No me empujes que te sacudo
Ni me analices por un embudo
Estoy llegando a la línea
Tú no juegues con mi comida
Tiempo pa’matar, Willie Colon.
La primera guerra contra Venezuela no comenzó el 2 de febrero de 1999, sin dudas, comenzaría al poco tiempo, al momento que supieron que Hugo Chávez Frías no era otro político doméstico, al revés, un desbocado cimarrón con sus razones históricas (¡váyanse al carajo, yanquis de mierda!)[1]. Esta guerra es de la desinformación, con el poderío cognitivo bélico estadounidense y servidumbre periodística en las Américas y en Europa, empezó aquel día cuando tuvieron la certeza que él hablaba bastante pero hacía más y con las prisas de quien sabe que cada demora cuenta. Malos tiempos políticos para hablar de ‘revolución social’. Las izquierdas volaban bajito y pocos líderes pronunciaban el polisílabo ‘socialismo’. La trampa ideológica laberíntica parecía definitiva y la resignación apagaba la candela de la sangre emancipadora. La derecha dijo haber clausurado a la Historia. La oferta de minerales, entre ellos el petróleo, satisfacía a los países a Estados Unidos y a los países europeos. ¡Estaban en su papayal!, metáfora proverbial esmeraldeña. Avanzando el año 2 000, una ventisca de desconfianza obligó a los gobiernos derechistas a escuchar con atención lo que se decía desde Caracas. El corazón espinado, parecía que ya no era tal, gracias Carlitos Santana. Parecía una mano dentro de un guantelete no de hierro, pero sí de conciencia renovada. En los meses siguientes, los ganadores ideológicos balancearon el descuido y las cuentas no correspondían a sus ansias: el Gobierno de Cuba no perdía voz aun con el desatino verbal de hablar de ‘socialismo’. La crisis económica tenía al pueblo cubano pagando unas culpas que nunca fueron, por donde uno pasaba se pronosticaba el fin “del comunismo cubano” de un mes para otro, pero resulta que el petróleo venezolano impedía la parálisis industrial definitiva. Un día inesperado, Hugo Chávez comenzó a hablar del socialismo del siglo XXI. Por supuesto, eso ocurrió unos años después, pero el castro-chavismo ya estaba en el palabraje desinformativo. Fue cuando comenzó la guerra semiótica contra Venezuela y su Gobierno. Y de refilón también se reactivó contra las izquierdas americanas, sin importar su tibieza o calentura. Por favor, no olvidemos aquel celebrado ¡ALCA al carajo![2]
La guerra semiótica-cognitiva tiene dos armas formidables: el arte y ciencia de la desinformación y la psiquis individual-colectiva. El o los campos de batalla son el raciocinio popular. ¿Nada más? Por supuesto. A Hugo Chávez le sobró paciencia, pero le faltó tiempo. El liderazgo progresista no entendía y si entendía le faltaba decisión, es cierto que las palabras son energéticas para motivar los cambios, sin embargo la economía los facilita y prolonga. La economía política casa adentro y casa afuera de los países americanos. No es solo lírica aquella frase martiana: “…el norte revuelto y brutal que los desprecia,…”[3] son acciones de guerra con otros medios e igual de devastadores. Y quizás peor por las prolongadas devastaciones anímicas en organizaciones y comunidades. Hasta en las influyentes individualidades que se enfrían o se asilan en un palabrerío sin fin. Para el imperio, sus significados y significantes, el enemigo mortal e indefinido era H. Chávez y unos pasos atrás Venezuela, pero no tanto como país, qué va, sustituía a “comunismo” y a un montón de vainas solo descifrables según a quiénes se dirigía la desinformación. El asesinato de H. Chávez[4] produjo el cambio de enemigo, Nicolás Maduro Moro. Su biografía inexacta difundida para pronosticar la debilidad del liderazgo de la Revolución Bolivariana y para enfatizar que tenía los días contados y en reversa.
