Por Danilo Altamirano
Vivimos en una sociedad en disputa entre “ricos y pobres”, me refiero a ricos a las élites corporativistas nacionales e internacionales, que a través de sus conexiones acumulan riqueza y también generan empleo; mientras que caracterizo a pobres a quienes no pueden cubrir sus necesidades y servicios básicos.
Previo a la pandemia ya se observaba una considerable inconformidad o malestar social por la crisis de representación y la persistente desigualdad social con múltiples expresiones, y una percepción de desprotección con riesgos que han originado grandes tensiones, conflictividad e inestabilidad.
La bandera de lucha de la disputa política se ha vivenciado en dos frentes, los correistas y los anticorreistas, como que si fuese el principio y el fin de la humanidad. Tanto es así, que el voto ideológico con tendencia progresista en derechos, ha decidido apostar por la corriente conservadora a la luz de la creación de oportunidades.
Parafraseando a Alicia Bársena, Secretaria Ejecutiva de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), la igualdad social y el crecimiento económico no están necesariamente en conflicto: el verdadero desafío consiste en encontrar maneras en que puedan reforzarse mutuamente.
Aunque hay que tener presente que la riqueza y la pobreza es tangible e intangible, reflexión generada para quienes en medio de la pobreza producen riqueza de pensamiento creando su propia salvación.
Vivimos en un marco de desigualdad, donde repetir que cada uno es dueño y responsable de su destino, tiene una visión individualista, y esto erosiona el concepto de comunidad y sociedad. ¿Dónde queda el bien común? ¿Cuáles son las políticas para la promoción de la igualdad y protección social?.
Hay que ser consiente que desigualdad no es un fallo del sistema, sino de las personas. La pobreza responde a los ciclos económicos mucho más que la distribución del ingreso. Cabe indicar que un instrumento para medir la distribución de la riqueza es el Coeficiente de Gini, que va de 0 a 1: en una economía en la cual una persona concentra todo el ingreso es 1; si todos perciben el mismo ingreso es 0.
¿Será que enfrentamos dos sociedades?, la aristocracia -riqueza por herencia- y meritocracia -riqueza por talento y esfuerzo, aunque esta definición teórica tiene escepticismo, porque haber nacido con valor ascendente, no significa sostenibilidad infinita.
Tener la oportunidad para prosperar en el mercado, no solo es cuestión personal, sino que requiere de la aplicación de políticas entrelazadas, de ahí que la CEPAL considera tres políticas para la producción: Una política industrial centrada en los sectores más innovadores, una política tecnológica que promueva y divulgue el conocimiento, y políticas de respaldo a la pequeña y mediana empresa.
Bajo esta realidad, generar esperanza en los pueblos y las naciones requiere de líderes y lideresas con principios democráticos, humanistas, idealistas, con capacidades múltiples y pensamiento crítico e innovador, orientados a generar una transición justa para una recuperación sostenible como factor de transformación y de progreso social en amplios sectores de la sociedad.