Por Atilio Boron
En un acto que refleja su desesperación ante el escándalo sin precedentes desatado por el asalto al Capitolio instigado y respaldado por Donald Trump, su Secretario de Estado, Mike “Al Capone” Pompeo anunció ayer que Cuba fue una vez más incluida en la lista de países patrocinadores del terrorismo. La pandilla de gangsters que gobernará Estados Unidos hasta el 20 de enero sostiene que esta decisión se fundamenta en el hecho de ser Cuba un “Estado Patrocinador del Terrorismo por brindar apoyo repetidamente a actos de terrorismo internacional al otorgar refugio seguro a terroristas.” La resolución oficial del Departamento de Estado dice además que “el régimen de Castro debe poner fin a su apoyo al terrorismo internacional y la subversión de la justicia estadounidense”. Cuba fue incorporada a esa lista por primera vez durante el gobierno de Ronald Reagan, en 1982, pero en el 2015, próximo a finalizar su mandato, Barack Obama la removió de la lista. Ahora, el gobierno más gangsteril en la historia de Estados Unidos la ha vuelto a incluir, acusándola entre otras cosas de “albergar las conversaciones de paz entre la guerrilla del ELN y el gobierno colombiano en 2017”. ¡Nada menos que eso: promover la paz entre bandos beligerantes! Pero sigamos: también aduce que La Habana ha otorgado refugio a «a varios fugitivos estadounidenses de la justicia buscados o condenados por cargos de violencia política», entre los que cita a la autora del crimen contra un policía en Nueva Jersey en 1973, otro que segó la vida de 8 personas en las Islas Vírgenes Estadounidenses en 1972 y un tercero, autor de la muerte de otro agente en Nuevo México en 1971, entre otros.” La justificación de esta nueva agresión en contra del digno gobierno cubano es irrisoria -una bufonada propia de bribones como Capone y su jefe que debería avergonzar al pueblo de Estados Unidos y sus juristas- si no fuera por los daños que tal decisión inflige al pueblo de la isla. Lo que los rústicos gobernantes de Estados Unidos ignoran es que, en el supuesto caso de que esas acusaciones sean ciertas los delitos ya prescribieron hace tiempo, las pruebas desechadas, víctimas y victimarios muy probablemente hayan muerto y otras menudencias por el estilo. No se conoce ningún país en los que crímenes de este tipo no prescriban después de quince o veinte años salvo, claro está, en el caso delitos de lesa humanidad que son imprescriptibles. Pero éstos no están contemplados en la acusación del Departamento de Estado. Por lo tanto, ignorantes y ridículos en su acusación.
Hierve la sangre ante la prepotencia y el cinismo de la declaración del gobierno norteamericano, cuyas acciones terroristas en contra de Cuba ocasionaron la muerte de 3.478 de cubanos y cubanas y ocasionaron graves e irreparables lesiones a otros 2.099. En este trágico reino del revés los terroristas acusan a sus víctimas de ser como ellos. El país que perpetró los dos mayores atentados terroristas de la historia de la humanidad, Hiroshima y Nagasaki, se siente con la autoridad moral y jurídica para acusar a terceros países de ser terroristas. Pero, ¿por qué lo hacen, por qué ahora esta decisión de incluir a Cuba en esa lista? Respuesta: porque a los matones que habitan en la Casa Blanca y sus inmediaciones la heroica resistencia de Cuba -a la que pensaban poner de rodillas con sus políticas de “cambio de régimen” y con su interminable cantidad de sanciones y agresiones- sigue en pie, firme como una roca, demostrando al mundo una superioridad moral y política que saca de quicio a sus agresores. Porque en medio de una pandemia feroz el pequeño país agredido ha demostrado saber cuidar muchísimo mejor a su ciudadanía que el grandote descerebrado que la ataca sin respiro. Mientras que en Estados Unidos la tasa de mortalidad debido al Covid-19 es al día de hoy 1.172 fallecidos por millón de habitantes en la acosada y bloqueada Cuba es de 14 por millón. La aritmética política es terminante: Cuba es 83 veces más justa, más ética y más democrática que Estados Unidos. Y a los matones de Washington esto les resulta absolutamente intolerable, les enciende las entrañas y los impulsa a hacer cualquier cosa. Como condenar nada menos que a Cuba por ser un santuario de terroristas. Y lo hacen enceguecidos de rabia, a los borbotones, mientras se precipitan velozmente a las cloacas de la historia contemporánea.