conformamos. Y creo, además, que los progresismos parten de las luchas feministas por la equidad e igualdad donde convergemos muchas personas que, desde nuestros valores y principios de humanidad, creemos que la gente tiene derecho a vivir vidas libres de todos los tipos de violencias, más aún las mujeres, las niñas y los niños. Y donde la garantía de derechos y el de poder vivir vidas con dignidad, en paz y justicias de todo tipo, deben ser asegurados por los estados y sus gobiernos.
La lucha por el aborto nos divide, pero la lucha por erradicar a las violencias nos une.
Una de las grandes críticas que se intenta mantener como brechas y arma de batalla para dividirnos a quienes somos feministas progresistas con aquellos líderes que han construido y hacen parte del progresismo en el Ecuador, es la lucha por que el aborto sea garantizado como un derecho a la elección que las mujeres debemos tener y que ahora únicamente en el Ecuador solo podemos exigir.
Pese a los puntos de vista diametralmente opuestos que yo pueda tener en el tema del aborto libre con líderes como Rafael Correa y ahora, Luisa González, abiertamente y sin miedo a ninguna crítica a que me estigmaticen como “incoherente” (sobre todo aquellas compañeras del gremio feminista que se creen dueñas inquisidoras y canceladoras con el uso de sus feministómetros), lo he dicho y lo dejo ahora escrito: y es que en todas las elecciones pasadas he votado por Rafael Correa a sabiendas que la lucha por el aborto se vería frenada mientras él fuera Presidente del Ecuador.
Y lo hice, porque Rafael Correa a mí, y al país, nunca nos mintió, ni jamás ha ocultado su posición sobre este tema. Y voté por él porque he creído y sigo creyendo que el derecho a las mujeres a elegir si mantienen o no una concepción no deseada, atraviesa una larga y permanente lucha por educar y lograr primero despenalizar social y culturalmente a el aborto en la sociedad ecuatoriana, para luego continuar con la lucha legal hasta que el aborto sea ley y pase a ser una opción de elección acompañada y cuidada, como debería ser también la elección sobre la maternidad.
He creído, y sobre la base de esas creencias, estoy convencida de que nos compete a las feministas seguir educando, informando y disputando los espacios de debate, de información y de posicionamiento en defensa de nuestras creencias hasta conseguir que las sociedades comprendan la importancia de cuidar, proteger y garantizar la elección de las niñas violadas y de las mujeres a decidir sobre sus propios cuerpos. Sé que ese trabajo es persistente y a ratos es bastante desgastante, pero esta lucha depende de nosotras las mujeres y de las feministas y no de que un supremo líder hombre, presidente del país o de un partido político “venga a darnos dando esta lucha”. ¡La lucha por defender y garantizar la autonomía sobre nuestros cuerpos es nuestra y nos pertenece!
Sin embargo, no desconozco que tener liderazgos políticos y un gobierno que entienda y comprenda que esta lucha histórica de las mujeres debe ser garantizada a través de leyes y del acceso a derechos a la salud sexual y productiva, sería de gran apoyo. Lastimosamente, esta no es la realidad del Ecuador ni ha sido todavía la de sus gobernantes y de la mayoría de la sociedad. Aún falta mucho camino por recorrer para conseguirlo. Lo que sí me queda claro es que en medio de este retraso contamos ya con una ley que garantiza el acceso de niñas y mujeres al procedimiento de aborto por violación. Derecho que no puede ser ni arrebato, ni ignorado y que debe ser garantizado por el Estado Ecuatoriano y sus gobernantes.
La situación del Ecuador antes de que Rafael Correa gobierne, y ahora en el año 2023, refleja que vivimos en un país que se derrumba en un oscuro hoyo de la muerte, de la inseguridad, de la desinstitucionalidad, de la falta de empleo, ausencia total de derechos básicos, asesinatos, femicidios con índices tan altos que estremecen, muertes por todas partes, extorsiones, desidia, migración obligada y en medio de todo esto, las violaciones a niñas y mujeres y las muertes de ellas al realizarse abortos clandestinos.
Estoy consciente de que Rafael Correa y Luisa González nunca van a estar a favor del aborto libre. Yo me mantendré firme desde mis trincheras luchando hasta el final de mis días porque las mujeres en el Ecuador puedan acceder a procedimientos de aborto de forma libre, voluntaria y segura.
Mientras este es un punto claro de inflexión, sé que al igual que yo, muchas feministas progresistas apoyaron procesos de garantía de derechos, de la seguridad, equidad y justicia social que se alcanzó en el Ecuador durante el gobierno de Rafael Correa. Así mismo, estoy segura de que Rafael Correa, Luisa González y Andrés Arauz están comprometidos con las luchas por erradicar las violencias de género y para que los feminicidios en el Ecuador se terminen. Esta lucha claramente nos une.
Entonces, no es de sorprendernos que en medio de algunas diferencias abismales, existen estas luchas donde debemos sumar e invertir todas nuestras fuerzas y energías para que el Ecuador renazca como el hermoso país que es.