Ocurrió la segunda guerra contra el pueblo de Venezuela: la económica. Mordida destructiva a la yugular financiera del Estado venezolano. Un día de ¿agosto?, ¿septiembre?, ¿noviembre?, el Gobierno venezolano amaneció sin capacidad de compra. Se cumplió aquella frase de Muhammad Ali: “el golpe que no ves venir ese es el que te tumba”. No tumbó al Gobierno de N. Maduro, pero si la vida rutinaria de millones de venezolanos, mujeres y hombres, que salieron en estampida hacia donde sus pasos los llevaran. Gran Bretaña se apropió de 31 toneladas de oro, miles de millones de dólares congelados en bancos gringos y europeos y hasta CITGO (sistema de refinación y comercialización de combustibles y lubricantes) está al arranche con argumentos mañosos. La artillería semiótica-cognitiva descarga todo aquello que puede en los efectos sociales (imágenes, cifras y testimonios), pero jamás en la causa principal: la apropiación de los bienes y el dinero venezolanos por esos mismos que hacen la publicidad perversa contra N. Maduro. La subjetividad diluviada de imágenes y argumentos sin el picante de las dudas convierte a millones de personas en repetidores de absurdos y sin la necesidad indispensable de la pregunta básica: ¿cómo fue que Venezuela amaneció un día sin poder pagar sus compras en el mercado internacional? Y ahora otro enemigo inventado e inesperado: Nicolás Maduro. Hoy no asombra, en cualquier sitio, que un contertulio improvisado comience, en la primera mención de Venezuela, a despotricar casi sin respirar contra el presidente de Venezuela. Es inútil el tímido pedido de las fuentes de sus rencores. Malcolm X lo dijo para sus años de lucha y ahora es profecía de diario cumplimiento: “Si no tienes cuidado, los medios de comunicación te harán odiar al oprimido y amar al opresor”. A odiar por encargo a quienes quiere la derecha ultra americana. Venezuela es la cantaleta repulsiva de todas las elecciones americanas, hasta candidatos de las izquierdas se desquician calumniando a N. Maduro y maltratando a Venezuela. Este jazzman no cree que no serían electos si en vez de apedrear a la persona y al país, solo dicen la verdad simple. Estas estrategias de semiosis tramposas son tan viejas como la elaboración de mentiras temáticas, aunque ahora la sofisticación aumentó su efectividad y el alcance cuantitativo poblacional.
¿Causas de estas guerras contra Venezuela? Facilísimo de responder: los minerales del suelo venezolano. ¿Cuáles? Petróleo que hay hasta no sé cuándo, bauxita y hierro para abastecer a todo el planeta por décadas, oro, diamantes, carbón, coltan (la microfísica imprescindible en estos tiempos) y otros. Esa es la única causa. La única, no encontrarán otra. ¿El chavismo, el socialismo del siglo XXI o cualquier otro pretexto? Sí, eso, pretextos para adueñarse del subsuelo venezolano. Ah, ya, ¿la dictadura de N. Maduro? Un chiste agrio inexorable.
Por estos días, la fuerzas armadas del presidente Donald J. Trump o del imperialismo o de los Estados Unidos (como sea, casi es lo mismo) están en aprestos de combate. ¿La tercera guerra o metedera de miedo? No creo que sean tiempos para matar, salvo en Gaza, si nos atenemos a la complicidad de Europa y Estados Unidos con Israel. Y en dos o tres países africanos, más o menos, por minerales parecidos con los cuales se amenaza a Venezuela.
[1] Frase dicha a viva voz, el 11 de septiembre de 2008, mientras ordena la expulsión de Patrick Duddy, embajador estadounidense en Venezuela, en acto solidario con Evo Morales, presidente de Bolivia.
[2] Frase de Hugo Chávez, dicha en Mar de Plata, Argentina, el 4 de noviembre de 2005.
[3] “…el camino que se ha de cegar, y con nuestra sangre estamos cegando, de la anexión de los pueblos de Nuestra América, al norte revuelto y brutal que los desprecia,- les abrían impedido la adhesión ostensible y ayuda patente a este sacrificio, que se hace en bien inmediato y de ellos”. Fragmento de la carta inconclusa de José Martí, fechada el 18 de mayo de 1895, dirigida a Manuel Mercado, su amigo.
[4] Proponemos leer ¿Quiénes mataron a Chávez? Libro de Modesto Emilio Guerrero.
