Por Juan Carlos Monedero
«Quis custodiet ipsos custodes? ¿Quién vigila al vigilante?, que dijo el poeta romano Juvenal. Los pesos y contrapesos los desarrolló el liberalismo en su lucha contra la monarquía absoluta. La burguesía ascendente buscaban separar los poderes y establecer garantías de reparto para evitar que los monarcas tuvieran demasiado poder. Además, confiaban en la prensa libre, un espacio burgués donde los aristócratas perdían por goleada, como una forma de vigilar al poder político. Eso sí, el poder económico se vigilaba solo.
Pero los tiempos fueron evolucionando, y lo que los monarcas le hacían a los burgueses y al pueblo llano, empezaron a hacérselo los burgueses al pueblo llano. Compraron jueces, compraron medios de comunicación y, si no bastaba, compraban ejércitos. Por supuesto, los defensores de la prensa libre prohibieron a la clase obrera que publicara sus periódicos. Los empresarios tienen todos los medios de comunicación; los sindicatos, ninguno. Los partidos de izquierda o los movimientos sociales, menos.
Si las ganancias pueden realizarse tranquilamente en el mercado, mejor que mejor. Si el metabolismo del capitalismo puede desarrollarse de una manera fluida, el sistema renuncia a la violencia y permite el juego democrático. Siempre dentro de un orden.
Los encargados de custodiar a los vigilantes siempre han defendido que a ellos no les debía vigilar nadie. Que los jueces se vigilan a sí mismos y que la mejor ley de prensa es la que no existe. Eso deja sin solventar qué pasa cuando los jueces trabajan para intereses particulares o cuando en los medios de comunicación no mandan los periodistas sino los empresarios de los medios de comunicación.
Para terminar de enmarañar la cosa, las leyes de prensa del siglo XIX y XX, pensadas para medios escritos y luego audiovisuales nacionales, se han visto desbordadas por la globalización, por las redes sociales, por los diarios digitales y las plataformas de internet. A la Unión Europea y los Estados Unidos le han preocupado las más que probables injerencias rusas en las campañas electorales, algo facilitado por el desarrollo de las redes sociales.
«Sabemos que los jueces no archivan las penas de telediario ni restituyen la honra golpeada. ¿Por qué no se puede vender pescado podrido y puede venderse información podrida?»
Aunque no es sino lo mismo que han hecho siempre los Estados Unidos, secundados por la Unión Europea – con Inglaterra o Alemania a la cabeza-, en todas las campañas latinoamericanas (incluido el apoyo a golpes de Estado). Ahí están los Estados Unidos apoyando todos los procesos de lawfare, que tienen, junto a las decisiones judiciales, el necesario apoyo mediático. Las injerencias norteamericanas han sido terribles en Oriente Medio y han convertido la zona en un polvorín. Aun recordamos cuando les creímos que el problema era Gadaffi. Contra Rusia, han alentando procesos secesionistas en Georgia, Ucrania, Bielorusia o las provincias bálticas. Ahora nos quejamos cuando, aunque con pocas pruebas, algunos dicen que han hecho lo mismo en Catalunya. Los países tienen derecho a que no haya injerencias extranjeras en las campañas electorales. La soberanía nacional tiene que ver con eso.
«¿Cómo se defiende la sociedad cuando, por ejemplo, el diario El Mundo publica mentiras en portada para sacar de las listas electorales a una candidata, como pasó con la jueza Victoria Rosell?»
Los países también tienen derecho a que la información no se convierta en mercancía podrida. La línea por la que se camina está difuminada y es verdad que traspasarla es peligroso. ¿Hay que asumir entonces que los periódicos e informativos tienen derecho a acabar con el prestigio de personas, grupos o partidos mintiendo? Sabemos que los jueces no archivan las penas de telediario ni restituyen la honra golpeada. ¿Por qué no se puede vender pescado podrido y puede venderse información podrida?
En España hemos visto que comisarios corruptos, alimentados con dinero de los fondos reservados, hacían presión a través de diarios corruptos comprados para defender no la verdad sino intereses de grupo? El comisario Villarejo está en la cárcel. ¿Y los periodistas? ¿Cómo se defiende la sociedad cuando, por ejemplo, el diario El Mundo publica mentiras en portada para sacar de las listas electorales a una candidata, como pasó con la jueza Victoria Rosell? ¿Cómo se defiende la soberanía popular cuando los medios publican mentiras sobre la financiación de Podemos? Porque los jueces han archivado todas las querellas, pero Unidas Podemos ha perdido la mitad de sus votos. Y algo han tenido que ver todos estos ataques.
La solución no puede estar en el poder Ejecutivo. Tampoco en el judicial, porque la colusión entre derechos siempre se zanja a favor de los que mienten. Hacen falta leyes claras que castiguen las mentiras y organizaciones de la sociedad civil que garanticen la libertad de expresión. No como forma de repartir esa tarea entre partidos. No para que se autorice a que cada partido pueda expresas sus mentiras, sino para que mentir salga muy caro.
Los medios son un negocio. Y prefieren el dinero a la verdad. Mienten cuando se presentan ahora en Estados Unidos como garantes de la democracia al cortar las mentiras de Trump o de sus portavoces. ¿Por qué no lo hicieron durante los últimos cuatro años? ¿Por qué no lo hicieron durante la campaña electoral que llevó a Trump al poder?¿Corresponde a los medios decidir quién ha ganado y quién ha perdido las elecciones? ¿Quién les ha entregado ese poder a unos empresarios?
«No nos engañemos: la práctica totalidad de los periodistas, también aquí en España ahora mismo carecen de plena libertad de expresión. Nadie les protege en caso de que vayan contra la línea editorial de sus medios«
En Estados Unidos, Joe Biden aún no ha sido nombrado Presidente. Es evidente que el sistema electoral norteamericano es una basura anacrónica. Puede votarte más gente que a tu oponente y, sin embargo, quedarte a las puertas de ganar la Presidencia. Todos los que tenemos sensibilidad democrática debemos desear que Trump vaya al basurero de la historia. A poder ser, después de pasar por la cárcel. Pero el sistema electoral norteamericano es el suyo. El que se ha dado ese pueblo. ¿O van a nombrar al Presidente los medios de comunicación? ¿Los mismos que encumbraron a Trump? Algo falta en todo esto. Si nos descuidamos, el cuarto poder se convierte en el primero y único.
» Los medios no son de los periodistas ni de los consejos de redacción y ni siquiera de los accionistas: son de los que controlan el consejo de administración. Que suelen ser fondos de inversión, bancos y grandes empresas»
No nos engañemos: la práctica totalidad de los periodistas, también aquí en España ahora mismo carecen de plena libertad de expresión. Nadie les protege en caso de que vayan contra la línea editorial de sus medios. La única posibilidad es que lo hagan los lectores. ¿Pero qué le importan los lectores a La Razón, a El Mundo, al ABC que llevan décadas con pérdidas? Son negocios políticos y económicos que usan el periodismo como arma de chantaje.
Y por eso gritan tanto cada vez que la ciudadanía les recuerda que la libertad de expresión es un derecho ciudadano, no de las empresas de medios de información. Los medios no son de los periodistas ni de los consejos de redacción y ni siquiera de los accionistas: son de los que controlan el consejo de administración. Que suelen ser fondos de inversión, bancos y grandes empresas.
Y por eso no quieren que nadie fiscalice lo que hacen. No vaya a ser que nos demos cuenta de que los que van contra la libertad de expresión son los que utilizan los medios para contar mentiras.