No soy sumisa, ni complaciente pero sí soy bastante consciente.
Entonces, sí, soy, he sido y sigo siendo una feminista que apoya muchas de las luchas políticas que lidera Rafael Correa y que ahora Luisa González y Andrés Arauz plantean retomar desde el gobierno. Y no, no estoy cediendo en mis luchas ni tampoco pretendo imponerlas, ni que me impongan a mí perspectivas con las que no comulgo.
Lo que deseo con toda mi alma es que el Ecuador salga del hoyo en el que se encuentra actualmente y que en el horizonte exista esperanza de poder garantizar derechos básicos para seguir construyendo una sociedad en la que mis luchas puedan ser retomadas. Porque a finales del gobierno de Rafael Correa mis luchas empezaban a tomar fuerza a través de los debates nacionales.
A inicios del 2017 sentí que empezábamos a abrir la mente para dar paso al avance de los derechos de las mujeres y de las colectividades LGBTIQ+ que siempre han estado y que aún se mantienen rezagadas. Pero vino la traición del infame de Lenín Moreno y el gobierno del inepto banquero Guillermo Lasso y mis luchas quedaron atascadas mientras el país entero se ha derrumbado.
Un país no puede avanzar en debates y discusiones de derechos de avanzada cuando la muerte, el hambre, la desolación, la inseguridad y las violencias son la realidad que construye el diario vivir.
Entonces, con la determinación de poder contar con un gobierno que aglutine esfuerzos para garantizar la vida de todo el Ecuador, así como en el pasado yo voté por Rafael Correa, con esa misma consciencia, esperanza y determinación, votaré por Luisa González y Andrés Arauz.
Ella y él conforman un binomio donde Luisa está en contra del aborto libre mientras Andrés ha sido un acérrimo defensor del derecho de las mujeres a decidir. Así que, si la Revolución Ciudadana como movimiento y partido político ha demostrado la capacidad de reconocer y aceptar estas diferencias, es porque tienen claro que en la situación catastrófica que atraviesa el Ecuador, los puntos de encuentro son y siguen siendo más fuertes y sólidos, que aquellas luchas que buscan y siempre quieren usar para dividirnos en este objetivo de no solo rescatar la Patria, sino también de construirla y avanzar en el acceso y la garantía de derechos.
Yo he aceptado las posturas opuestas a las mías de un líder como Rafael Correa. Aceptar las posturas diferentes a las mías que tiene o pueda tener Luisa González, es irrebatible para mí.
Desde mi feminismo sé que Luisa González es el reflejo y la representación de cientos de miles de mujeres ecuatorianas que, como yo, deseamos que la realidad del Ecuador se transforme y lo más pronto posible se retorne a las riendas hacia el desarrollo que se avizoraron en el gobierno de Rafael Correa.
Tengo, mantengo y seguramente mantendré muchas críticas hacia Luisa González, pero una de ellas no va a ser más sobre su posición al aborto libre, porque, así como yo defiendo mi derecho a creer en lo que creo, defenderé el derecho de Luisa y de muchas personas más a defender sus posicionamientos que son legítimos. Lo que sí espero es que NO se pretenda gobernar a un país laico desde preceptos personales religiosos.
Es claro y certero que el Ecuador avanzó en los 10 años que gobernó la Revolución Ciudadana y de la que Luisa González y Andrés Arauz fueron parte. Querer y ansiar regresar a esa vía de avances es comprensible, es necesario, es la única vía que tenemos como país porque es imperante salir del hoyo y buscar horizontes con vida en vez de mirar solo a la muerte.
Su voto, su decisión.
Regresando a las preguntas que Kike hacía en su programa, he respondido pública y abiertamente por quién voy a votar y por qué lo voy a hacer. Pero, como no me siento dueña de la verdad, ni tengo la capacidad moral de decirle a las personas cómo vivir su vida, ni juzgarlas por sus decisiones, jamás me atreveré a decirles por quién deben o no votar.
Espero y ansío que mi voto haga historia, porque irá dirigido a la mujer que se puede convertir en la primera Presidenta electa del Ecuador y de la que espero humanidad, responsabilidad, fortaleza, humildad y mucha sabiduría.
Quiero sentir que mi país estará liderado por una mujer que sabe lo que hace, que dice lo que siente, que defiende lo que cree y que lucha como yo y como tantas otras personas, por un Ecuador que tenga un gobierno al que le importe la vida de la gente. Que ame la vida de su pueblo, que lo cuide, que lo defienda, que lo proteja, que lo represente.
¡No hay tiempo que perder! No podemos darnos el lujo de esperar, por lo que el resultado debe ser en una sola vuelta.
¡A través de mi voto deseo contribuir a el cambio imparable que necesita el país!
Luisa y Andrés, mi voto es para darles a ustedes el poder de servir digna y responsablemente al Ecuador y de reconstruir la Patria a la que ansío con todo mi corazón poder volver.